La ideología llamada liberalismo, es el sistema que prescinde de Dios, tomando como criterio único y exclusivo de todo acto moral ya privado o ya público, la razón y la voluntad del hombre. De ahí, que, Juan Pablo el Magno, lo describiera como una de las tendencias que hoy en día están socavando los fundamentos mismos de la teología moral. En la encíclica “El esplendor de la verdad” denunciaba el Romano Pontífice los aprestos liberalistas que buscan "erradicar la libertad de su relación esencial y constitutiva con la verdad".
En los cinco últimos lustros, la palabra liberalismo ha adquirido una connotación peculiar en relación a la economía; ciertamente el liberalismo económico definió, y sigue definiendo el decurso de las economías de los estados. El liberalismo tiene su génesis en los arrogantes intelectuales de la Ilustración durante el siglo XIX, ideología que buscaba de todas formas, la separación Iglesia - Estado, siendo ésta, objeto de profundas condenaciones papales, especialmente de los pontífices León XIII y Pío XI. San Pío X condenó asimismo la ideología del liberalismo, como parangón del modernismo.
El Papa León XIII -cuyo bicentenario de su nacimiento acaba de recordarnos el Santo Padre Benedicto XVI-, en la encíclica Libertas, alertaba respecto de ese sentido esencialmente irreligioso del liberalismo, que en el siglo XX tuvo sus expresiones radicales más elocuentes encarnado en la doctrina y el sistema nazi fascista.
Alberto Caturelli señala que “tanto el liberalismo extremo (ateo), como el liberalismo moderado (deísta) como el liberalismo muy moderado (“cristiano”), admiten una zona (el orden temporal) de autosuficiencia del hombre: El primero porque niega la existencia de un orden trascendente al temporal; el segundo porque lo ignora y el tercero porque lo separa. En el orden práctico, viene a resultar lo mismo”.
Pío XI lo condenó dándole el nombre de laicismo, y el mismo pontífice advertía que del liberalismo nacen, como hijos suyos naturales, el socialismo y el comunismo (Encíclica, Divini Redemptoris).
Liberalismo y laicismo, hoy por hoy son dos conceptos análogos, en este sentido de abstracción entre lo religioso y lo político, “lo cual es un factor decisivo de la actual confusión de ideas”.
Nada más oportuna y gestual entonces, la beatificación hoy, 19 de septiembre de 2010, en Gran Bretaña por parte del Papa Benedicto XVI, del cardenal John Henry Newman, quien, al recibir el nombramiento que le anunciaba su designación cardenalicia (12 de mayo de 1879) decía entre otras cosas lo siguiente: "Me alegra decir que me he opuesto desde el comienzo a un gran mal. Durante treinta, cuarenta, cincuenta años, he resistido con lo mejor de mis fuerzas al espíritu del liberalismo en religión. ¡Nunca la Santa Iglesia necesitó defensores contra él con más urgencia que ahora, cuando desafortunadamente es un error que se expande como una trampa por toda la tierra! Y en esta ocasión, en que es natural para quien está en mi lugar considerar el mundo y mirar la Santa Iglesia tal como está, y su futuro (...) El liberalismo religioso es la doctrina que afirma que no hay ninguna verdad positiva en religión, que un credo es tan bueno como otro, y esta es la enseñanza que va ganando solidez y fuerza diariamente. Es incongruente con cualquier reconocimiento de cualquier religión como verdadera". Un profeta.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
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