Martes 27 de julio de 2010
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Editorial y opiniones
Las autonomías entre la duda y la esperanza
27 jul 2010
Por: Demetrio Reynolds
Como se recordará, inicialmente la autonomía era bandera de “los neoliberales y oligarcas del oriente, de los separatistas, de los vende patrias”. Era mala palabra, por eso la satanizaron tanto. Pero cuando se la incorporó al “proceso de cambio” se transformó en buena palabra. Tan buena que hasta los originarios se apoderaron de ella. Está ahí ahora el mosaico de 337 gobiernos municipales, 9 departamentales, 11 indígenas y una regional en el Chaco tarijeño. Del secante centralismo a la atomización extrema, más cuatro niveles para coordinar su funcionalidad. A la vista una maraña compleja y desafiante.
Pero con fe de carbonero se ha proclamado la Bolivia autonómica. “Agotados de cansancio, muchos despertaron sólo para levantar la mano aquella madrugada”, dice una crónica periodística. Costosa apariencia: podían leer el índice y aprobar la Ley Marco en un palitroque, igual que la Constitución de la Glorieta. No pasaba nada. Pero la borrascosa sesión, con insultos y conatos de trifulca, era parte del libreto. No podía obviarse.
Y dando vueltas: del Estado empresario al neoliberalismo; del modelo de libre mercado otra vez al estatismo, bajo la suposición de que el sistema o el modelo es el que falla y no el elemento humano. Es el cojo que culpa al empedrado. Sin embargo, añadimos ahora otra mágica panacea llamada autonomía. No nos sirve saber que en el mundo hay naciones prósperas bajo el régimen unitario. El vecino Chile es uno de ellos. La ineficiencia, el centralismo, la corrupción y otros males no necesariamente son parte de algún sistema.