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Orureños en la batalla de Boquerón - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
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Miercoles 29 de septiembre de 2010

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Fortín de la Patria

Orureños en la batalla de Boquerón

29 sep 2010

Fuente: LA PATRIA

Por: Jesús Elías Lucero - Miembro de la Sociedad de Historia de la Guerra del Chaco

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De relevancia a nivel mundial, es sin duda la epopeya histórica de la Batalla de Boquerón, donde exactamente hace 78 años el coraje y valor del soldado boliviano fue admirado por el mundo entero. Sin embargo poco se sabe de aquellos soldados que con la patria entre las manos, defendieron los más altos ideales nacionales, hasta quemar el último cartucho.

Mucho menos se conoce la procedencia de aquel puñado de valientes: benianos, cochabambinos, chiquitanos, chuquisaqueños, paceños, potosinos y por sobre todo, el grueso de filas compuestas por orureños, jóvenes ellos que dejaron bien plantado el nombre de Oruro, en la historia mundial.

EN LA PLAZA 10 DE FEBRERO

El 24 de julio de 1932 la juventud orureña escuchaba el clarín de la guerra, sin dubitaciones se presentaban los muchachos en el Cuartel Modelo, (hoy regimiento Camacho) de la ciudad; así, se conformaron los regimientos 14 de Infantería y 6 de Caballería. La euforia de los voluntarios, hizo que se les permita dirigirse a la plaza 10 de febrero de Oruro, al son del sacrosanto Himno Nacional, desfilaron ante el pueblo cuyo entusiasmo, nos dicen las crónicas, llegó al delirio.

El general Quintanilla, miembro del Estado Mayor del Ejército, aleccionaba a las tropas desde el balcón del palacio prefectural, mientras el conocido y malogrado héroe nacional, el aviador Rafael Pabón, dibujaba piruetas en el aire sobre la plaza principal de Oruro.

Esta concentración cívica se vio alimentada inmediatamente de planteles educativos completos de Oruro, el “Bolívar”, el “Dalence” también fueron parte de este desfile de despedida a nuestros jóvenes valientes, que se dirigían rumbo al Chaco.

ESTACIÓN DEL FERROCARRIL

La Estación de Oruro, muda testigo, presenciaba la despedida triste de los centenares de patriotas al son de la cueca “Adiós Oruro del Alma”. Marchaban hacia la gloria, dejando atrás a madres, hermanos, esposas y novias, sin imaginarse que la historia universal contemporánea les iría a guardar las mejores de sus páginas.

EN EL CHACO

Para los días siguientes (fines del mismo mes de julio) estos valientes ya se hallaban victoriosos y triunfantes, los del 6 de Caballería tomaban fácilmente los fortines paraguayos Yucra, Castillo, Lara y los del 14 de Infantería los fortines Arce y Rojas Silva.

EN BOQUERÓN

Para septiembre, conocido el avance de miles de paraguayos hacia tan preciado fortín en posesión boliviana, nuestros coterráneos partieron hacia aquel codiciado reducto paraguayo en posesión del regimiento boliviano Campos; la primera compañía del 14 de Infantería era batida y exterminada en el camino Arce-Boquerón.

Los camiones en que trataban de ingresar al fortín son emboscados por ambos lados de la picada (camino abierto a través del bosque), cayendo el 50% de los hombres. En esas condiciones totalmente adversas el Teniente boliviano Rosendo Villa, bayoneta en mano, se lanza contra el nido de ametralladoras ubicado a 20 metros por delante, esquivando la metralla, logra penetrar de un salto en la trinchera, acallándola y salvando la vida de los pocos sobrevivientes de esa acción. El cuerpo del Tte. Villa, jamás fue encontrado ni por bolivianos ni por paraguayos, lo que le ganó el título de "Teniente Fantasma" y a su destacamento como "Brigada Fantasma". Se encontraban entre ellos, los orureños, Alfredo Tellechi, Hernán Salazar, Félix Dalence, Rodolfo Luzio.

En contraste, los orureños de la segunda compañía del mismo 14 de infantería, comandado por el héroe de la patria, Cap. Tomás Manchego lo hicieron desde el Fortín Rojas Silva, recientemente conquistado, ingresando a Boquerón el 9 de Septiembre. Con el ingreso de este grupo se cerraba el cerco de la muerte tendido por los “pilas”, sobre el reducto.

A las 5:30 de la mañana, la artillería paraguaya abre fuego sobre el Fortín Boquerón provocando las primeras bajas bolivianas. A las 7:00 en las trincheras bolivianas, se escuchó la carga paraguaya a los gritos de "¡Aña memby....! ¡Viva el Paraguay! ¡Muerte a los bolís!"

Se trataba de regimientos íntegros de caballería y artillería, entre los que sobresalía en el centro el Regimiento Curupaity, desalojado de Boquerón el 31 de julio, y que por tanto pidió el honor de atacar primero. A los 100 metros de distancia la descarga de fusilería boliviana los frenó en seco. Cayeron centenares de jinetes con sus cabalgaduras. La carga había fracasado, decenas de muertos quedaron en el campo de nadie.

Ocho intentos desesperados sólo obtuvieron el mismo resultado: centenares de muertos paraguayos. En el fortín, mientras tanto, una veintena de efectivos bolivianos resultaron víctimas de la artillería del enemigo.

Por otra parte, los otros orureños del 6 de Caballería, siete días después, al mando del Cnl. Montalvo y entre ellos Capitán Germán Busch, rompían el cerco de más de 7.000 paraguayos, a las cinco de la mañana, hora en que embestían en el más violento aspecto del contraataque, con carga a la bayoneta, dándose incluso el lujo de conquistar el estandarte del Regimiento paraguayo “Acahay”.

La gallarda y poderosa Escuela Militar de Cadetes del Paraguay, llega para reforzar las unidades que atacan Boquerón. La Escuela Militar, comandada por el My. Bray, estaba compuesta de 1.600 hombres, considerada la mejor unidad del Ejército enemigo, "haría reventar las paredes de Boquerón".

Su comandante les arengó: "Hoy vamos a tomar Boquerón, no hay bolivianos que nos detengan, brindo por anticipado el triunfo con un trago de caña paraguaya".

Dictadas las órdenes de ataque, los cadetes de la Escuela Militar se lanzan al ataque y son recibidos por ráfagas de ametralladoras de los defensores bolivianos, que causan numerosas bajas. Muchos cadetes quedan tendidos en el pajonal y los demás se desbandan atemorizados ante el asombro de su Comandante Bray que se enfrenta con un suboficial, quien le contesta en guaraní: “Ojhasa pánico oré acá así pila bolí (pasaron por encima de nuestras cabezas los bolivianos)”.

Era debido a que una fracción boliviana al mando del Tcnl. Montalvo, que debía ingresar a Boquerón, llegó por retaguardia al iniciarse el ataque enemigo y desbarató el asalto de los soldados paraguayos.

El drama vivido ya para el 17 de septiembre dentro del fortín obligó al Capitán Busch a romper el cerco nuevamente y salir con tan solo la mitad del 6to de Caballería, sin embargo en la retirada, son abatidos veintiséis soldados quedando dentro del fortín un grupo de cuarenta y cinco hombres, entre ellos los orureños Renato Orellana, Nicolás Jaldín, Arturo Perales, Rodolfo Elías, Juvenal Aguilar, Luis Rivera, quedando gravemente herido Guillermo Elío.

Los del 14 de Infantería y el 6 de Caballería, engrosarían el número de combatientes bolivianos a 619 hombres, número ridículo en comparación a los 15000 soldados paraguayos que participaron durante los veintitrés días en la sangrienta lucha.

Para el 25 de septiembre la prensa mundial imploraba clemencia para ambos lados, uno que moría por metralla y el otro que desfallecía de hambre, sed, cansancio e insomnio. En Buenos Aires, por ejemplo, el titular de aquel día señalaba: “En Boquerón están escribiendo unos pocos soldados bolivianos la más bella página del heroísmo americano. Contados centenares de hombres luchan desde hace 15 días no solamente contra el enemigo mucho más numerosos, sino contra el hambre y la sed que les han impuesto los sitiadores. Antes que rendirse prefieren la muerte”.

La historia ya es consabida, para el 29 de septiembre, se calaron bayonetas en los fusiles y valientemente los soldados bolivianos esperaron a cuerpo gentil al enemigo quien viendo el estado de estos bravos combatientes, fueron asistidos de la manera más humanitaria.

El saldo de la batalla era conmovedor e increíble: Por Bolivia 107 muertos en acción y 50 heridos, por el Paraguay alrededor de 7.000 muertos y más de 2.000 heridos.

A los dos días los 400 prisioneros sobrevivientes eran recibidos en Asunción, por una multitud de personas, quienes en principio incrédulos y silenciosos observaban al grupo de escuálidas piltrafas humanas que en correcta formación descendían de la cañonera Humaytá, una embarcación paraguaya, bravos héroes que desfilaban ya por las calles de Asunción rumbo a su presidio, los mismos que un par de meses antes, lo hacían en las calles de Oruro.

El pueblo paraguayo rompió filas para acercarse y aplacar de alguna manera el sufrimiento de aquellos valientes, preguntándoles su procedencia, si eran casados, el nombre de sus madres, para establecer un vínculo de cartas y correspondencia.

El destino final fue Villa Hayes, donde aquellos orureños arrancados del colegio Bolívar o de la Universidad de Oruro, trabajadores de la alcaldía, o prefectura; campesinos y obreros, comenzaban cuatro largos años de prisión en medio de tratos unas veces humano y otras tortuoso, hasta el 27 de junio de 1936 en que los hijos de Pagador y de otras latitudes de la Patria, eran devueltos a sus familias para comenzar una vida nueva sin olvidar la gloria de aquellos momentos donde el soldado boliviano demostró al mundo su heroísmo y dignidad intactos.

Entre ellos, en muchos casos nos acompañaron en la vida cuotidiana orureña, recordemos a los orureños Arturo Perales Santander (que años después se hiciese abogado y compuso la tradicional cueca “Caminito amigo”, Antonio Arzabe Reque (de una tradicional familia orureña), Guillermo Elío (recordado periodista y redactor del periódico La Mañana de Oruro), Rodolfo Elías Peredo y Arsenio Minaya (Fundadores de la Fraternidad Artística y Cultural “La Diablada”), Luciano Osco (por muchos años portero de la Prefectura), Alberto Saavedra Peláez, Luis Antezana, Roberto Avaroa, Ernesto Cornejo, Julio Beltrán, Alberto Antezana, Galo Rodríguez, Arturo Ferrufino, Luis Lazo, Félix Dalence, Armando Ortiz, José Pérez, René Encinas, José Dalence e Isaac Borda (fundador del Club Social Ateniense) y muchos otros de distintas clases sociales y tantos otros que los recordaremos para siempre como ejemplo de patriotismo de la juventud de 1930.

Fuente: LA PATRIA
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