Loading...
Invitado


Domingo 10 de octubre de 2010

Portada Principal
Cultural El Duende

Mayra Oyuela

10 oct 2010

Fuente: LA PATRIA

Mayra Oyuela. Poeta hondureña. Tegucigalpa, 1982). Ha publicado: Escribiéndole una casa al barco (2006) y Puertos de arribo (2009)

¿Fotos en alta resolución?, cámbiate a Premium...

Escribiéndole una

casa al barco

Esta casa vuela,

su altura conjura un papalote

que se distorsiona a la distancia.

Esta casa es un mar

y un barco también,

donde crispados, salimos

a contemplar

los delfines más blancos de la locura.

Esta casa tiene un color, un nombre,

su capitán Morgan lanza de sus anzuelos

aurelianos peces,

espectros que devoramos

en lo profundo de los desvelos.

Esta casa barco se desliza

por las olas de una Tegucigalpa oscura

mientras humanos veleros,

navegan lento

dentro de botellas.

Orillas

Era el pasado un tren sin rumbo,

llevaba por embestida

la pólvora que en los ojos de mi padre

apuntaba a su propia soledad.

“El hombre nace para contemplar:

la tierra, la cosecha, los hijos

y todas las mujeres iniciadas en ese arte llamado amor”.

Quizás, mi padre en su propio afán

rasgó la tierra, mordió la cosecha,

creyó que sus hijos eran un sueño

y amó a todas y cuantas carabelas

lo hicieron llegar a sus orillas.

Mi padre de manos resueltas como arena,

se dejó trepar por unas caderas imprevistas

que lo preservaron en sal,

pero la penumbra es blanca y negra

y se amarillenta con la soledad.

Mi madre guarda a escondidas de él una foto

donde aún emerge lo clandestino de su propia ética,

ambos, ausentes ya de efervescencia

andan los pasos tersos por tanto roce con las despedidas;

se ven,

a tientas parpadean un morse de amor náufrago,

pero hoy ya es martes y hace cuarenta años

que mi padre no ve el mar.

Prohibido olvidar

Después de cruzar ciertos agujeros

atravesé la nostalgia

como se atraviesa un suspiro

en medio de cualquier semáforo.

Mis zapatos tienen clavículas,

bocas que se atragantan de pasos.

Primigenia me apresuro,

por primera vez en los labios

del hombre que jamás besé.

La nostalgia está cocida a mano

como ese delantal que guarda en su ropero mi madre.

En silencio comienzo una oración

con la frase “prohibido olvidar”,

la noche es un telón que humedece

un abrazo más por ofrecer,

uno persuasivo de adioses que no son definitivos.

Concluyo:

que los besos son para los que aman

sin promesas ni esperanzas.

Pequeña historia de amor

Regreso a los días de calendario,

tránsito casi espiritual.

Me remueve ese ángel que lleva en sus angustias

cualquier mujer,

ando el vestido salpicado de impavidez.

El amor fue como una bisagra lista a abrirse

como mis ojos, como latidos.

Ya asaltada en esta razón

una mano invisible

se sumerge bajo mi pecho.

Sacudo el resto de espesor que dejó en mis labios

los besos de un pasado mordaz.

La amnistía no es para los pobres y mucho menos

para los que no han aprendido a olvidar.

Comienza abril y no pierdo mi tiempo en recordar,

el manto de capricornio embistió mis rótulas,

la historia quedó arrodillada

a la mitad de la puerta.

Ballena de sal

Una ballena de sal

apareció muerta

en la Plaza Central de Tegucigalpa.

Nadie sabe nada,

la expectativa a puerta cerrada

y el miedo, como una piedra torcida en la mano,

se abalanza sobre el crepitar de los pasos.

Rifles despuntando esperanzas,

palabras cuánticas midiendo injusticias.

Se ha levantado un triángulo de humo

sobre la plaza

y perfora a cuadros

el grito glacial de la multitud.

Una sustancia violenta ronda las esquinas,

hombres verduscos con bombas tragapalabras

llenan alforjas de desesperación,

cuento común para empezar el día.

Sólo seis heridos pronosticó el diario.

Nadie vio nada, nadie sabe nada,

y la ballena de sal

vuelta piedra,

por la impotencia de rostros

que siempre serán ajenos.

Residuosueño y viceversa

Me dejo caer

como pedazo de agua en el recipiente de la nostalgia,

sin que esto signifique acabar de morir

desciendo.

El recuerdo es el estigma de un puñal

que atraviesa mi puerta todas las noches,

cuando el blanquecino de los sueños

abre veredas en mí

y la magia de la tarde cae, como luz perpendicular,

en un almendro, sonrojándolo,

y entonces llueve sin que lo pueda evitar

sobre la niña del letrero publicitario de mis recuerdos

y en el blanco de las manos de mi madre.

Pero la tarde también trae consigo

residuos de ceniza

dejando mis labios con sabor a tumba,

y yo empaco los vestidos que jamás estrenaré

me desnudo al paisaje,

en un vuelo origami desciendo,

me dejo caer,

como pedazo de agua

recuerdo,

sin que esto signifique acabar de morir.

Fuente: LA PATRIA
Para tus amigos: