Hacía tiempo que el gobierno no se quedaba callado, titubeante y balbuceante, como ocurre ahora. No atina a responder al desafío de Juan del Granado para que sea un referéndum el que decida si Evo Morales puede o no ir a la re-elección.
Algo tendría que responder el gobierno, porque su silencio está preocupando. ¿Se atreve o no al referéndum? Hasta ahora sólo le han respondido con amenazas.
La propuesta de Del Granado coincide con el coraje de Mario Cossío y los otros gobernadores y alcaldes que son amenazados con la destitución. El gobierno ya no juega solo. Se acabó el monólogo.
El monólogo se había hecho costumbre. Ya nadie proponía temas a la agenda nacional, porque esa agenda estaba totalmente copada con los fuegos artificiales que crea el gobierno para tapar sus falencias.
Si falta el gas natural para las fábricas bolivianas, porque es más urgente exportarlo, entonces la batuta del gobierno imponía el tema de Chito Valle. Y si el manejo de la economía está mostrando fallas, entonces se lanza el tema de la ley anti-racismo.
Tan ocupados estaban los bolivianos con la agenda de cortinas de humo y fuegos artificiales que estaban a punto de olvidar los temas que realmente importan.
De pronto surge Del Granado y hace que el prestidigitador se paralice.
El último golpe de batuta del monólogo oficialista hizo que los bolivianos nos pongamos a hablar de una ley contra el racismo justo cuando quedaba evidente que hay gas natural para todos, menos para los bolivianos. La crisis del cemento había dejado al descubierto esta contradicción del gobierno que llegó montado en la ola de protesta que se llamó “gas para los bolivianos”.
Hasta ahora, el monólogo de los temas lanzados por el presidente era roto solamente por algunas disquisiciones con pretensiones intelectuales del vicepresidente acerca de su concepción del Estado. Con las cosas que decía el presidente en el exterior y las que se mandaba aquí el interino, no había espacio para otras noticias. La agenda de la actualidad estaba repleta.
Juan del Granado ha pedido la palabra y ha roto el monólogo. Menos mal. Esto se estaba pareciendo a una dictadura caribeña.
El debate sobre el racismo había sido planteado por el gobierno con una jugada de malabarista, porque se proponía ocultar que el propio presidente había despreciado en público a los pueblos originarios de los llanos orientales que quieren usar el derecho que les reconoce la constitución de ser consultados sobre decisiones que afecten su medio ambiente. El bullicioso debate sobre el racismo estaba planificado para negar que hay discriminación entre pueblos originarios, según de dónde sean y según cuántos sumen para efectos electorales.
La batuta estaba produciendo prodigiosos efectos: protestar contra el racismo de los medios pero el presidente admitía, en público, que los pueblos aymaras le hacen “perder el tiempo”. Una actitud discriminadora y racista.
Pero sería bueno que el gobierno responda al desafío del ex alcalde de La Paz. Debe tener cuidado, porque es un abogado que tiene práctica en enfrentar a dictadores.
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