Queremos justica y no venganza

La presteza rayana con lo torpe y argumentos inverosímiles de la justicia que se encuentra aparentemente al servicio del partido en gobierno, sirve como un llamado de atención en el mejor de los casos y un anuncio en el peor, un anuncio de que está muy próxima la criminalización de la oposición.

La tradicional lentitud e ineficacia de la justicia, léase ésta como los operadores de justicia en el sistema boliviano, se ve agravada con creces si es posible en lo que respecta a la investigación de escandalosos hechos de toda índole que ven involucrados como sujetos activos a representantes, dirigentes, jefes, y hasta autoridades del partido de gobierno.

Al extremo de que la creencia popular resigna la no aplicación de la justicia para los áulicos del poder establecido, siendo una triste y hasta aumentada repetición de los peores días de la corrupción judicial de la época de los partidos tradicionales e incluso de la dictadura, merced de la nula voluntad de establecer un cambio en la justicia boliviana.

Sin embargo que más se podía esperar de un gobierno que desconoce la misma Constitución y aún peor la voluntad del pueblo expresada en un referéndum.

Fundamentalmente y sin hacer ninguna apología de los errores cometidos o no por los personeros de gobiernos municipales, existe una pronta y absoluta certeza de los operadores de justicia en investigar los presuntos hechos criminales de quienes se identifican como opositores al régimen del movimiento al socialismo, una plétora de anatemas y voces que claman una suerte de venganza, como si sólo estuviese esperando la oportunidad para dejar caer el peso, aumentado por cierto, de la ley, en este caso SU LEY.

La venganza se concibe como una forma muy primitiva de lo que es un concepto de retribución, con sus fuertes residuos morales y una motivación de obtener más una satisfacción fácilmente propensa a caer en la perversión, que el deseo de obtener una compensación por el daño hecho.

En cambio la justicia es en triple sentido una virtud, un criterio de igualdad y una forma de corrección y compensación de los daños, todo en función a la aplicación de la ausencia de reglas diferentes para el grupo de los iguales, aspecto que obedece a un concepto avanzado del pensamiento humano.

Si concebimos la venganza como un primitivo, ¿deberíamos concebir la "justicia" del gobierno como una perversión primitiva que obedece a los nefastos y petulantes objetivos de un grupo que se cree impune?

Es así que a cada declaración de los "jefazos del proceso de cambio" al respecto de la aplicación de la justicia conforme sea su conveniencia, podemos ver su desapego a la realidad y su cruda motivación de ejercer venganza, al extremo de que se presume que incluso las decisiones de cortes internacionales no les afectan cuando no les conviene.

Quizás sea la coyuntura del gobierno que en su presumible soberbia no tiene la voluntad de juzgar a sus colaboradores por sus contravenciones, a toda vista cometidos o al menos dejan caer sobre estos la más leve de sus leyes y cuando no ofreciendo cabezas de turco para salvaguardar las figuras de su constelación politiquera, recordando el triste desempeño del órgano judicial en la investigación de los hechos sindicados en el caso del alcalde de la Paz o del proceso del alcalde Cochabamba, investigación que pese a tener imputación formal no da señales de avanzar más allá.

Mientras el órgano judicial parezca estar sometido a la voluntad del partido de gobierno, tengamos por seguro que ser opositor está y estará criminalizado, más aún con las pretensiones de acceder a los datos de las personas con un propósito siniestro, mientras este estado de cosas perdure seguiremos teniendo venganza y no justicia.

(*) Es asambleísta orureño