Los Siervos de María están celebrando los 60 Años de su servicio en el Santuario de la Virgen del Socavón. Es lógico preguntarnos quiénes son. Ellos mismos, en el primer artículo de sus Constituciones, se definen: “La Orden de los frailes Siervos de María, surgida como expresión de vida evangélico-apostólica, es una comunidad de hombres reunidos en el nombre del Señor Jesús. Movidos por el Espíritu Santo, nos comprometemos, como nuestros Primeros Padres, a dar testimonio del Evangelio en comunión fraterna y a vivir al servicio del Dios y del hombre, inspirándonos constantemente en María, Madre y Sierva del Señor”.
Desde el ambiente social, eclesial y cultural en que surgió la Orden de los Siervos de María (siglo XIII, Florencia, Italia), su forma de vida va integrando elementos importantes: encuentro desde un oficio común – amistad – penitencia – misericordia – oración – contemplación – consagración – posibilidad de ampliar la fraternidad a otras personas y grupos y extensión de la experiencia de vida fraterna en otras localidades del planeta. Es decir, proyectan una imagen integral e integradora, capaz de ofrecer un espacio acogedor que motive a vivir la fe en búsqueda de la felicidad compartida, especialmente con el sector más vulnerable de personas en la sociedad.
El impulso inicial es la apertura al Espíritu, que proyecta la existencia de los Siervos de María desde el centro hallado en Cristo hacia el servicio, con la ejemplaridad mariana como inspiración para su forma de vida variadamente expresada.
En relación a otras épocas de la historia de la humanidad, la época actual, caracterizada por la comunicación vital y tecnológica a nivel global, es la que mayormente posibilita a los Siervos de María la explotación de su forma de vida, pues les brinda la posibilidad de relanzar el original estilo de vida fraternal, atendiendo a los actuales impulsos del Espíritu interpelándolos en distintas direcciones.
El anhelo es ubicar la mente y el corazón de las personas y los proyectos de las naciones en la óptica del Reino, que comenzó en actitud integral e integradora por la acción del Espíritu en la vida de la Virgen María. El gozoso anuncio de la encarnación de Cristo por obra del Espíritu por medio del Ángel procedente de Dios Padre suscita felicidad en la persona de la Virgen y proyecta la recreación de todo desde las bienaventuranzas, como norma global de toda reorganización a nivel local y universal.
Entendemos que a los 777 años de fundación de la Orden (1233-2010), los Siervos de María experimentan un difícil pero igualmente gozoso desafío de reinventar la fraternidad ahora, atendiendo al Espíritu Santo que interpela por la comunicación vital y tecnológica: sus beneficios (la amistad mediática, la formación virtual, la presencia virtual contemporánea en todos los espacios donde llegan los medios de comunicación); el resquebrajamiento de la base de toda comunicación vital (la relativización impuesta de los valores permanentes en los medios de comunicación); la proyección misma de la comunicación vital y tecnológica en relación con: la naturaleza (sensibilizar ante la crisis ecológica global), la movilidad de las personas (acompañar la migración de millones de personas), el problema social de la pobreza (luchar contra la exagerada brecha entre pobreza y riqueza de personas y naciones), la dignidad de la mujer (sensibilizar en la promoción y defensa de los derechos femeninos), el sentido de la existencia humana (promover el diálogo interreligioso), la valoración de la cultura (hacer conocer la reivindicación de las culturas aborígenes); el sueño de otro mundo posible (consensuar la instauración de la paz y la justicia). Y otras realidades por todos conocidas.
Es para los Siervos de María el tradicional aspecto de la misericordia, de genuina inspiración mariana, que va más allá de la pura compasión. Para ellos, misericordia es actuar según el corazón de Dios, que no desaprovecha las condiciones históricas para hacerse compañero de tantas personas en su pasión, hoy por hoy compañía, también desde la comunicación tecnológica que hace del acto de acompañar algo siempre y densamente vital, capaz de acercarnos el verdadero sentido de la vida a la luz de la fe.
Fuente: LA PATRIA
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