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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Potosí, en sus días de angustia - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Potosí, la ciudad más recordada por todo el mundo, durante los 15 últimos días, ha quedado exhausta y, de hecho, en situación de franca anemia física por su confrontación frente al poder central. Pese al diagnóstico de acelerada debilidad, su fortaleza anímica y formidable espíritu convierten en insignificante el desafío que ha planteado con templanza y estoicismo, sus demandas regionales tantas veces no atendidas y, peor, combatidas por quienes detentan el sistema político nacional.
La población potosina de Potosí y de todo el país, por lo visto, asumió con desprendimiento y responsabilidad, las palabras que, en esa tierra, dijera el Libertador Simón Bolívar, cuando hacía referencia a la conquista que los pueblos del Alto Perú habían alcanzado después de 15 años de tantos sacrificios: la libertad e independencia de la Patria. Decía: “Echemos el miedo a la espalda y salvemos a la Patria”.
El sacrificio, de esta manera, en Potosí se prolonga y enfrenta a las nuevas visiones que, como dijimos en oportunidad anterior, marcha sin brújula ni orientación precisa que flexibilice los radicales procesos propuestos por el poder central. Las exigencias regionales, tantas veces postergadas, mantienen como único principio alcanzar mejores días para las familias, los hijos y para los hijos de sus hijos. No es una cacofonía que distorsione la realidad política, sino una reflexión que el sistema político, en todos los regímenes, debería tomar muy en cuenta y, sin embargo, no alcanzan a comprender el tema en su verdadera dimensión.
El “proceso pre revolucionario” de 1952, exigió a Potosí un momento dramático en las pampas de María Barzola; durante la revolución movimientista, se registraron hechos de sangre en Sora Sora y, en tiempos de dictadura, se repitieron los modelos represivos en Llallagua, Siglo XX y Uncía, en lo que se ha conocido como “la noche de San Juan”. Posteriormente, durante el neoliberalismo con Sánchez de Lozada a la cabeza del poder político, la sangre minera corrió a raudales en las minas de Amaya Pampa y Capacirca, al igual que en el presente régimen, los escenarios fueron Huanuni y Uncía con algo más de 30 muertes.
Interpretando estos acontecimientos, con sangre minera en medio, el ideólogo y periodista paceño, Carlos Montenegro, ha descrito a la masa popular como un fenómeno que se “orienta con acierto asombroso en el proceso laberíntico del conflicto. Es indudable que su intuición vislumbra entre las sombras del fenómeno histórico, los reales objetivos de la lucha”.
Bolívar, también sentenció los excesos del poder: “el gobierno libre que comete el absurdo de mantener la esclavitud, es castigado por la rebelión y, algunas veces, por el exterminio”. En Bolivia, la historia de estos hechos, se ha repetido por siempre.
Potosí hoy, trata de frenar los excesos del poder central, si calificamos como exceso la libre iniciativa de ofrecer con vigor y vehemencia, desde el escenario del partido que busca el poder, “todo cuanto se le viene a la cabeza” o prometer todo cuanto la sociedad pide y que, aparentemente, son necesidades para atenderlas con urgencia, en tiempos electorales. Pero, cuando ese tiempo pasa, el político se olvida las ofertas y promesas, simplemente, porque se ha producido un hecho atribuible a un problema cerebral, que no tiene cura en el ámbito de la política boliviana.
Con quince días de paralización de actividades, mercados de alimentos vacíos y sin posibilidades de abastecerse por los bloqueos que cerraron los caminos de acceso a esa ciudad, los casi 250.000 habitantes de aquella capital y sus 160.000 personas rurales, mantienen la fortaleza con la que iniciaron su movilización y no encuentran una disponibilidad sincera en el gobierno, para sentarse a dialogar en busca de soluciones que aproximen a las partes en conflicto.
Este comportamiento se ha reproducido desde que Bolivia nació a la vida independiente. En similar situación se encuentran todos los Departamento de Bolivia, especialmente, La Paz y, se lo dijo con clara franqueza, los paceños no reaccionan ante la caída libre, de la cual, nadie se ha percatado.
Las autoridades del poder central conocen, por experiencia propia, que una huelga general indefinida no se “la suspende por arte de magia”, ni “por cansancio”, sino con la apertura del diálogo, con una sincera actitud y una definitiva erradicación de la soberbia personal de la autoridad. Radica ahí, la sabiduría del gobernante.
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