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Domingo 10 de octubre de 2010

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Cultural El Duende

Adolfo Cáceres Romero

LA MÁQUINA DEL TIEMPO

10 oct 2010

Fuente: LA PATRIA

Literatura boliviana del periodo republicano • Escritores representativos

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José Rosendo Gutiérrez. La Paz, 1 de marzo de 1840 - 22 de septiembre de 1883. Abogado, educador, estadista, poeta y dramaturgo. Educado por sus padres adoptivos, se graduó como doctor en Leyes en 1863, mismo año en que fue elegido Diputado al Congreso. Fue Inspector de Instrucción Primara, Rector del Colegio Ayacucho de La Paz, Cancelario de la Universidad de San Andrés y defensor del Presidente Melgarejo. Apoyó el tratado que éste firmó con Brasil, fue nombrado Agente Diplomático en Chile, y ejerció como Fiscal General de la Nación. A la caída del tirano, quedó proscrito en Tacna. En 1877 fue elegido Diputado a la Constituyente. Durante la contienda del Pacífico, el Presidente Daza lo nombró Secretario General. También fue Diputado a la Convención de 1880-81 y Senador por La Paz, en 1882.

Su producción literaria abarca el verso y la prosa. Se destacan: Maldición y superstición y Cantos al pie del Illimani (1859), Rosas secas (1875). En teatro es autor de Iturbide y Espanza. En historia ha publicado Historia de la Confederación Perú-Boliviana (dos volúmenes). Es uno de los primeros bibliógrafos del país junto a Gabriel René-Moreno con Datos para la bibliografía boliviana (1875-1880); Estudios sobre el Coloniaje en el Alto Perú; Alonso de Alvarado, Corregidor de La Paz; Pueblo Nuevo (1875); Biografía de Mancio Sierra de Leguízamo (1877); Rasgos biográficos del General Ballivián; Revolución del 16 de Julio y Biografía de Don Pedro Domingo Murillo (1878).

Sus poemas son reflexivos y eruditos; contrastan con la emotividad predominante en los poetas de su generación. José Rosendo Gutiérrez maneja la ironía sin caer en el sarcasmo para dirigirse a la conciencia histórica de sus lectores. A continuación un fragmento de la Oda Los Crucificados escrita el Viernes Santo de 1877 en La Paz, y en seguida El Río y el Sol, poema dialogado a la manera de las alegorías de los románticos alemanes.

Los crucificados

(L’année terrible)

El fuego fatuo que alimenta el odio,

es, sí, para la insana muchedumbre

astro polar, su faro y sola lumbre

bajo la cual ver piensa de verdad.

Vil gusano se arrastra la mentira

de un ser privilegiado por delante;

y la diadema de una sien radiante

téjesela de espinas la impiedad.

La hiel brindaron a la sed divina;

al sol estorban condensadas nieblas;

doquiera que haya luz habrá tinieblas…

¡Asombroso contraste! –y bien, oíd:–

Mercader de mujeres Fidias era;

legó a su vicio Sócrates su nombre:

hizo Horacio que Vesta de él se asombre…

jugaba con las cabras… Proseguid:

Catón echó un esclavo a la lamprea:

Miguel Ángel, servil, siendo romano

llegó a doblegarse por tener la mano

debajo de la férula papal:

del Dante vagabundo en la mirada

viose brillar la sórdida codicia:

sensual Moliére enseña vil caricia

a su hija; –y Diderot… era venal:–

El Río y el Sol

Dijo el Río al Sol un día:

–Apaga tu luz ardiente,

que calcina este jazmín.

Contestóle el Sol: –Varía

de rumbo, que tu corriente

le carcome la raíz.

Respondió el Río: –Y soy

quien da savia y da verdura

al jazmín y a toda flor

Y dijo el Sol: –También doy

a cualquier flor oscura

el perfume y el color.

Calló el Sol y calló el Río:

luego el jazmín muellemente

la corola doblegó:

y entonces el labio mío

con pasión pura y ardiente

un tierno beso le dio…

Fuente: LA PATRIA
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