Por: Javier Alonso (BerlÃn), Fernando Salcines (Moscú), Gonzalo Sánchez (Roma), Noemà G. Gómez (Madrid), Carmen RodrÃguez (Madrid) y Javier MarÃn (Madrid). Redacción internacional (EFE)
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Todo el mundo cree que los astronautas van a la Luna. Sin embargo, en cincuenta años, solo doce han dejado sus huellas allÃ. Los hay que han estado cerca, mucho más cerca que cualquiera de nosotros, flotando en el espacio y sabiendo que estaban haciendo algo único.
Los recuerdos del astronauta y ministro español en funciones de Ciencia, Pedro Duque, no son tan nÃtidos. TenÃa seis años, y le trasladan a "una pensión pequeña" y "a una televisión en blanco y negro pegada al techo".
Los recuerdos del astronauta y ministro español en funciones de Ciencia, Pedro Duque, no son tan nÃtidos. TenÃa seis años, y le trasladan a "una pensión pequeña" y "a una televisión en blanco y negro pegada al techo".
Tres de estos hombres han podido ver la Luna desde la Estación Espacial Internacional -Maurer está a la espera de su primer destino- y de sentirla al alcance de los dedos, lo que sin duda ha cambiado su forma de pensar en ella.
A la espera de poder contemplarla un dÃa desde la cúpula de la Estación Espacial o incluso de pisarla con la Agencia Espacial Europea (ESA), Maurer habla de ella como "un destino superemocional" que guarda los mayores secretos: "¿Cómo fue creado todo esto?, ¿Cómo llegó la vida a la Tierra?, ¿Hay vida más allá? Para esas tres preguntas, la Luna tiene una respuesta".
Yurchijin, que ha pasado más de 600 dÃas en el espacio, la ve como "un hombre común", como un objeto "al que le dedican poemas". Es "el cuerpo celeste de todos los enamorados".
Porque cuando se mira desde allá arriba, "se ve otra Luna". Tiene otro tamaño y despierta "asociaciones y recuerdos completamente diferentes", justifica el cosmonauta de Roscosmos (la agencia espacial rusa).
UN PUEBLO LUNAR
Una Luna que dentro de cinco años -si se cumplen los planes estadounidenses- volverá a dar cobijo a los humanos. Puede parecer un tiempo muy corto, pero, como todo en la investigación, se trata de una cuestión de recursos. "Eso es lo que determinará cuánto durará el proyecto", esgrime Duque.
Un regreso que pretende establecer una presencia permanente en la Luna y que Maurer imagina "como una estación en la Antártida", a la que los cientÃficos vayan y vuelvan para "descubrir cosas que hoy ni siquiera sabemos que van a encontrar". Una estación que irá creciendo "pasito a pasito" hasta crear un pueblo lunar.
"Pero ahora habrá que hacerlo con gravedad y en la Luna, y en un ambiente más o menos hostil", indica el astronauta español que viajó por primera vez al espacio en el transbordador Discovery en 1998 y estuvo en la Estación Espacial Internacional en 2003 con la misión "Cervantes".
Del mismo modo, cree que Marte solo deberÃan ir personas cuando la travesÃa de ida y vuelta tome menos de seis meses. "Ir con la tecnologÃa y la propulsión actual no vale las dificultades que supone. Somos ´Homo sapiens´, enviemos a robots, que vuelen ellos".
A Yurchijin le aflora su sangre griega: "El camino es como el de Ulises. Siempre estaba de viaje, pero volvió a casa. Es algo que está en la sangre".
Una odisea tan arriesgada que hay todo un movimiento que asegura que la misión Apolo 11 y los cinco aterrizajes posteriores, el último en 1972, fueron una superproducción rodada en una base militar estadounidense.
Malerba, que voló al espacio a bordo del transbordador Atlantis en 1992, se subleva contra esas teorÃas negacionistas y recuerda que, preparando aquella misión, coincidió con John Watts Young, el noveno hombre en pisar la Luna.
"Young no era un actor. No se habrÃa prestado a un ejercicio de ficción, y asà eran los demás. Estoy absolutamente convencido (...) Ciertamente, los astronautas protagonistas de esa aventura no eran actores, sino personas verdaderas".
Unas personas que se sienten pequeñas cuando vuelan en una nave y diminutas cuando salen al espacio. En esta situación, la escafandra se convierte en el mejor amigo del astronauta.
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