Literatura boliviana del periodo republicano
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Natalia Palacios. La Paz, 1837 – 1918. Profesora y poeta de vocación. Su vida docente fue fructífera llegando a ser inspectora de Ciclo Básico cerca de 10 años. Se preocupó por llevar alivio a los desamparados, fundando con un grupo de damas la Sociedad de Beneficencia de Señoras. Cuentan que durante la sangrienta asonada del 15 de enero de 1871 que derrocó a Mariano Melgarejo, la poeta auxilió a los heridos como una activa samaritana.
Fue autora de varios estudios pedagógicos. Trasunta sus experiencias en Ensayos sobre la educación de la mujer boliviana y en Ensayos literarios. Junto a Adela Zamudio, cultivó su poesía con sonetos bien estructurados. A continuación Primavera, aparecida en 1878.
Primavera
Cubierta con el velo de la aurora
y entre nubes de nácar esplendente;
coronada de rosas su alba frente
ya desciende la reina de la flora.
Viste los campos y la flor colora;
púdico aliento, perfumado ambiente
juega en el prado, y doquier se siente
su majestad risueña, encantadora.
El tiempo su carrera no detiene;
no trinan ya en la selva ruiseñores,
que en pos de fresca primavera viene.
Calor que agosta las lozanas flores:
así la dicha al hombre placentera
la abandona cual flor de primavera.
El tema de la muerte ha sido abordado por los poetas románticos a través de coronas fúnebres y homenajes póstumos. Así se manifiesta en La muerte de la Señorita María Mercedes Videla, aparecido en el folleto del Círculo Literario de La Paz en 1878, canto reminiscente y elegíaco. La primera estrofa de la etopeya esboza un delicado retrato de la difunta. Le sigue el paisaje paceño, con su peculiar topografía.
Las exclamaciones de dolor y los epítetos como tránsito inevitable se subliman en un piadoso encuentro con Dios. El poema concluye con un acto de fe cristiana en la seguridad que ese perdido cuerpo, ahora en la otra orilla de su destino, goza de ventura. De esta manera, la elegía cobra un aliento de paz por la llegada a la casa de la dicha sin igual:
La muerte de la Señorita María Mercedes Videla
Pura fue, cual blanco lirio,
gentil como la palmera,
de la hermosa primavera
la más perfumada flor
Del Choqueyapu en las ondas,
del Illimani en la falda,
en sus campos de esmeralda,
hallar la vida creyó.
Mas, ¡ay! que la impía muerte
en la edad bella y florida
cortó el hilo de su vida
marchitando su ilusión.
Una sola noche el cielo
de La Paz la cobijó:
mustio y triste contempló,
su hermosura y su dolor.
Tierna madre, vuestro duelo
mitigue el ángel que hoy goza
en la mansión venturosa
de una dicha sin igual.
No lloréis, que es egoísmo
retener en esta tierra,
do tantos males encierra,
a un ángel que vuelve a Dios.
No lloréis, que aquí una miga
sobre su tumba, afanosa
guirnaldas de gualda y rosa,
siempre frescas le tendrá.
Fuente: LA PATRIA
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