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Domingo 15 de agosto de 2010

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Cultural El Duende

Desde mi rincón:

Virgen de Urqupiña

15 ago 2010

Fuente: LA PATRIA

TAMBOR VARGAS

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Cuando escribo estas líneas faltan pocos días para la fiesta quillacolleña de Urqupiña. Una vez más viviremos las escenas por demás conocidas: la entrada, la misa de la Asunción de María, los políticos que ‘posan’ ante las masas confiando sacar réditos electorales, la afanosa búsqueda de piedras del cerro (urqu), el consumo de alcohol con las consabidas peleas, las promesas ediles y policiales de que el año próximo habrá normas más estrictas, etc. Y uno, a veces, se pregunta por qué estas manifestaciones de ‘piedad’, suponiendo que sea ‘popular’, han de pasar por el equivalente de la devoción ‘católica’ (los actuales ‘neoextirpadores’ descolonizadores de la ‘nueva idolatría occidental católica’ la justifican gratuitamente como sincretismo).

Naturalmente, como todo en este valle de lágrimas, también Urqupiña tiene su historia. Y el pasado es lo único que puede explicar el presente. Pero entonces, ¿por qué no se estudia ese pasado? Y mientras no se haga, ¿quién se va a poder quejar de no entender el presente? Y a fe que no es poco lo que en las últimas décadas se ha publicado sobre el tema de Urqupiña. Aunque, en honor a la verdad, también hay que confesar que todos los libros impresos hasta ahora se han contentado con recopilar una disparatada cantidad mayor o menor de artículos previamente aparecidos en la prensa local: en ellos suele predominar más lo extrarreligioso que lo religioso; y los presupuestos o las hipótesis, que lo averiguado y comprobado.

Sin embargo, hay que reconocer que existen algunas excepciones. Y en particular una, a la que aquí quiero referirme. Se trata de la obra del P. Alfredo Ramos Félix, Urqupiña. Una luz de esperanza (Cochabamba, Instituto de Misionología – Parroquia de San Ildefonso – Kipus, 2009, 245 p., ilustracs.); tesis con que su autor obtuvo la licenciatura en Misionología en la Universidad Católica Boliviana (octubre de 2008). Supongo (el autor no parece decirlo) que el texto de la tesis y el texto del libro publicado coinciden básicamente, aunque también debe suponerse que la versión final impresa ha sufrido algunos cambios como efecto de las observaciones que se supone le hizo el tribunal que la juzgó.

La obra de Ramos está dividida en tres partes fundamentales: 1) antecedentes etno-históricos; 2) descripción y análisis de la festividad misma; y 3) reflexión misionológica. No pudiendo aquí presentar ni siquiera una síntesis de la totalidad del libro, me concentraré en el apartado histórico de la primera parte, examinando sus aportes y sus logros. Después discutiré algunos puntos concretos.

La segunda sección de la primera parte lleva por título “Mito e historia” (pp. 60-88); en ella, dejando de lado algunos elementos marginales, nos interesan en particular, los apartados sobre “Los inicios de la devoción popular mariana en Bolivia” (pp. 62-65), sobre “Las leyendas de la Virgen de Urqupiña” (pp. 65-73) y, muy en especial, sobre la “Historia de la festividad de la Virgen de Urqupiña” (pp. 73-84). Es decir, estamos ante algunos presuntos antecedentes; ante las versiones legendarias; y ante los datos documentados del fenómeno estudiado. En la primera el autor se refiere a las advocaciones marianas de Qupakhawana, Socavón de Oruro y Cocharcas (Perú); de ellos, el tercero anda envuelto en vaguedades legendarias, aunque parece íntimamente dependiente de Qupakhawana (pero sin lazos con Urqupiña); el segundo coincide con Urqupiña en que anda secuestrada por el folclore urbano; el primero, en cambio, aunque ha perdido la hegemonía andina, mantiene un perfil religioso, así como su antigua proyección americana y europea. Sea como fuere, Ramos no ofrece información novedosa: apenas si logra sintetizar la que anda impresa por la bibliografía.

Vayamos a las leyendas de Urqupiña. Al respecto destaca su abundancia y en ella se detiene en subrayar momentos de especial creatividad (decadencia minera, levantamientos kataristas, pestes quillacolleñas); pero no se detiene a un control de la confianza que se les puede otorgar: en efecto, pueden hablar hasta del siglo XVII, pero todas las versiones conocidas sólo están documentadas en el siglo XX (Mercedes Anaya, Francisco Cano, José Vargas Valenzuela, Periodistas Asociados, Darío Caballero…); no sólo esto, sino que, en dichas versiones, se ha vuelto un gesto de rigor el callar sobre las circunstancias y soportes de la transmisión oral y escrita (cuando la hay). Es éste, sin duda, un punto débil en el andamiaje de Ramos (hablar en la p. 67 de “tradición inmemorial de la Virgen de Urqupiña” parece, francamente, un exceso verbal).

¿Y qué decir de la historia? Descarta la propuesta de Mesa – Gisbert sobre la ‘migración’ de una Urqupiña de Cinti al valle cochabambino; a fin de cuentas, como todos los demás que han tocado el tema, ha de apoyarse en el dato presentado por Grigoriú que documenta para 1760 la festividad de la Asunción de María, el 15 de agosto, aunque en él no hay mención de Urqupiña; y otro dato de 1770 de Villarroel Triveño sobre pérdida de joyas (esta vez sí con mención de la Virgen de Urqupiña, si hemos de dar fe al resumen de Ramos) (pp. 73-74); siguen otros datos, naturalmente más abundantes, para los siglos XIX y XX; así hasta llegar a nuestros días.

¿Qué podemos pensar? Que en el siglo XVIII en Qillaqullu se veneraba la Virgen María en su advocación de la Asunción (lo mismo que en Oruro); que a finales de aquel siglo aparecen las primeras menciones de Urqupiña. Que, como ‘fiesta patronal [adjetivo que en español procede de ‘patrono’, no de ‘patrón’!] de indios’, subsistió hasta poco después de la Reforma Agraria de 1953; y que sólo en las décadas que siguieron se produjo una verdadera ‘mutación’.

Y de esa ‘mutación’ del último medio siglo surgen las dudas más importantes acerca de la interpretación que el P. Ramos ofrece del fenómeno. Por una parte, al masificarse ha perdido su rasgo de identificación indígena o campesina o rural (con un presunto marco de referencia andino), pasando a definirse por otro urbano. Por otro lado, ni siquiera podría definirse por un marco de referencia ‘popular’, a menos que predefiniéramos como ‘popular’ lo que se vincula a la devoción a la Virgen de Urqupiña, incurriendo en un círculo viciosísimo. Aunque ya queda fuera del capítulo sobre la sustancia histórica documentable, pienso que el tercer punto discutible es el del contenido cristiano de la festividad; al respecto, la coartada habitual ha sido hablar de ‘sincretismo’; Ramos probablemente preferiría hablar de ‘fe inculturada’. ¿Basta lo uno o lo otro? Tengo mis dudas. Quizás el rasgo actual más significativo de la festividad es su contenido ambiguo por la coexistencia de diferentes referentes cristianos o, simplemente, religiosos. Y esto hace bastante más difícil la apropiación simbólica bajo una sola clave hegemónica (como hace, en un “Prefacio” tan desorientado como desorientador, el P. Simón Pedro Arnold OSB: basta aludir a su afirmación fáctica de que actualmente en Bolivia “los indígenas están en el poder”, p. 13).

Resumiendo: siempre habremos de agradecer al P. Ramos que haya sido el primero en sintetizar y sistematizar la información disponible sobre Urqupiña. Personalmente me temo que la adopción del marco teórico (antropológico, teológico y misionológico) ha acabado hipotecando la descripción, interpretación y valoración del tema. Entre otras varias razones, porque la información de larga duración disponible es demasiado endeble para levantar tales edificios: la hipótesis ‘andinista’ y, a fin de cuentas, ‘ancestral’ le ha impedido ver el presente con sus profundísimas ambigüedades, cuando se quiere definir la celebración en términos de cultura y, todavía peor, de sus sujetos. Y en este sentido, es difícil que la sesgada visión etnicista en que se apoya y que se desprende de su descripción pueda orientar con acierto la acción pastoral de la Iglesia. Ahora bien, un posible replanteamiento de la cuestión sólo podría darse fuera del marco limitado de la festividad de la Virgen de Urqupiña, pues lo trasciende.

Lamento que Ramos haya callado lo que ha callado o, acaso, excluido. De haberlo incluido, habría podido hacer justicia al meollo de ambigüedad en que ha venido a dar la festividad de María de Urqupiña.

Fuente: LA PATRIA
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