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CARTAS A MI MADRE
Flor de otoño. Perpetua enmudecida.
Rosa blanca de abril. Sueño de infanta.
Perlado pelo cano te hizo santa:
Santa imagen de amor y despedida.
Cada vez más distante y más sentida
por tanta pena y amargura tanta
que siempre tu recuerdo me adelanta
al reencuentro de tu última partida.
Cautivo del pasado. Nada llena
en mi alma enferma de dolor tu ausencia.
Quise ser luz de sol para tu pena,
y sólo he sido reverbero inerte.
Quise ser la extensión de tu existencia
y sólo soy la sombra de tu muerte.
¡Puerto AgonÃa al alba! ¡Madre mÃa!
¡Quién creyera que de acá te escribo!
¡Aunque, Madre, aún exista, ya no vivo!
¡Ya no vivo tu vida ni la mÃa!
¡Puerto Dolor, donde la luz no es dÃa:
ni paisaje hiemal ni aliento estivo!
Una ascensión sin fin de paso esquivo
tanto más dura cuanto más tardÃa!
¡Tiempo incierto, doliente, acibarado!
Desbordante de luz, pleno de sombra.
Flujo incorpóreo, triste y reiterado.
¡�ter vivaz sobre la nube-alfombra!
¡Un espectro a la espera del Buen hado!
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¡Un espectro a la espera del Buen hado!
¡Y una voz que te llama y te nombra!
Puerto Desolación en hora mustia.
Te escribo desde el polen de los lirios,
desde las rosas blancas y los cirios,
desde la sombra muerta de mi angustia.
Puerto Desolación en tierra adusta.
Huyeron ya calvarios y delirios,
las sombras del pasado y tus martiriosÂ?
En paz descansa tu aflicción augusta.
Puerto Desolación. ¡Ya nada late,
nada vibra, ni vive, ni palpita,
nada pulsa ni vuela ni se abate!
No hay calor, no hay paisaje, no hay sonido,
mi corazón lo siente y lo acredita.
En él, también, ha muerto hasta el latido.
Puerto Ausencia a la fecha en el Vallado.
Te busco en el rocÃo que desgrana
la doliente oración de la mañana
en la espiga del pan abandonado.
Refección que no sabe a tu pasado,
Muerdo tan solo mi presencia humanaÂ?
El triángulo de luz de la solana,
como nunca silente e inanimado.
Te busco en la fatiga de mis músculos,
y, al calor familiar de mi alimento,
en el claro arrebol de los crepúsculos.
Y de pronto renaces en mi mente,
pero en tal soledad y apartamiento
que si estás sola, es que yo estoy ausente.
Puerto Esperanza al fin de mi camino.
Tú lo viste en verdad reverdeciente.
�l eras tú: criatura de tu mente,
él era yo: retazo de tu sino.
Puerto Esperanza abierto al sibilino
soplo de la existencia. Aunque doliente
mi alma te reclamaba y hoy te siente
como el propio matiz de mi destino.
Puerto Esperanza al fin de mi sendero.
Más allá sólo el mar: otra esperanza
que aquieta mi dolor en agua mansa.
Esperanza: postrer pan del arriero,
promesa austera de volver a verte
mientras tú vas a Dios y yo a la muerte.
CONFESIÃ?N
¡Quiero llorar mi confesión, Dios mÃo!
¡Padre Nuestro que acoges a mis muertos!
¡De pronto he visto ectópagos libertos
asolando tu casa y tu sembrÃo!
¡Y yo entre ellos, Señor, el más impÃo,
y el más voraz en consumir tus huertos!
¡Dame por techo el sol de tus desiertos,
o dime que todo esto es desvarÃo!
Tu antiguo Edén: paraÃso de hombres-plaga
un enjambre de prójimos-serpiente,
y yo con él, Señor, en hora aciaga.
¡Piedad, Señor: suplico tu condena!
¡Restituye en mÃ, tu alma creadora
y al redimirme el cruel, lo hará el que llora!