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Domingo 11 de agosto de 2019

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Cultural El Duende

La Chaskañawi

11 ago 2019

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Una novela puede ser un gran taller literario incluso sin proponérselo. Puede enseñarnos cómo dosificar la información. La manera en que deben construirse los diálogos y por tanto nos demuestra las diferencias entre habla y escritura literaria. También que la novela lo soporta todo porque puede en su interior congregar la canción, la poesía, el debate político y las manifestaciones ideológicas de sus personajes; además de sus crisis existenciales y dudas sobre el propio porvenir.

Y quizás por todos estos elementos que se encuentran en la novela La Chaskañawi de Carlos Medinaceli, la tradición narrativa en el país no sólo se ve enriquecida, sino que podría encontrar una nueva forma de leer el país.

Se piensa que todo texto literario es en realidad un texto de barbarie y que rompe lo establecido y destruye la oralidad y con ésta, la memoria; pero en la novela de Medinaceli hay una oralidad que, en vez de cuestionarse, se recupera y se respeta. Es por medio de ella que la risa, la nostalgia y la melancolía de los personajes se hace patente y realza el carácter vital de la narración.

Se piensa que todo texto literario es en realidad un texto de barbarie y que rompe lo establecido y destruye la oralidad y con ésta, la memoria; pero en la novela de Medinaceli hay una oralidad que, en vez de cuestionarse, se recupera y se respeta. Es por medio de ella que la risa, la nostalgia y la melancolía de los personajes se hace patente y realza el carácter vital de la narración.

Se piensa al mismo tiempo que la novela fundacional en Bolivia no habla necesariamente del país, sino de las ciudades. La formación social inscrita en las novelas de principios de siglo xx no narran al país, sino una parte de él y es a través de ésa parte que intentan explicarlo. Por eso en esta novela se juntan y encuentran la alta y baja cultura, lo letrado y lo iletrado. La universidad y el campo.

Y el autor resuelve, al término de la novela que, a pesar de la seducción que pueda tener la ciudad y el conocimiento que se vaya a adquirir en la universidad, la vida en el campo, la producción y lo agrario no son sólo labores nobles, sino la mejor forma de afrontar la vida porque no confunde al espíritu el paisaje, ni tampoco las reflexiones existencialistas y filosóficas que a la larga sólo perjudican y empobrecen nuestra visión del mundo hasta el límite de impedir disfrutar de lo que se tiene alrededor.

Medinaceli trabaja con elementos que bien podrían denominarse costumbristas, naturalistas y realistas, pero en su empeño de capturar la vida de los valles, ha logrado más bien representar e interpretar las tensiones de una nación en construcción y de un Estado que pretende sentar soberanía a lo largo y ancho de su territorio por medio de representantes políticos que no siempre saben cómo funciona la burocracia y la han reducido a un juego electoral.

La Chaskañawi es la historia de un héroe, que a lo largo de la novela parece caer en el placer y en el ciego deseo por dos mujeres que, en apariencia, no le corresponden. Y esto genera la forma en que es mirada esa actitud por parte de amigos y familiares. Pero como toda historia novelada de un héroe que pretende ser el arquetipo de toda una generación, la caída del héroe nos lleva a esperar su ascenso; pero en el caso de esta novela el esperado ascenso se realiza en otro escenario. No retorna a la ciudad. Se queda al abrigo de la naturaleza y, por tanto, de la felicidad que le procuran su esposa e hijos porque se da cuenta que la ciudad ya no tiene nada que ofrecerle.

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