Conductas contrarias al respeto que merece el país
25 ago 2010
Por: Armando Mariaca V.
Para nadie es comprensible que gobernar signifique actuar dictatorialmente, sin consideración ni respeto por los pueblos y sus instituciones; desde enero de 2006, la mayoría de los componentes del gobierno y su partido MAS, han entendido que gobernar es imponer y disponer todo a discreción, sin importar que la vida de los pueblos está regida por una Constitución y leyes.
El Presidente, seguramente con sana intención, al asumir el mandato dijo que gobernaría “¡…sin muertos!” y los hechos han sido contrarios a esa promesa. Los muertos abundan en éste régimen y, conforme se presentan nuevos conflictos sociales, se suman las listas de ellos, sin contar a heridos, presos y personas maltratadas por las fuerzas del orden.
Con motivo de las fiestas patrias, en mensaje conciliador, el Presidente expresó pautas para un futuro más acorde con los derechos del pueblo y con acatamiento de las leyes; la colectividad recibió optimista las declaraciones, aunque con las reticencias del caso, dadas las experiencias sentadas por el primer mandatario y su partido en más de cuatro años de manejar el país.
Es lamentable que en tanto tiempo de estar al frente de los destinos nacionales, no se haya tomado conciencia de lo que es gobernar o servir a un país; no se hayan sacado conclusiones de que la fuerza sólo genera reacciones fuertes y contrarias a los objetivos que tiene el régimen; es extraño que el entorno presidencial y su partido no comprendan que ya no caben actitudes dictatoriales o tiránicas como las que se busca imponer. Es lamentable que no se tenga conciencia de país y menos que no se haya adquirido vocación de servicio.
Hace poco, el gobierno tuvo una reunión para examinar lo hecho, para hacer un balance y proponerse cambios que rectifiquen yerros; esa reunión dio a luz muchas de sus debilidades; sin embargo, los hechos han mostrado, aunque en pocos días, que poco se aprendió del pasado y las conductas seguirán las mismas porque, así parece, más importa “el partido” que el país. ¿Se han dado cuenta el Presidente y sus ministros que ellos, que deben cambiar y no cambian? ¿Tienen en cuenta que para exigir al pueblo, ellos tienen que actuar primero y ser ejemplo?
Las conductas contrarias al sentido común, a lo que implica servicio, entendimiento, armonía, humildad, honestidad y responsabilidad, han estado ausentes de la administración del Estado y tiene que pesar seria y gravemente en los exámenes que haga el régimen sobre sus comportamientos; en base a ello, cambiar, porque si es virtud el cambiar en el pueblo no puede ser delito cambiar en los gobernantes; lo contrario significaría que el pueblo tiene que amoldarse a todo lo que exprese o piense el gobierno y su partido.
El pueblo, en todas sus capas políticas, económicas y sociales, espera que las autoridades actúen conforme a lo que prometen y no ingresen en campos del totalitarismo, un camino que es ciego conductor hacia la dictadura. Aun es tiempo de remirar el pasado, enfrentar el presente y planificar el futuro y dejarse, finalmente, de experimentos y de aquello de “aprender a gobernar”.
Este arte se lo aprende en el diario vivir, con mucha honestidad, con buena dosis de humildad y con vocación de servicio y responsabilidad. Aplicar la receta es fácil; ojalá que practicarla sea igual, de otro modo, el gobierno perderá más que el pueblo.
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