Sábado 21 de agosto de 2010
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“Existe una diferencia entre la inmortalidad, o existencia eterna, y la vida eterna, que significa tener un lugar en la presencia de Dios. Por medio de Jesucristo, todos los hombres reciben la inmortalidad, justos o injustos, limpios o pecadores. Sin embargo, la vida eterna es ‘el mayor de todos los dones de Dios’. Según nos dice el Señor, obtenemos este gran don ‘si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin‘. Si lo hacemos, Él nos promete: ‘tendrás la vida eterna’ (D. y C. 14:7)”.
Elder James E. Faust/ (“El divino don de la Expiación”, Liahona, enero de 1989, pág. 14)/Jason Michel/ Santos de los Últimos Días.
Fuente: LA PATRIA