El tiempo de las facturas para la oposición también ha llegado. Para esa oposición arrodillada y aturdida que no atina a ejercer su rol con inteligencia y valor civil. Está en la Asamblea como relleno con la sola función de cohonestar las arbitrariedades legislativas. Facturas que tienen que ver con lo que hizo mal o dejó de hacer. En política, como en casi todo, los errores se pagan. Cuanto más grande el error, tanto más dura la consecuencia.
El anuncio del Vicepresidente se cumple a rajatabla. La quinta etapa del “proceso de cambio” comprende, además de la implantación del poder total, la agenda de la persecución a los opositores. Jueces, fiscales y abogados están a la orden. El régimen juega ahora a cara descubierta. Tiene en sus manos todos los instrumentos y los recursos. La Asamblea Plurinacional no está en condiciones de negarle absolutamente nada.
Las aberraciones culposas de la oposición parlamentaria se patentizan hoy con innegable evidencia. Tal vez en su momento le era difícil creer, pero ahora está viendo y sintiendo en carne propia las consecuencias. La diputad Adriana Gil (de convergencia nacional) ha asegurado ante la prensa que “el ex presidente Tuto Quiroga fue el principal socio del actual gobierno, cuando le dio la reelección indefinida a Evo Morales con el voto en el Senado, cuando apoyó el revocatorio y cuando apoyó la Constitución asegurando que hubo pacto social y consenso”. El “Rambo” político que tenemos al frente es una hechura de la oposición, ni duda cabe.
Aprobada la Constitución de la Glorieta, las leyes largas y cortas fueron saliendo por vía expedita, “sin debate, a fardo cerrado” “Leyes penales aparentemente nobles -dice el analista Carlos Alarcón- pero que persiguen ocultamente propósitos infames, el principal de ellos sembrar el terror para eliminar el disenso con el régimen autoritario”
Cuando varios ex mandatarios manifestaron en conjunto su desacuerdo y su protesta por la amenaza de enjuiciarlos sin ninguna garantía de legalidad, Evo Morales salió al paso en persona para responder que aquellos eran “delincuentes confesos organizados en sindicato para defenderse”, a lo que el mismo analista antes citado dijo de Morales: “montó la guillotina judicial y ahora dicta sentencia”.
Es grave la situación. ¿Pero qué hacer?
Ensayamos una conjetura de cuesta arriba. Al parecer, sólo hay una posibilidad. Un recurso extremo. Una especie de acto suicida, pero a cambio de rescatar la dignidad. Si todo lo que cuesta la dignidad es demasiado caro; a la inversa, nada vale tanto como la dignidad para luchar por ella “hasta las últimas consecuencias”. Esa posibilidad es pues que toda la oposición en bloque abandone la Asamblea mediante una renuncia colectiva, como protesta por los abusos que está cometiendo el oficialismo, prevalido de la eventual mayoría cuantitativa de que dispone.
Pero la cosa es si la oposición estaría en condiciones morales y de sacrificio heroico para iniciar ese tipo de lucha. Se requiere una moral de combatiente, y de combatiente dispuesto al sacrificio. La patria, la libertad, la democracia amenazadas tendrían que pesar más, mucho más que las prebendas, las dietas y figuraciones para renunciar a ellas sin pena, sino más bien con cierto desprecio. ¿Serian capaces de todo eso?
A pesar de su constante adversidad, si nos fijamos bien, Bolivia es más una tierra de rebelión que de sumisiones resignadas. Aquel emblema de La Paz: “Cuna de la libertad y tumba de tiranos, fue y es tácitamente extensivo a toda la República. Sin exclusiones: también los indígenas tienen porqué luchar. Los que gobiernan hoy no habían sido lo que se creía que eran. Son otros; son aquellos que no estaban en los momentos de la lucha, pero aparecieron a la hora de los beneficios del poder. Y no son indígenas.
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