Empeoran los alimentos, otra vez

Más de mil millones de personas sufren hambre crónica en el mundo, cuando se produce un nuevo ascenso global en los precios de los alimentos.

Entre las crisis existentes se agudiza esta, nunca totalmente desaparecida, aunque algunos medios simplifican su agravamiento.

Mas, el cambio climático y la desigualdad en la distribución de los ingresos no dejan de estar presentes ni de ser concomitantes con el fenómeno agravado.

La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) ha convocado, por eso, a una reunión especial sobre los precios de principales medios de subsistencia.

Teme que se repitan los episodios de escasez que desembocaron en disturbios en más de 30 países pobres, apenas dos años atrás.

En los últimos meses, los precios mundiales de los alimentos aumentaron el cinco por ciento, el mayor nivel en el bienio, una razón suficiente para que cunda la alarma.

En los últimos días, el incremento desencadenó violentos disturbios en Mozambique e indignación en Egipto y Serbia, aunque la situación más grave se presenta en Paquistán.

Allí, a las enormes inundaciones se añade el incremento del 15 por ciento en el costo de los víveres, una circunstancia de gravedad excepcional para decenas de millones de personas.

Expertos y altos funcionarios de la FAO remarcan que los aumentos no se deben al elevado costo del petróleo o al empleo de los alimentos en la producción de agrocombustibles, como años antes, sino a factores climáticos en Rusia y a las cotizaciones del azúcar y las oleaginosas.

Esto parece más preocupante que alentador, debido a que sobre el fenómeno están incidiendo gravemente las deterioradas condiciones climáticas, más alarmantes cada día.

A lo que se añade el carácter especulativo que adquieren los artículos de primera necesidad ante el más leve movimiento del mercado a la baja.

El presidente del Consejo de la FAO, Luc Guyau, informó a finales de agosto que el alza del trigo era "mucho más especulativa que en 2007", situación que pudiera agravarse y extenderse a otros productos.

En días recientes, violentas manifestaciones en Mozambique contra el alza, reedición de las de 2008, alertan al mundo sobre las necesidades y las extremas carencias en los países más pobres.

Apenas un nuevo aumento en el costo del pan provocó protestas que ocasionaron 10 muertos en tres días.

Esta magnitud puede interpretarse como grave si se tiene en cuenta que las manifestaciones se desencadenaron sólo por un producto al alza.

Ello revela lo próxima que está de rebozarse la copa ante una nueva gota.

Minimizar el fenómeno constituiría una evasión frente a la verdadera magnitud del drama global, una lección no aprendida ante las explosiones sociales de 2008.

Los mercados financieros se lanzan especulativamente, entretanto, sobre las materias primas y los alimentos más carentes, algo en que los países pobres no tendrán ni mínimas oportunidades.

Frente a esta circunstancia, el mundo se encuentra en un siglo con limitadas oportunidades de solucionar carencias masivas.

Al final de la centuria más de la mitad de la población mundial pasará hambre y residirá en zonas populosas carentes de agua.

De continuar las circunstancias actuales, el mundo sufrirá una crisis demográfica sin precedentes antes de 2100.

Es difícil suponer una humanidad de más de nueve mil millones de personas habitando un planeta en el cual ahora, con alrededor de seis mil 800 millones, se torna angustioso enfrentar una "leve situación" alimentaria.

Es indudable que, sin adecuado equilibrio entre las capacidades productivas y la redistribución de las riquezas, el siglo se avizora como de elevada conflictividad e inquietantes expectativas.

Estudios han demostrado que la mitad de la población sufrirá aguda crisis alimentaria antes de 2100, debido al cambio climático, el cual dañará las cosechas en las zonas tropicales y subtropicales del planeta.

Las universidades estadounidenses de Stanford y Washington revelaron hace poco que las temperaturas más cálidas reducirán del 20 al 40 por ciento los rendimientos de las cosechas de maíz, arroz y otros productos.

La población, por el contrario, podría alcanzar los nueve mil 400 millones de habitantes en el 2050 y los 11 mil 200 millones en el 2100.

Sin duda, esto convoca a acelerar un proyecto de desarrollo sostenible antes de que las explosiones augurales de hoy se tornen emergencias urgentes.

El planeta, ya próximo a los siete millardos de pobladores, estuvo habitado por 728 millones a mitad del siglo XVIII, mil 171 millones en el siglo XIX y dos mil 516 millones hace apenas 60 años.

Es evidente una explosiva progresión entre aumento de consumidores potenciales y disponibilidades de productos, en medio de una distribución desigual.

La capacidad adquisitiva de la población se concentra cada vez más, en tanto que las necesidades del consumo se expanden.

Países desarrollados mantienen un crecimiento poblacional de tendencia negativa, pero se encuentran amenazados por graves problemas migratorios desde el Tercer Mundo.

Qué ocurrirá ante desastres mayores, si ahora la suspensión de las exportaciones rusas de cereales hasta la cosecha de 2011 provoca déficits, encarecimientos y protestas por el trigo, el centeno, la cebada, el maíz.

La mayor sequía en 50 años ha destruido allí cientos de miles de hectáreas de cultivos y contribuye a que queden sin estos suministros países como Egipto, Israel, Irán, Turquía, El Líbano y Siria.

A ello se unen los devastadores incendios en el centro y oeste rusos, que han contribuido a sustraer sobre 37 mil millones de toneladas de granos del mercado.

Por ambas razones, su cosecha ha mermado de 97 a cerca de 60 millones de toneladas, según medios periodísticos, en uno de los mayores exportadores mundiales.

Hafez Ghanem, director general adjunto de la FAO, acaba de advertir que los mercados alimentarios básicos permanecerán volátiles durante los próximos años, por lo que la comunidad internacional necesitará desarrollar fórmulas adecuadas para afrontar la situación.

Esto ocurre precisamente cuando la humanidad se encuentra más amenazada por el cambio climático planetario, que afecta a todos, y por la injusta distribución en el mundo.

(*) Editor de temas globales