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Domingo 21 de julio de 2019

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Revista Dominical

Ciudad Bolívar

21 jul 2019

Por: Daniel Oropeza Alba - Es socio de número de la Sociedad de Investigación Histórica de Potosí (SIHP)

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Mucho antes de que la ciudad de Chuquisaca pase a llamarse Sucre, de acuerdo a la ley de 12 de julio de 1839, cuyo artículo primero señala que "la ciudad de Chuquisaca es la Capital de la República, y conforme a la ley de 11 de Agosto de 1826 se llamará en adelante la Ciudad Sucre", los impetuosos miembros del cabildo secular de Potosí votaron una resolución cambiando el nombre a la Villa Imperial de Potosí y denominándola en el futuro "Ciudad Bolívar".

Por supuesto que fue la más desmesurada manifestación de enaltecimiento al Libertador que vivió en la Villa Imperial jornadas totalmente festivas desde su arribo, fechado en 5 de octubre de 1825, cuando fue recibido con la pompa de un emperador romano en su desfile triunfal. Fue coronado con laureles de oro, recibió los más lúcidos objetos de plata, se acuñaron medallas con la representación de su rostro bigotudo, al estilo que solía utilizar Bolívar antes de participar de un célebre baile en la Cajas Reales de Potosí, gala para la que decidió afeitarse y lucir un rostro imberbe como recuerdo de la elegancia de su mocedad.

Por supuesto que fue la más desmesurada manifestación de enaltecimiento al Libertador que vivió en la Villa Imperial jornadas totalmente festivas desde su arribo, fechado en 5 de octubre de 1825, cuando fue recibido con la pompa de un emperador romano en su desfile triunfal. Fue coronado con laureles de oro, recibió los más lúcidos objetos de plata, se acuñaron medallas con la representación de su rostro bigotudo, al estilo que solía utilizar Bolívar antes de participar de un célebre baile en la Cajas Reales de Potosí, gala para la que decidió afeitarse y lucir un rostro imberbe como recuerdo de la elegancia de su mocedad.

A Bolívar le impactó siempre la riqueza de Potosí. Tenía claro que esta ciudad fue desde sus orígenes un centro productor de riqueza. Sabía muy bien que la plata del Cerro Rico fue vital para el Imperio Español y, como gran estratega, había estudiado desde su juventud aquel célebre tratado escrito por el Príncipe de Montecúccoli titulado el Arte Universal de la Guerra, donde aprendió que "para la guerra se necesitan tres cosas: 1: Dinero. 2: Dinero. y 3: Dinero", máxima que pudo apreciar durante sus campañas marcadas por la existencia o escasez de recursos.

El Libertador conoció una Villa Imperial que había soportado escalofriantes saqueos, violaciones y constante estado de terror en 15 años de guerra; contempló una benemérita ciudad que, no obstante su contracción demográfica por la emigración de realistas, mitayos y negros, conservaba la mayor infraestructura urbanística en el espacio denominado Alto Perú. Con bellísimos edificios religiosos, casonas particulares, Cajas Reales, Banco de Rescates o el Palacio Pretorial desde el cual gobernaron Castelli, Goyeneche, Belgrano, De la Pezuela, Rondeau y, a su llegada, también le tocó a Bolívar.

Más sorprendente, como escribe Edmond Temple en su relato de viaje a Potosí, contemporáneo al arribo del Libertador, resultaba conocer el Cerro Rico y la zona industrial de ingenios de procesamiento de minerales, hechos todos de piedra con enormes ruedas movidas con energía hidráulica, muchos de ellos abandonados y ruinosos por el rigor de la guerra. Pero, de todo este sistema, el edificio industrial más grande y excelso es la segunda Casa de Moneda de Potosí. Seguramente sorprendió mucho a los ejércitos colombianos y peruanos la magnificencia de la fábrica de monedas de Potosí, cuatro o cinco veces más grande que las casas de moneda de Bogotá o Lima y, con certeza, el edificio industrial más grande y complejo construido durante la dominación española en Sudamérica.

Con todas estas consideraciones, el Libertador Bolívar rechazó rotundamente la pretensión de cambiar el nombre de la Villa imperial por Ciudad Bolívar, consideró que la palabra Potosí suena en todos los rincones del mundo a donde su plata llegó para perpetuar su fama, y en carta de 30 de octubre de 1825, remitida a la Ilustre Municipalidad, ex Cabildo, respondió lo siguiente:

"Ilustrísimo Señor:

S.E. el Libertador ha recibido con sentimientos del mayor agrado la generosa demostración con que ha querido honrarle la Ilustre Municipalidad del Potosí; este nombre, símbolo de la riqueza y, por lo mismo, mil veces famoso por todo el bien que ha derramado en el Universo, jamás podrá ser borrado por otro alguno. S.E. no puede persuadirse que el Potosí sea susceptible de recibir una denominación más célebre que la que lleva, y por consiguiente, burlará todos los esfuerzos de los hombres que pretendiesen darle una que nunca puede alcanzar a la altura de la que lo ha hecho memorable".

Nada faltó a su gloria en Potosí, excepto su Manuelita Sáenz, temporalmente ausente, que fue relevada por María Costas en la Villa Imperial. Pero esa es otra historia.

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