Bolivia y sus frustraciones

La trágica historia boliviana estuvo signada por recuerdos emotivos pletóricos de heroísmo de los mejores hijos de la Patria, pero, también, por abundantes hechos de traición y cobardía de la más pura expresión de bajeza humana a través de los siglos. Son especialmente fundamentales 3 hitos que marcan trascendentemente esta historia: la Guerra del Pacífico, la Guerra del Chaco y la Insurrección de 1952, aparte de otros acontecimientos menores, pero igualmente trascendentales como los sucedidos en los primeros años de la República y después. Es a partir de estos momentos cruciales de crisis definitoria que se puede realizar una lectura apropiada y visible de la matriz histórica de Bolivia. Es en esos instantes que la memoria larga se proyecta lúcida y permite ver los acontecimientos de tantos años de alegrías y frustraciones, éstas últimas en mayor cantidad.

La historia boliviana se encuentra signada, como una maldición divina, por la presencia dantesca de una casta oligárquica que se ubica con fuerza en la cúspide del poder, pero no para dirigir al resto de las clases o grupos sociales hacia objetivos comunes de grandeza, sino para medrar en el lodo de su propia ineptitud recibiendo la calificación del aplazo en el examen cotidiano de la vida de los bolivianos. Era y es latente su profunda despreocupación por las condiciones de vida de millones de habitantes. Para el caso de Bolivia hubo una suerte de acondicionamiento del espacio de la conquista española sobre el republicano, de manera tal que los grupos dominantes expoliadores pudieron, por medio de una estratégica ocupación de territorio, establecer su permanencia en el tiempo.

El surgimiento de la "República" no presentó cambios favorables a los sectores populares. La sociedad boliviana surgió marcada por la irresolución del conflicto supuestamente colonial entre dos mundos irreconciliables. La Ley de Indias se convierte en un recuerdo que de alguna manera reflejaba una especie de pacto colonial. Ahora, la exterminación, a veces sutil y a veces descarada, de las condiciones de libertad, las pocas que quedaban, se hace carne en la cotidianeidad de los "bolivianos de segunda clase".

La contradicción dominados-dominadores impregnó profundamente, hasta lo recóndito de las mentalidades, las relaciones entre los que detentaban el poder y los que debían someterse a los designios de los dueños del país. Así fue toda la historia republicana. El Estado boliviano tuvo como característica principal su debilidad, fruto de una casta dominante vanidosa y encerrada en su propia soberbia que marginaba al pueblo de toda decisión fundamental sobre el destino de la Patria y se encerraba en su marcada ineficiencia de gestión, la que es evidente todavía en pleno año 2019.

Y para colmo de males, desde 2006, vivimos la vigencia de un régimen totalitario en ciernes, de carácter neopopulista y etnofascista, el del MAS. Entre los mayores crímenes del régimen actual se encuentra la miserabilización de la clase media, de la única que paga impuestos para cubrir los bonos compra-conciencias populares que serán insostenibles en el tiempo, además de la corrupción creciente, la mala gestión pública y el prebendalismo, donde para acceder a un cargo público hay que ser militante de dicho partido, aunque no se tenga la capacidad para ello, basta el carnet del MAS.

Y cuando llegue el momento del ajuste de cuentas, los delincuentes habrán huido lejos a disfrutar de sus robos de la última década. Quizás no sean los mayores culpables, al final los pueblos enceguecidos por la ignorancia tienen los tiranos que se merecen. Cada vez resulta más difícil encontrar trabajo estable y medianamente bien pagado si no se cuenta con aval partidario. Cientos de miles de familias en Bolivia viven el vía crucis diario de la falta de recursos para cubrir el pan de cada día y los otros gastos en salud y educación, sin considerar los montos en desarrollo intelectual tan necesarios como vitales. Así, la historia de nuestra Patria resulta trágica.