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Warning: session_start(): Cannot start session when headers already sent in /home/lapatri2/public_html/impresa/index.php on line 8 Marcelo Quiroga y su fidelidad a principios críticos - Periódico La Patria (Oruro - Bolivia)
Marcelo Quiroga y su fidelidad a principios críticos
03 ago 2010
Por: Adhemar Ávalos Ortíz
El autor del presente artículo o reseña, en realidad el nombre no es importante sino el contenido, quiere referirse a dos aspectos de la personalidad y convicciones de Marcelo Quiroga Santa Cruz. El primero tiene que ver con sus profundas actitudes morales y humanistas, las del revolucionario comunista no declarado en el sentido formal del término, no obstante absolutamente militante de la causa de Marx en el aura del “Manifiesto” de 1848. Y el segundo, con su brillante discurso verbal y escrito, el que desembocaba con toda seguridad en el dominio del idioma castellano, el que llegaba a la exquisitez. No había conocido ni conozco en español una persona tan lúcida y maravillosa en el manejo de los verbos y la sintaxis, inclusive por encima de Fidel Castro que ya se ve muy deslucido.
¿Y a qué viene el motivo de esta producción modesta? A que Hugo Rodas Morales ha elaborado un brillante trabajo biográfico, estoy prácticamente seguro, sobre la vida del más brillante intelectual boliviano de la historia, con la disculpa debida por otras interpretaciones. Carlos Mesa Gisbert también está muy cerca, pero su discurso es más académico en el sentido de la historiografía que político y su militancia no ha sido tan afortunada para cambiar el país y oponerse a situaciones que nos dañan profundamente.
Mi colega politólogo, o cientista político, Hugo Rodas Morales, independientemente de algunos matices que nos separan alguito, ha escrito una obra monumental y valiosa en muchos sentidos. Ahora, solamente quiero contribuir a enriquecer su aporte desde otro punto de vista, el del marxismo oculto de Marcelo. Este político, y también excelente literato, no podía, ni debía, crear un Partido Comunista, el que ya existía en sus diferentes versiones, sino asumir otra estructura socialista, sin estar inmerso en una obra degenerada, y lo hizo, pero no percibió todos los riesgos de su acción combatiente porque no era un hacedor acabado. Proclamaba, sí, su verdad, sin darse cuenta cabal de la maldad de sus enemigos, crueles al máximo, además del peligro de sus actos fascistas, los de los esbirros de García Meza. Y en esto se equivocó, como ser humano cuasi perfecto, el esposo de María Cristina Trigo Viaña, una esforzada luchadora, al igual que su hija, las que, en la línea de su ser querido, se opusieron tenazmente a utilizar su nombre para una ley inquisidora contra la corrupción, que si bien es necesaria confunde arbitrariamente los conceptos y naturaleza del problema que es más social que delincuencial.
En realidad, Marcelo interpretó el espíritu del pensamiento de Marx aunque no lo haya mencionado expresamente, pero lo hizo en el sentido de la historia contemporánea, ratificando su rica filosofía del conocimiento que no puede ni debe ser dogmático. Los “felones pseudocomunistas fueron los que pensaron que el mundo se cambia a golpes de represión, de aplastamiento de las ideas, y en eso nunca pensó Marx”. Se refugiaron en la idea irreverente de que con el totalitarismo, y a la fuerza, podían cambiar el sistema de acuerdo a su conveniencia y se equivocaron radicalmente, si es que se puede utilizar esta afirmación en la mejor esencia de la ingenuidad, porque el régimen que absolutiza el poder y lo utiliza en su propio beneficio, aunque no sea material, sino de ego, es corrupto de origen y desarrollo.
A Marcelo lo conocí en 1980 en un discurso en la Pérez Velasco. No pude hablar con él, pero en la naturaleza de su palabra encontré al auténtico revolucionario, despojado por completo de hipocresías y dogmas. Desnudaba de manera veraz lo que pasaba en el país y lo hacía sin tapujos. Sentí su muerte como la de un amigo íntimo, como la de un ser que superó las mezquindades de tantos que, en su época, estuvieron a su lado y después no lo traicionaron directamente, pero abandonaron cobardemente su ideario.
Marcelo está por encima de subterfugios banales. Si estuviera vivo otra sería la historia. Él creía en el ser humano y lo extendía hasta la obra de una sociedad próspera, no obstante humana. Su brillantez supera etapas y épocas y se coloca en una pléyade de héroes populares, los pocos. La historia los da a relucir y los cubre con una capa de gloria, para concentrarse en el espacio de los escogidos. Ahí está Él.
(*) Politólogo
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