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Domingo 15 de agosto de 2010

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Revista Dominical

Barbarie en La Plata rejas adentro

15 ago 2010

Fuente: Buenos Aires, (PL)

Por: Jorge Luis Ubertalli • El autor es periodista y escritor argentino, colaborador de Prensa Latina

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En 1968, en plena Guerra Fría, cuando los uniformados argentinos formaban parte del arcangélico ejército occidental y cristiano, un Reglamento de Acción Psicológica del Ejército Argentino instruía sobre cómo modificar o ratificar actitudes en los sujetos, o "blancos", de estas operaciones.

Refiriéndose a los tres métodos de acción sicológica --persuasiva, sugestiva y compulsiva-- y haciendo hincapié en la denominada Acción Sicológica Compulsiva, el manual sostenía que ésta actuaba "sobre el instinto de conservación y demás tendencias básicas del hombre (lo inconsciente)".

"La presión --se decía allí-- "insta por acción compulsiva, apelando casi siempre al factor miedo. La presión sicológica engendrará angustia; la angustia masiva y generalizada podrá derivar en terror y eso basta para tener público (blanco) a merced de cualquier influencia posterior. La fuerza implicará la coacción y hasta la violencia mental".

Este método se aplicó sin cortapisas contra los militantes populares, sus familiares y la población toda en los años de plomo de la dictadura. Y el Servicio Correccional Bonaerense (SCB), luego transfigurado en Servicio Penitenciario (SPB), no fue ajeno a la regla.

Luego de producido el golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976, y antes de haberse llevado a cabo en la Unidad Penitenciaria 9 de La Plata la denominada "requisa del 13 de diciembre", que dio inicio a la era terrorífica del oficial penitenciario Abel David Dupuy en el marco de la celebración del Día del Petróleo, el Servicio Correccional Bonaerense entró en un período de reestructuración acorde con las finalidades que cumpliría.

Así, en la Unidad 8 de mujeres de Olmos, situada a 50 metros del Centro Clandestino de Detención (CCD) conocido como "La Cacha", se creó un Cuerpo Femenino de Seguridad, con el fin de "preparar y adaptar" a las guardiacárceles para la nueva situación, especialmente en lo concerniente a "traslado de detenidas".

Este Cuerpo femenino dependió del Cuartel de Seguridad del Servicio, cuyos jefes y oficiales fueron, intermitentemente, Héctor Raúl Acuña, Víctor Ríos, Domingo Ramón Mactier, Guillermo Martiniano MacLouchlin, Armando Oscar Roldán, Celso Fernández y Julio Barroso, todos ellos vinculados a la represión salvaje en La Cacha y a la Inteligencia de la fuerza.

Barroso, secretario del coronel Fernando A. Guillén, entonces jefe del SCB, había sido formado en el Batallón 601 de Inteligencia del Ejército, y cumplía funciones que lo homologaban, entre otros, con Isaac Crespín Miranda quien, además de oficiar como represor, lo que le valió una distinción del Destacamento de Inteligencia 101 de La Plata, dictó clases, como profesor temporario y permanente del SCB, luego transfigurado en SPB, de Inteligencia.

A la par que se preparaba el adiestramiento de agentes femeninas que cumplirían en la U8 de mujeres el papel de represoras de detenidas políticas, contribuyendo inclusive con la apropiación de criaturas nacidas en cautiverio en esa unidad carcelaria y en La Cacha, el general Adolfo Sigwald, miembro del Partido Ario Argentino e interventor militar en la Provincia de Buenos Aires, sancionaba a principios de abril la prescindibilidad de agentes provinciales, incluidos los integrantes del SCB, que se hallaran vinculados a lo que calificaba como "subversión".

Asimismo, y en ese mismo momento, era trasladado a la Unidad 8, cuya jefatura interina recayó en el ya nombrado Mactier, sin perjuicio de su cargo como Jefe del Cuartel de Seguridad, el médico Alejandro Tomás Maggiore, vinculado según testigos con La Cacha, mientras en el hospital de la misma recalaba como Director al doctor Humberto O. Donato.

El armado de la gran fábrica del dolor ajeno estaba en marcha.

Los detenidos de la U9 todavía no habían recibido los garrotazos, insultos, robos y asesinatos en aquel diciembre de 1976 cuando se designó, a fines de agosto, al subalcaide Abel Eduardo Gutiérrez, jefe de Turno del Cuartel de Seguridad, como Enlace con el Primer Cuerpo de Ejército, que ya ejercía su mando omnipresente sobre la institución "correctiva".

Dos meses más tarde, la Orden del Día 197/76 del SCB determinaba la terminología en uso para "calificar a la subversión": "Delincuencia subversiva", "terrorismo", "criminales", eran los términos que la dictadura ordenaba utilizar para referirse a los militantes populares.

Prescribía también la no utilización, "por razones psicológicas obvias", de las expresiones "guerrilla, guerrillero u organizaciones armadas".

Y de mientras, prohibía, a través de la Orden del Día 266, emitida el 26 de noviembre, "las reuniones de personal dentro o fuera de las Unidades, Institutos, Organismos, etc., que no estén ordenadas y presididas por el jefe respectivo", prescribiendo que "las reuniones de dos o más jefes de Unidades del servicio" solo serían autorizadas "por Jefatura".

Según el Reglamento del Ejército Argentino de Operaciones Sicológicas, citado al principio, los "prisioneros de guerra" debían ser clasificados en "1) defectores políticos; 2) neutrales o apolíticos; 3) pro enemigos".

A algunos de los primeros, seleccionados, se los podría emplear, se decía allí, "como asesores en el planeamiento y desarrollo del programa dirigido a los otros grupos".

Sin tomar al pie de la letra este compendio pero aplicando su doctrina, los penitenciarios aislaron a los militantes populares según su clasificación ideológica, su implicancia en el cuestionamiento del sistema y su grado de peligrosidad para con él.

Los testigos que declararon en cuanto a la Unidad 9 dieron valiosos testimonios sobre ello, y del tratamiento consiguiente brindado por los esbirros del penal.

Muy pocos prisioneros políticos --algunos quebrados-- participaron, según sobrevivientes, como represores en La Cacha fueron cooptados por el terror y la bazofia ideológica dictatorial.

Todos fueron reprimidos, humillados y torturados física y psicológicamente, muchos fueron asesinados y metidos en intentos de fuga, enfrentamientos armados, o suicidios, como Dardo Cabo, Rufino Pirles, Angel Georgadis, Horacio Rapaport y Marcos Ibáñez Gatica, entre otros.

Una vez asentada la doctrina del terror colectivo y la solución final en el ámbito penitenciario, al inicio de la primavera de 1977 se decidió reemplazar al subjefe del SCB, oficial Elbio Cosso, que torturaría y asesinaría en la U9 en tanto formaba oficiales masculinos y femeninos en las Unidades 1, 8 y 10, por el coronel Francisco M. Sgabussi.

Un mes antes, jefes superiores de Seguridad y Servicios Especiales y jefes de Seguridad, Inteligencia y Servicios Especiales fueron invitados a dos conferencias sobre "la realidad actual relacionada con las fuerzas de seguridad", que dictaron respectivamente los represores y oficiales de Inteligencia del Ejército, coronel Aldo Checchi, jefe de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires, y mayor Julio César Durand,, mas tarde enviado a Bolivia para organizar y participar en el golpe de Estado narcomilitar que llevó a cabo el general García Meza en julio de 1980.

A principios de 1978, el subalcaide Juan Rivero, del escalafón Seguridad, vinculado a torturas, vejaciones, robos y asesinatos de prisioneros políticos en La Cacha, fungió como oficial instructor de suboficiales del Cuartel de Seguridad.

La instrucción "in situ" incluyó la compra de máquinas destructoras de documentos a fines de 1978 por la División Tratamiento- de la cual dependían los Detenidos Especiales o políticos- y por la Sub Jefatura del Servicio, y de ataúdes, solicitados por la U9 a principios de 1979.

También el nombramiento formal en el SPB del médico Luis Domingo Favole, vinculado a los tormentos del CCD La Cacha, donde actuaba personal del SCB/SPB, Ejército, Armada, Policía Provincial y SIDE, fue parte del programa.

Dados a las conferencias e instrucciones, los administradores del terror hacían lo suyo.

El general Ibérico Saint Jean, gobernante de facto de la Provincia, a quien servía como jefe de Prensa el capitán Jorge Cayo, Secretario de la SIDE en 1974, partícipe del Plan Cóndor de secuestro y desaparición de detenidos políticos en Latinoamérica y compinche de la Triple A y otros engendros parapoliciales de la etapa, invitó a oficiales penitenciarios en noviembre de 1978 a una Conferencia, a brindarse en la Escuela de Defensa nacional, relacionada, como todas las otras, con la lucha contra el enemigo subversivo.

Concurrieron a esa velada Miranda, Dupuy, Rajoy, Mactier, Ríos, Uset, Elizondo, Barroso y otros exponentes de la flor y nata del escarnio ciudadano entre rejas y la Inteligencia del Servicio.

Por ello fueron ascendidos al grado inmediato superior.

Sin embargo, en ese año comenzó la diáspora.

Como agua servida que desborda de tanto inundar la cloaca, fueron emigrando los otrora torturadores y asesinos concentrados en La Plata y zonas aledañas a otras unidades y destinos.

El 11 de junio, Raúl Aníbal Rebaneyra, "El Nazi", que al compás de música clásica torturaba a los internos de la Unidad 9, pasó a revistar a la Unidad 6, de Dolores.

Héctor Raúl "El Oso", "Don Negro" Acuña, encargado de la Jefatura de la Dirección de Seguridad del Servicio cuando torturaba y asesinaba, pasó a desempeñarse en Depósito El Dique, ya alcaide, en febrero de 1979.

Al año siguiente volvería, como en sus años mozos, a la Unidad 10, Melchor Romero, donde ejercerá el cargo de Jefe de Guardia de Seguridad Exterior.

Daniel Riquelme, otro represor permanente de La Cacha, oficial de Servicio de la División Traslado de Detenidos, dependiente de la Jefatura de Seguridad desde 1975, jefe de Servicio de la Dirección de Seguridad-Guardia de Prevención en 1977, ya como subalcaide pasará a revistar el 23 de abril de 1979 como Jefe de Depósito de la Unidad 14.

El general Alvear Uset, también esbirro de La Cacha, revistando en Sierra Chica desde 1975, pasando luego por la U5 de Mercedes y por la Unidad 1 de Olmos como subjefe en 1978, irá a reemplazar a Dupuy en la Unidad 9 en 1980, quien pasará a desempeñarse, ya prefecto mayor, ascendido en poco tiempo a inspector mayor, como Director de Régimen Penitenciario.

Y así en más. Cuales flores marchitas de un tallo corrompido, se desgajarán los que hicieron de La Plata un coto de caza, un chiquero humano, un zoológico ni zoo ni lógico, signado por la insanía y la perversión.

El año 80 se constituyó en el punto de inflexión del periplo represor penitenciario.

De junio a diciembre de ese año, centenas de oficiales, suboficiales, guardias y cadetes se apartaron de la institución.

Para muestra: el Orden del Día 194/80 del 7 de octubre dio cuenta de la baja de un oficial, un suboficial y doce guardias, y el 197/80 del 10 de octubre registró la partida de seis cadetes, en tanto el 203/80 del 20 de octubre anotició sobre trece bajas de guardias y suboficiales y un cadete.

El coronel Fernando Aníbal Guillén, ya jefe del SPB, instituyó entonces un premio a egresados penitenciarios, que se extendió a otras fuerzas de seguridad, para evitar la sangría.

Sin embargo la hemorragia del Servicio anunciaba el fin de un tiempo que concluiría con la dictadura pocos años mas tarde.

Fuente: Buenos Aires, (PL)
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