Los awacatekas recuperan la paz 28 años después del asesinato de familiares
03 oct 2010
Fuente: Aguacatán (Guatemala), 2 (EFE).-
Por: Oscar René Oliva
Después de una espera de 28 años, los indígenas guatemaltecos de la etnia Awacateka han recuperado la paz con la exhumación de los restos de sus familiares, la primera impulsada por el Gobierno tras la firma de los Acuerdos de Paz de 1996, que pusieron fin a 36 años de guerra.
"Estoy muy contento, mi hermano ya apareció", dijo a Efe Isidro Ailón, de 65 años, tras hallar esta semana el cadáver de su hermano Gaspar Ailón y del hijo de éste.
Como Isidro, varios awacatekas han conseguido los cuerpos de sus familiares.
Ataviados con capas y paraguas, los vecinos del caserío Agua Blanca I, en la aldea Patzalán del municipio de Aguacatán (Huehuetenango), a unos 300 kilómetros al noroeste de la capital, esperaron pacientemente a que los antropólogos extrajeran a lo largo de esta semana huesos de dos fosas comunes halladas detrás de una escuela pública.
Con un sombrero de paja que por momentos retiraba de su cabeza, Isidro Ailón rompió una y otra vez en llanto mientras los antropólogos, con picos y brochas, extraían los huesos del cementerio clandestino bajo una constante Ab´bal (lluvia en la etnia Awacateka).
Pero, pese a la nostalgia que le provoca el brutal asesinato de sus familiares, el indígena awakateko, de 65 años, cuyos pies descalzos muestran las huellas del trabajo en la agricultura, no pudo ocultar su alegría al recuperar sus restos.
"Los militares llegaron a las 11 de la noche del 26 de febrero de 1982 al pueblo, rompieron las puertas y los sacaron por la fuerza, no pudieron escapar", narró en su pobre castellano, al recordar la forma en que dos de sus parientes fueron detenidos y luego asesinados por los militares.
Se trataba de su hermano Gaspar Ailón y el hijo de este, del mismo nombre, que fueron hallados a una profundidad de poco más de un metro de una fosa cubierta con una enorme plancha de hormigón.
Francisco, hijo de Gaspar, narró que tenía diez años cuando unos hombres "vestidos de tigre" (soldados con uniforme camuflado) entraron violentamente a su casa y se llevaron a su padre y hermano.
"Una hora después los fusilaron a la orilla del río. Nos quedamos huérfanos cinco hermanos y mi mamá. Ha sido difícil y no estoy muy contento porque seguimos sufriendo el dolor como antes, pero Dios nos va a dar el consuelo para quedarnos tranquilos porque el Gobierno no nos ha dado nada", apuntó.
Otros como Pablo Cruz Mendoza, cuyos hermanos, Félix y Roberto Virgilio, también fueron asesinados junto a los Gaspar por los militares cuando el tenía 16 años, no encuentra lugar para la paz.
Pablo no se enteró de la muerte de sus hermanos hasta tres años después porque se encontraba en la costa sur, a donde con frecuencia viaja para el corte de café, caña o de algodón para ganar el sustento para su familia.
"Me da mucho coraje, no es justo lo que hicieron los militares porque ellos no se involucraban en nada, eran campesinos trabajadores", señaló.
En un aula de la escuela, Juana y Micaela, junto a su madre Andrea Ailón, lloraron incansablemente.
El río Bucá en donde fueron asesinados los cinco indígenas -el otro es José Ailón Ailón- y que pasa frente a la escuela pública donde se hallaron las fosas, subió su cauce por las torrenciales lluvias.
Un maestro del establecimiento, Ricardo Solís, comentó que el caserío de Agua Blanca I está conformado por 160 familias, la mayoría de ellos, obligados a integrar las denominadas patrullas civiles -grupos paramilitares del Ejército para combatir la guerrilla en la guerra entre 1960 y 1996- en la década de los ochenta.
Los Ni´ (niños en Awakateco) jugaban ajenos a la tragedia que revivía el caserío, mientras los antropólogos y forenses colocaron los huesos en unas cajas de cartón, para hacerles un análisis y precisar las causas y hora de la muerte.
Ahora queda el análisis antropológico -algo que tardará, según explicó a Acan-Efe Federico Reyes, quien participó en la exhumación- para que los familiares de las víctimas puedan recibir las osamentas y darles sepultura.
Una vez retirados loe huesos de las fosas clandestinas, unos vecinos las rellenaron de nuevo con la tierra que durante 28 años cubrió las osamentas, y luego una copiosa lluvia borró esas huellas de la represión militar.
Fuente: Aguacatán (Guatemala), 2 (EFE).-
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.