En definitiva, somos un país sentimental y fiestero. Desde luego, también de “usos y costumbres” no muy sanctas. (Ayo Ayo, Epizana, Uncía, etc.). Este modo de ser colectivo se refleja luego en los políticos; éstos no son sino el extracto de la masa. Así como es ésta son aquellos: más proclives a la reacción emocional que al raciocinio. ¡Hombres pasionales! El testimonio de ello está en la borrascosa historia nacional. ¡Qué derroche de energía!, decía Tamayo.
En ese marco, es natural que cobre gran importancia la celebración de aniversarios y onomásticos, cargada de emotividad y de regocijo. Dejemos de lado lo que concierne a la vida privada, donde es más propio hablar de onomástico. Su “San Roque” se las arregla cada quien como quiere o como puede. Lo que le otorgó Dios, San Pedro se lo bendiga. Y punto.
En el escenario de la vida pública, el gobierno y las instituciones locales suelen acordar la forma de realzar juntos (es lo ideal) la celebración de un aniversario cívico. Pero la contaminación emocional es inevitable. En algunos casos se parecen los aniversarios a los onomásticos. Por ejemplo, el regalito imprescindible. ¿Qué hacen los Presidentes? Por lo menos llevan unos papeles firmados en la víspera. Con algo en la mano tiene que ir S. E. para evitar silbidos del soberano. Así se refuerza en la mentalidad colectiva la imagen paternalista del caudillo.
A raíz del conflicto reciente en Potosí, un dirigente lanzó la idea de que Evo no debería ir para el 10 de noviembre, fecha de aniversario cívico departamental, a lo que el mandatario respondió, aparentemente complacido: “Mejor para mí; así me liberan de pensar en los regalos…”
Dentro de poco, esto es, el 24 de este mes, Santa Cruz recordará lo suyo. Con tal motivo, ya saltó a la palestra la discrepancia. ¡Qué hacer!, ¡Y qué no hacer! A quiénes invitar y a quiénes no. Hay “personas non gratas” cuya presencia indeseada puede incomodar al anfitrión. Varios parlamentarios cruceños han manifestado que no hay nada que festejar. Un asambleísta del MAS -como en respuesta- dijo a su vez: “El gobierno del hermano Evo ya le dio a Santa Cruz dos grandes obsequios: El Mutún y las autonomías. No debió de estar en sus cabales o la borrachera del poder le ha trastocado la mollera.
El Mutún está plantado. ¡Cómo será de tupida la maraña burocrática plurinacional que, siendo el interesado el propio gobierno, en más de tres años no ha podido entregar a la Jindal unos terrenos comprometidos! Entre tanto, hay fuerte demanda de hierro y con cotización muy alta en el mercado internacional. Otros países aprovechan la oportunidad. En Bolivia, sólo la política es buen negocio.
Las autonomías: ¡Otra triste historia! La que ha diseñado Santa Cruz no se parece en nada a la que ha puesto en juego el régimen. En términos simples, como se sabe, se trata de un modelo de administración contrapuesto al centralismo. El elemento étnico nada tiene que ver. Es mezclar papas con zanahorias. Es absurdo hablar de autonomía indígena. Con ese criterio, también los otros grupos étnicos, como los quechuas, tendrían que proclamar y exigir sus autonomías. Ni qué decir de los mestizos, que son el 70 % de la población boliviana. Sin embargo, el desafío está planteado; veremos cómo se las arreglan. Pero esos monumentos a la ineficiencia y la aberración no pueden ser “obsequios” para nadie. Salvo para ellos mismos, los masistas, claro está.
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