Como ustedes saben de mi vida loca, actualmente me encuentro en Quillacollo en calidad de peregrino y orando ante la Virgen de Urkupiña cuya fiesta sé celebra hoy aunque los bailes folklóricos y las libaciones rituales duran varios días como prescriben "los usos y costumbres" que reconoce la Constitución masista y chuta.
En mi primera entrevista con la Mamita de Urkupiña le manifesté que yo no tenía ganas de bailar porque me solidarizaba con los sufrimientos del pueblo de Potosí y ella comprendió mi tristeza y me eximió de ese compromiso al que nunca fallé en los últimos treinta años, aunque la Virgen no hizo lo mismo con mi comadre Macacha a quien le dijo que podría bailar hasta descoyuntarse, pero sin descuidar sus obligaciones de cuidarme, protegerme y mimarme.
Libre de mi obligación folklórica y sin dejar de vigilar a mi comadre me di a la tarea de conversar con muchos devotos de la Virgen que habían acudido a Quillacollo a suplicarle milagros a la Madre de Dios, y grande fue mi sorpresa el encontrarme con el señor Melanio (no diré su apellido) uno de los peces gordos del contrabando. El señor Melanio me dijo que había venido como todos los años a rogarle a la virgencita que lo protegiera contra los aduaneros y los COAs y que este año redobló su limosna el señor Cura en vista de la Ley recientemente sancionada. Felicité al cholo gordo que una vez me regaló cien pares de medias, calzón para mis amistades femeninas, y 50 levanta colas.
Luego me encontré con doña Ubrelinda a quien llamo así porque tiene un busto cívico capaz de amamantar a sus diez hijos. Le manifesté mi extrañeza al encontrarla en Urkupiña y ella me dijo: "no lo digo por irreverente pero me parece que entre la Virgen y los contrabandistas siempre existió una buena amistad pues me hizo muchos milagros al convertir en ciegos temporales a muchos vistas de Aduanas. Felicité a Ubrelinda y le di un pellizco en uno de sus ñuñus".
Para descartar cualquier complicidad entre la Virgencita y los contrabandistas, me enteré en una chicharronería que hace dos años fue vista ante la virgencita la actual Presidenta de la Aduana quien le habría pedido a la milagrosa de Urkupiña que el presidente Evo la designara presidenta de la Aduana, y consiguió el milagro.
En una prestigiosa chichería de Quillacollo me encontré con seis contrabandistas famosos y ricos que me revelaron no sentir ningún miedo ante la nueva ley anti contrabando. El más inteligente me dijo: “Todos los bolivianos somos contrabandistas activos o pasivos y llevamos el contrabando en el alma. Así como los brasileños o los españoles llevan el futbol en sus corazones y llegan a ser campeones, los bolivianos (blancos, cholos o indígenas) practicamos el contrabando en los cuatro puntos cardinales de nuestro país, y es por ello que el contrabando florece en Bolivia hace más de cincuenta años y es por eso que creo en que la nueva ley aduanera es una ilusión”.
Quise seguir escuchando a esos contrabandistas pero apareció mi comadre Macacha que también es contrabandista ocasional al igual que yo y me condujo a una whiskería donde pude probar un rico whisky que llegó de contrabando desde Escocia hasta Quillacollo.
PAULOVICH
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