Propaganda política y respeto al pueblo

Estamos a casi dos meses de las elecciones de octubre y, con seguridad, menudearán la publicidad y la propaganda político-partidista en favor de cada candidato; una propaganda que, como algo normal es parte de la vocación de áulicos y "amarra huatos" que se esmeran en utilizar términos y palabrotas para "apoyar" a quienes creen que favorecerán, a candidatos que creen servir cuando, en realidad, les hacen daño porque el pueblo difícilmente acepta las campañas en que menudea la guerra sucia.

Los políticos, en general prometen mucho al pueblo y hasta hacen ostentación sobre el respeto que les merece la colectividad; sin embargo, con la publicidad y propaganda que ellos permiten que realicen sus partidarios, lo que hacen es incumplir lo que prometen porque no demuestran el mínimo respeto tan pregonado con el contenido de la propaganda que a veces es sucia, malintencionada, llena de insultos y muestra de poca o ninguna consideración por quienes acudirán a las urnas.

¿Cuánto ganan los candidatos con propaganda que está fuera del respeto que merece el pueblo? ¿Qué conseguirán con alardear sobre posibles obras que pudiesen realizar cuando la realidad mostrará en su momento que "todo fue propaganda" y no hubo la mínima intención de cumplir? Saben bien todos los políticos que no pueden hacer propaganda con las obras ya hechas y entregadas al servicio público y es engañoso el hacer ofrecimientos con lo realizado; sin embargo, hay profusión de mostrar lo hecho tan sólo como medio de publicidad y para convencer a los posibles electores. ¿Qué ganan con ello quienes se complacen en mentir y engañar? ¿Cuánto creen que lograrán de los ciudadanos que voten?

El pueblo, por las experiencias del pasado, conoce que "la publicidad y la propaganda lo permiten todo" y, lo lógico sería que esa permisividad sea porque hay honestidad en los ofrecimientos y en las promesas; pero, no ha sido así en el pasado y menos será ahora que las posibilidades han disminuido radicalmente. Saben que con fantasías y promesas falsas no conseguirán absolutamente nada y, por el contrario, convencerán al pueblo de que una u otra oferta no puede ser posible porque las condiciones económicas que encuentren una vez en el gobierno no coincidirán con la realidad que, casi seguro, serán de crisis. Entonces, ¿para qué ofrecer imposibles?

Ahora, a mucho tiempo pasado de anteriores elecciones, aún hay propaganda sucia e irrespetuosa en paredes y sitios de mucho tránsito ciudadano en favor de candidatos y corresponde la pregunta: El partido para el que se hizo esa propaganda ¿por qué no borra y limpia lo ensuciado? ¿Esperan que los municipios lo hagan? ¿Y no es que hay disposiciones para que cada interesado limpie lo hecho y que es una ofensa que perdura hasta ahora? El partido que obró tan mal debería limpiar lo mal hecho antes de cometer los mismos yerrores contradiciendo el respeto que ahora se dice que habrá por el pueblo.

Será bueno, pues, que los candidatos instruyan a sus partidarios que no ofendan al pueblo, que se abstengan de la propaganda insultativa, sucia y nada considerada ni con los contrarios ni con el pueblo; de otro modo, querrá decir que conforme a la calidad de su publicidad y propaganda será su comportamiento en caso de acceder a algún cargo debido a las elecciones.