Casi tres semanas de paralización de la Villa Imperial no significó gran cosa para el Ministro Coca. Con desprecio y soberbia se ha referido al costo político y económico del conflicto. El Potosí pobre será ahora más pobre, porque ha perdido mucho. En cambio el gobierno no ha perdido nada. Tal vez salió más bien ganando, como otras veces. Por lo visto, sólo en tiempos electorales aquel pueblo vale un “Potosí”, ahora incluso su rebelión representa apenas la pigricia de “sólo una monedita”.
Tanto desprecio, ¿de qué fondo proviene? ¿Son los nuevos ricos que fingen desprecio a la pobreza? ¿Los que ya no se acuerdan de que fueron pobres? ¿Los que habitan el país de las maravillas? ¿Los que creen que ya no dejarán de ser ricos? ¿Los que creen que su dios no caerá nunca…?
Pero algo peor es ignorar la realidad; el escamotear el gesto heroico de un pueblo; el negar que en Potosí hubo un conflicto. Condori de Comcipo tenían el extraño poder de hipnotizar a las muchedumbres. Les hizo ver lo que no había. El cerro rico que ya se viene abajo, la precariedad de los caminos, el aeropuerto que no funciona, el elefante blanco llamado Karachipampa, la indefinición de la frontera con Oruro, los pueblos fantasmas sembrados a lo largo y ancho del departamento, todo eso, en fin, para el señor Coca es mentira, es falso.
Sin embargo, hay otra versión del Palacio Quemado. Ni gesto heroico ni apariencia falsa. ¡Conspiración! Eso había sido. ¿Es tiempo de las conspiraciones? Ya antes Rózsa, el legendario “terrorista” de la telenovela, estaba en planes conspirativos; quería cometer un magnicidio sobre las aguas del Lago Sagrado, nada menos. Después, el año pasado, el todavía Alcalde del Granado, reaccionando ante el ataque de sus ex aliados, protestó: “¡Basta de sembrar terror! ¡De la guerra sucia, del insulto se han pasado a la conspiración infame!” Se refería por supuesto a los masistas. También ellos habían sido conspiradores, a más de ser actores de la guerra sucia.
Ahora sucede que lo de Potosí no es más que una conspiración. Al señor Coca le faltó inteligencia para dar en el clavo. ¿Y quiénes serían los conjurados? Al decir de los voceros oficiales, el protagonista que actúa desde la sombra contra el gobierno, pero más específicamente contra el Presidente, es la “derecha derrotada” ¿Derrotada? ¿Cómo pudo promover entonces tanto berrinche? Contra lo que se cree, parece que aquella está en su mejor momento. Los izquierdistas la llevan entre ceja y ceja.
También se ha lanzado una palabra fea: ¡traición! No faltan traidores, ha dicho el propio Morales ante la prensa. Los presuntos traidores son los parlamentarios que, siendo masistas, hicieron huelga de hambre en apoyo a las reivindicaciones de Potosí. Incluso los más jacobinos (radical intolerancia) han planteado la revocatoria de su mandato.
Suplantaron el libreto. La consiga era poner la causa ideológica por encima de todo. Nada vale tanto como el partido, ni siquiera la patria. Los acusados de traición bien podían dar las espaldas al pueblo que los eligió, pero de ninguna manera ponerse en contra del régimen político al que pertenecen.
Allá por el año de 1904, cuando se votó en el Congreso el aceptar o no aceptar el ominoso tratado de “paz y amistad” con Chile, los parlamentarios liberales, fieles al partido que propuso la aceptación, votaron por consigna en favor del tratado. La minoría disidente votó en contra. La historia ha revindicado la actitud de ésta y ha condenado a la de aquellos. Para su oprobio, se han publicado varias veces los nombres de esos traidores que entregaron en bandeja el Litoral.
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