Si no únicamente por sentido común se quiere deplorar antípodas de las libertades individuales, políticas; corresponde consumar límpidas interpretaciones históricas carentes de prejuicios ignaros. De la historia habrían de salir entonces certeras aporías para establecer una existencia más fausta. Hace no mucho se ha recordado un hecho bastante frecuentado en la historia de Bolivia: el golpe de estado; poco más de treinta años después del último hasta ahora, basta observar los medios de comunicación para advertir que en Bolivia -a diferencia de otros países- no se han experimentado significativos progresos en cuanto a la vida política e institucional.
Se ha condenado hasta el tedio a las dictaduras militares en Bolivia, incluso por sus actuales gobernantes, sin embargo claro es que no se han notado precisas evoluciones en la vida política, persecuciones, injurias, manifestaciones armadas han seguido sucediendo incluso relacionadas con los gobiernistas. Otros países parecen haber sido susceptibles de notable “crecimiento”, en cuanto a la manera de hacer política, tal vez por las experiencias históricas que atravesaron, Chile donde no se observan las barbaries antedichas, o siquiera no en tal magnitud es interesante parangón, Alemania de Imperio autoritario a República Federal es otro.
Augusto Pinochet Ugarte, en libro intitulado “El Día Decisivo”, da este testimonio con relación al período en que Salvador Allende fungía como presidente de Chile: “En Santiago se produjo un brutal incidente que dejó un saldo de un muerto y más de diez heridos por el hecho de protestar contra las alzas. La vida nacional se hacía por momentos más tensa, y los opositores al gobierno eran atropellados de mil maneras diferentes, además se asesinaba, se despojaba, se vejaba, y pese a todo ello ningún organismo internacional ni nacional habló de los “Derechos Humanos” ni de la “Solidaridad”. ¿Se habrían olvidado de ellos? ¿O cuándo estos hechos suceden bajo gobiernos marxistas los derechos dejan de ser tales, o sus violaciones deben ser silenciadas? ¿O se transforman los valores y el bien se transforma en mal y el mal en bien?”.
Cómo no reconocer cierta coherencia a tal planteamiento, huelga descartarlo por “de quién provenga”, debería añadir que tal libro contiene fotografías que evidencian sendos disturbios en esas épocas. Creo que es objetiva la falta de acciones concretas para vindicar libertades, derechos, y la posibilidad de actuar a escote en política, claro; prescindiendo de las tropelías. No se apunta mucho a eso, extraña situación, pero se observa cuando el prepotente fue “de derecha”; abundancia de condenas incluso calumnias.
Lamentable coyuntura, Bolivia parece situarse en los primeros lugares de países que no surgen merced a los tremebundos pasajes de su historia. Por lo demás cualquier pretexto de “proceso” resulta vano ante la cotidiana miseria.
“Una determinada época puede carecer de sentido histórico solamente en la medida en que es histórica”, escribía Martin Heidegger en “Ser y Tiempo”. En cuestiones de historicidad, el prejuicio es tan nocivo como en la contemporaneidad.
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