Literatura boliviana del periodo republicano
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Zacarías Arze. Cochabamba, 1835 – 1881. Abobado y poeta. Nieto de Esteban Arze, el ilustre vencedor de Aroma. Realizó sus estudios en leyes en la Universidad de San Simón. Desempeñó las funciones de Fiscal de Partido y Vocal de la Corte Superior del Distrito judicial de Cochabamba. También fue Secretario de la Prefectura y Munícipe en varias oportunidades.
Durante la presidencia de Mariano Melgarejo, Zacarías Arze le hizo oposición abierta, habiendo concurrido a la batalla de la Cantería, donde estuvo a punto de perder la vida. De un modo particular y recurrente, sus temas abordan la idea de la muerte.
Su soneto dedicado a Miguel M. de Aguirre, es uno de los mejores de su producción por la fluidez con que discurre el tema, la diafanidad de sus imágenes y, sobre todo, por el uso de los verbos que se impone al de los adjetivos, los cuales, siendo pocos, van como epítetos, sin añadir ninguna otra cualidad que no sea la que de por sí emana de sus núcleos nominales:
Si todo en nuestra vida es sombra vana
que muestra y después desaparece;
si el soplo de la muerte desvanece
cual leve nube la grandeza humana;.
si el astro de la gloria una mañana
brilla fugaz, y luego se oscurece;
hay una luz que eterna resplandece,
porque del bien y del amor emana.
La caridad… El prócer cuya gloria
era dar a los pobres un consuelo,
no morirá del pueblo en la memoria.
Lloradle, sí; pero en verdad, os digo:
que sobre toda voz que sube al cielo,
puede ante Dios el llanto de un mendigo.
Su elegía de homenaje a Andrés María Torrico, que lleva el título de Sobre la tumba de Andrés, es uno de los pocos poemas de largo aliento que se pudo hallar de este autor; sobresale tanto por la evocación descriptiva de su amigo, como por la sencillez con que estructura los versos:
No alienta ya…; su juvenil cabeza
reclina en el lecho de la muerte,
sin vigor, y perdida su entereza,
tranquila duerme, para siempre inerte…
Duerme ese sueño en que la paz empieza,
y acaban las fatigas de la suerte
ofrece al hombre que en la vida lleva
una misión de sufrimiento y prueba.
Era para la Patria una esperanza;
defensor de la Ley del Derecho;
brillante luz que por la luz avanza
al disiparse un temporal Derecho;
faro que apenas a mostrar alcanza
playas más bellas que el recinto estrecho
donde un instante con su lumbre encanta
y luego pasa a una región más santa.
Pronto acabó; pero su vida ha sido
de religiosa caridad modelo:
de ardiente fe su corazón henchido
se alzaba en alas de su amor al cielo:
joven sensible, para amor nacido,
amaba el bien con tan ferviente anhelo,
que fue su corazón altar oculto
que dedicó de la virtud al culto.
Fuente: LA PATRIA
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