Viernes 08 de octubre de 2010
ver hoy
Consternado. Así me siento al escribir estas líneas, luego de haber escuchado nuevamente al señor Presidente, ratificando su intención de promulgar la ya famosa “Ley contra el Racismo y Toda Forma de Discriminación”, tal como está. Con esos dos artículos que terminan por atentar contra la libertad de prensa y lo poco que nos quedaba de democracia en el país.
Anoche, no pude dormir pensando en que todos mis esfuerzos particulares por defender la democracia durante los cincuenta años en el ejercicio del periodismo, han sido vanos; hasta pensé en dejar de escribir, porque pese a que nunca se me pasó por la mente tener ideas racistas o actitudes discriminatorias, cualquier concepto puede ser interpretado por los “jueces” y “fiscales”, al servicio del régimen, como racista o discriminador, y así poner en riesgo, no sólo a mi familia, sino a los Medios donde se publica esta columna.
Personalmente, no tengo ningún temor; porque, como han podido percibir, nunca utilice adjetivaciones, ni atenté contra el honor ni, los derechos de nadie. Siempre traté en enmarcarme en los principios de la ética y el respeto por los demás. Pero, muchas veces, el decir una verdad puede herir muchos sentimientos, especialmente, si éstos tienen como base pensamientos totalitarios. Siempre luché contra esos principios que vulneran los derechos de los demás y son antidemocráticos, excluyentes o discriminatorios como muchos de los artículos de la Constitución Política redactada por el MAS y puesta en vigencia por ellos, con la ayuda de algunos políticos “de derecha” funcionales al actual régimen y que ahora están sufriendo la persecución de su propio error político. Es que ya dejaron de ser útiles a los propósitos oficialistas.