“Las palabras conmueven, pero el ejemplo (bueno o malo) arrastra”, es el antiguo adagio de autor desconocido que muchas veces hemos escuchado o repetido.
Cuando fue conocido por los medios el escándalo Clinton-Lewinski, me desagradó que se hiciera público el mismo, por el hecho, de que si el Presidente del país más poderoso del mundo reconocía ese “desliz”, cualquier ciudadano de a pie con toda propiedad, diría que tiene asimismo el derecho de hacer lo que quisiera.
Hace unos días conversando con una periodista, respecto del -al parecer-, imparable aumento de consumo de bebidas alcohólicas en menores de edad, salió el tema del por qué, los adultos permitimos ese excesivo beber, que está conduciendo a una visible dependencia alcohólica de las generaciones jóvenes, de consecuencias graves.
Ningún padre de familia, estará de acuerdo en que desea que sus hijos, sean, cuando adultos bebedores excesivos, o alcohólicos, o adictos. Todos anhelamos para las generaciones nuevas, un futuro mejor, de ahí que los padres de familia buscan para sus hijos buena educación, mejores colegios, estudios universitarios, les proveen de recursos tecnológicos, como la computadora, el internet, buen vestido, etc.
Pero tristemente, hay que afirmar, que hay un alarmante y creciente descuido en inficionar los buenos hábitos, como el respeto a los demás, un lenguaje libre de palabras procaces, el servicio, la autodisciplina, el pudor. En otras palabras hay una crisis de valores. Y si no hay valores, es porque no hay personas virtuosas.
El buen ejemplo debe comenzar en la familia, “la caridad empieza por la casa”. ¿Cómo puedo decir a un niño que es malo embriagarse, si yo lo hago? ¿Cómo puedo exigirle respeto, si yo se lo falto todo el tiempo?
Ese mismo principio es aplicable con toda certidumbre al buen ejemplo que deben dar quienes ostentan un cargo de autoridad. Comenzando por quienes imparten educación, pasando por los funcionarios públicos hasta los ciudadanos que han sido elegidos o nombrados en los distintos niveles de gobierno de la ciudad y el país.
La amabilidad, saludar a las personas con atención, el lenguaje que se emplea para tratar a los subordinados, etc., desaparecen de muchas personas, cuando asumen cargos administrativos.
Si la cabeza de la familia es arrogante, u orgullosa, o impúdica, o bebedora excesiva, está sentando un precedente negativo en su prole. Si el jefe de una repartición es desconsiderado con sus súbditos, éstos lo serán con quienes están debajo de ellos, y así sucesivamente.
Cuando uno está lleno de sí mismo, no hay espacio para Dios. Todo gira en uno. El ego crece de tal manera que no se puede ver más allá de él. Todos los demás son vistos con inferioridad.
El orgullo es detestable porque vive una mentira. Es ciego, porque no aprecia a nadie más que a sí mismo. Nadie más cuenta para nada.
El orgullo reside en el corazón; la presunción estriba en las palabras. El hombre orgulloso piensa así en su corazón: “¡Qué persona tan maravillosa soy yo!”. La tendencia a presumir se halla en el interior de todos nosotros, y muchas veces somos inconscientes de ello.
Existen por lo menos cuatro razones por los que la gente se engríe: la primera que uno puede pensar que es mejor que los demás, la segunda, que algunas personas ponen su corazón tan sólo en el dinero, la posición social o el conocimiento. Una tercera razón para jactarse es la irreflexión, olvidar quienes somos realmente. Y una cuarta razón es la presunción.
Es proverbial que el orgullo antecede a una caída. Napoleón, en la víspera de su campaña contra Rusia, detalló todo su plan de batalla a una joven, con tal arrogancia y seguridad que ella trató de someterlo a prueba, diciéndole: “Señor, el hombre propone; pero Dios dispone”. “Señora” -respondió el emperador con altivez- “yo propongo y yo dispongo también”.
En la frontera occidental de Rusia, se erige un enorme monumento de granito. En la parte que da al occidente, se leen estas palabras: “Napoleón pasó por este camino en 1812 con 410.000 hombres”. En la parte que da al Este, se leen estas otras palabras: “Napoleón pasó por este camino en 1812 con 9.000 hombres”. Fue con casi medio millón de soldados y retornó a Francia con apenas 9.000.
(*) Director Nacional Pioneros de Abstinencia Total
Para tus amigos:
¡Oferta!
Solicita tu membresía Premium y disfruta estos beneficios adicionales:
- Edición diaria disponible desde las 5:00 am.
- Periódico del día en PDF descargable.
- Fotografías en alta resolución.
- Acceso a ediciones pasadas digitales desde 2010.