Si hay una relación directa entre discriminación y libertar de expresión, es precisamente la visión arcaica de creer que aquellos que no piensan como uno, deben ser acallados
• Por: Eduardo Campos Velasco
La inevitable aprobación en los próximos días del proyecto de ley contra el racismo y toda forma de discriminación -tal como está- en la Cámara de Senadores por la bancada oficialista, no sólo debe enfrascarnos en el debate de las mejoras que se debieran introducir a la mencionada ley, que de hecho son muchas y han sido expresadas por distintos sectores de la ciudadanía; sino y sobre todo, debiera permitir desnudar los propósitos políticos que el gobierno tiene en contra de la libertad de expresión y el sistema democrático.
Como todos sabemos, la aprobación de la mencionada ley, depende exclusivamente de la voluntad de la mayoría que dispone el partido de gobierno en la cámara revisora y nada hace suponer que los senadores del Movimiento Al Socialismo, desoigan la decisión -ya tomada- del presidente Morales, de no modificar ni una coma. Esa es la realidad y es sobre ella, que se pueden hacer algunas consideraciones.
Por supuesto no se trata de una equivocación o descuido, que el proyecto de ley introduzca disposiciones que faculten al gobierno cerrar medios de difusión en el país. No es racional creer que los artículos 16 y 24 de la mencionada ley, son iniciativas de alguna comisión voluntariosa o producto del desconocimiento de la temática por parte de alguna diputada entusiasta; se trata -en todo caso- de la sistemática implementación de los componentes de la estrategia político - ideológica del partido de gobierno, destinadas a construir el estado social comunitario, incorporado en la nueva constitución política del estado. Por lo tanto, resultan -por lo menos ingenuas, sino carentes de contexto- aquellas iniciativas que recomiendan introducir modificaciones al texto de la mencionada ley, suponiendo que pueden lograrlo
Los personajes que controlan el gobierno, tienen muy clara su estrategia de construcción del estado socialista (endógeno, estatista, unipartidista y concentrador del poder) y nada parece influir para que cambien de opinión en este momento. Por el contrario, por un sinfín de factores entremezclados (internos y externos), gozan aún de la confianza y respaldo de grandes sectores sociales, lo que -con seguridad- les permite suponer que lo que están haciendo, lo están haciendo bien. Entonces, suponer que tiene voluntad de escuchar voces distintas a su guión, es francamente una ingenuidad. Ese es -a mi juicio- el principal motivo por el que a nombre de la lucha frontal contra el racismo y la discriminación, que es una lucha compartida por la gran mayoría de los bolivianos, hayan encontrado la manera de deshacerse de la crítica y los cuestionamientos a su gestión, que tanto les incomoda.
Diríamos que se trata -para utilizar sus propias palabras- de un “truquito” más, de los que incluso han reconocido, como es el caso de la reelección del presidente. Echando mano de un tema tan sensible como la discriminación en nuestro país, resuelven una de sus principales dificultades, la crítica a su gestión.
Todo esto no es una novedad. No pudiéramos decir que no lo sabíamos con anterioridad; sobre todo, cuando en los últimos meses hemos visto, como se aprueban las leyes en el parlamento plurinacional. La ley Marco de Autonomías, la Ley Marco del Órgano Judicial, la Ley Marco del Órgano Electoral, etc. etc., todas aprobadas de manera apresurada y sin escuchar ninguna crítica.
Finalmente -y como he dicho- aunque resulta irrelevante referirse al tema de fondo, no está demás señalar que una ley antirracismo en estos tiempos, es francamente anacrónica. Hablar de razas en pleno siglo XXI, es desconocer que –felizmente- la humanidad ya ha superado la peor de las discriminaciones que históricamente tantas tragedias le ha ocasionado. En todo caso, lo racional, lo responsable, lo efectivo para luchar contra todas las formas de discriminación existentes, antes que las medidas punitivas, claramente -la experiencia de otras sociedades nos lo enseñan- es aplicar medidas educadoras.
De manera general, la discriminación en todas sus formas, es una práctica muy arraigada en aquellas sociedades que creen que el mundo se acaba donde se acaba su realidad. Son sociedades que tienen miedo a lo distinto, son sociedades que no quieren ver más allá de sus confines. Diríamos, se tratan de sociedades que se pasan mirándose el obligo. Es ese su “enclaustramiento mental” el que les lleva a creer que lo distinto, lo extraño, lo diferente, debe ser suprimido, debe ser eliminado. Si hay una relación directa entre discriminación y libertar de expresión, es precisamente la visión arcaica de creer que aquellos que no piensan como uno, deben ser acallados.
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