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Domingo 29 de agosto de 2010

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Cultural El Duende

Adolfo Cáceres Romero

LA MÁQUINA DEL TIEMPO

29 ago 2010

Fuente: LA PATRIA

Literatura boliviana del periodo republicano • Escritores representativos

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Zacarías Arze. Cochabamba, 1835 – 1881. Abobado y poeta. Nieto de Esteban Arze, el ilustre vencedor de Aroma. Realizó sus estudios en leyes en la Universidad de San Simón. Desempeñó las funciones de Fiscal de Partido y Vocal de la Corte Superior del Distrito judicial de Cochabamba. También fue Secretario de la Prefectura y Munícipe en varias oportunidades.

Durante la presidencia de Mariano Melgarejo, Zacarías Arze le hizo oposición abierta, habiendo concurrido a la batalla de la Cantería, donde estuvo a punto de perder la vida. De un modo particular y recurrente, sus temas abordan la idea de la muerte.

Su soneto dedicado a Miguel M. de Aguirre, es uno de los mejores de su producción por la fluidez con que discurre el tema, la diafanidad de sus imágenes y, sobre todo, por el uso de los verbos que se impone al de los adjetivos, los cuales, siendo pocos, van como epítetos, sin añadir ninguna otra cualidad que no sea la que de por sí emana de sus núcleos nominales:

Si todo en nuestra vida es sombra vana

que muestra y después desaparece;

si el soplo de la muerte desvanece

cual leve nube la grandeza humana;.

si el astro de la gloria una mañana

brilla fugaz, y luego se oscurece;

hay una luz que eterna resplandece,

porque del bien y del amor emana.

La caridad… El prócer cuya gloria

era dar a los pobres un consuelo,

no morirá del pueblo en la memoria.

Lloradle, sí; pero en verdad, os digo:

que sobre toda voz que sube al cielo,

puede ante Dios el llanto de un mendigo.

Su elegía de homenaje a Andrés María Torrico, que lleva el título de Sobre la tumba de Andrés, es uno de los pocos poemas de largo aliento que se pudo hallar de este autor; sobresale tanto por la evocación descriptiva de su amigo, como por la sencillez con que estructura los versos:

No alienta ya…; su juvenil cabeza

reclina en el lecho de la muerte,

sin vigor, y perdida su entereza,

tranquila duerme, para siempre inerte…

Duerme ese sueño en que la paz empieza,

y acaban las fatigas de la suerte

ofrece al hombre que en la vida lleva

una misión de sufrimiento y prueba.

Era para la Patria una esperanza;

defensor de la Ley del Derecho;

brillante luz que por la luz avanza

al disiparse un temporal Derecho;

faro que apenas a mostrar alcanza

playas más bellas que el recinto estrecho

donde un instante con su lumbre encanta

y luego pasa a una región más santa.

Pronto acabó; pero su vida ha sido

de religiosa caridad modelo:

de ardiente fe su corazón henchido

se alzaba en alas de su amor al cielo:

joven sensible, para amor nacido,

amaba el bien con tan ferviente anhelo,

que fue su corazón altar oculto

que dedicó de la virtud al culto.

Fuente: LA PATRIA
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