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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 “EL MAS y sus sueños” - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
“En enero de 2006 se inició un proceso sin antecedentes en la historia patria. Al fin el pueblo llegó al poder de la mano de y de grupo, las que abundaron consistentemente durante más de 180 años un partido, el Movimiento Al Socialismo, despojado por completo de ambiciones personales de vida republicana. La vieja oligarquía boliviana fue arrinconada gracias al heroísmo de las clases desposeídas que en épicas batallas sociales, especialmente las que se marcaron con grandezas maravillosas de los siempre humillados y condenados a las miserias de los regímenes despóticos, como las de la “Guerra del Agua y las de Ninguna molécula de gas a Chile” (protagonizadas por los valerosos cochabambinos y alteños) marcaron el destino de los pobres.
Los gobiernos de Paz Estensoro, Paz Zamora, Bánzer Suárez, Quiroga Ramírez y Sánchez de Lozada no significaron más que los últimos intentos de la moribunda clase dominante para perpetuarse en el ejercicio malévolo del poder para beneficio de pocos y ante el gemir de millones de explotados, tanto en las ciudades como en el campo. Y los otros gobiernos, los de Mesa Gisbert y Rodríguez Veltzé, hicieron posible el último afán reformista de preservar los intereses de una casta inepta y corrupta, la de los grandes propietarios capitalistas y los otros, los que produjeron en el latifundio su medio y fin de vida. En realidad, con diversos matices, los primeros y los siguientes, no hicieron más que hacer oír el aullido lastimero del lobo maldito, el de la burguesía moribunda.
Con Evo, y el MAS, llegó el hálito vivificador, el amanecer brillante que no sabe de mediocridades. Las masas se sintieron felices porque ¡uno! como ellas ocupó la silla presidencial: Evo. Y las mejoras se empezaron a visualizar en el día a día de los bolivianos. Desaparecieron las uñas de los sinvergüenzas, evitando graves sangrías al patrimonio de la Nación, se expulsó de las instituciones públicas a corruptos y, mejor todavía, se botó a ineficientes y burócratas de toda laya para beneficio de la ciudadanía de a pie.
A partir de bonos salvadores, y justos por los casi siempre humillados y vilipendiados, se permitió a los pobres cubrir sus necesidades más apremiantes en la vigencia de nuevas leyes en razón de la ocupación física de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, para, evidentemente, conseguir algo mejor. Los tribunales empezaron a funcionar con eficiencia en favor de los pobres. Sus fallos respondían a reglas de moral universal y se inscribían en los hechos de honor general.
El MAS regeneró a las empresas estatales, convirtiéndolas en ejemplo de administración, la empresa petrolera boliviana, YPFB, posibilitó que los ingresos por la venta de hidrocarburos pasaran, en lo fundamental, al patrimonio de los bolivianos.
Y las cooperaciones venezolana y cubana hicieron lo demás. Voluntarios decididos que trabajaron “sin sueldo” atendieron a millones de bolivianos necesitados de colaboraciones en salud y educación, desestimando las ayudas de la Comunidad Europea y Estados Unidos que supuestamente chantajeaban al estado boliviano para plantear y exigir el cumplimiento de condiciones inmorales. ¡Al fin se acabó la ignominia!
A raíz de todo este beneficioso proceso, el pueblo boliviano empezó a vivir de sus recursos naturales y en el corto espacio de tiempo, cinco años, se colocó en un lugar privilegiado en desarrollo humano y en desarrollo económico como fruto de la tremenda lucidez de su Presidente y su equipo de genios de la historia. ¡Loor a los nuevos héroes de la Patria!”.
Pero, no obstante, como habrá podido comprender el amable y lúcido lector, lo anteriormente narrado responde exclusivamente al universo de las fantasías. La realidad es muchísimo más fea y paulatinamente nos conduce al abismo. Negrísimos nubarrones se ciernen sobre la Patria boliviana y mestiza como la que queremos. Solamente el pueblo consciente podrá decir ¡Basta! y poner fin al infierno populista que encarcela la palabra y pervierte las conciencias.
(*) Politólogo
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