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Con el ingreso de la población indÃgena a la guerra civil, tres fuerzas recÃprocamente contrapuestas comenzaron a oponerse sordamente en el seno de las familias revolucionarias: el sentimentalismo regional de los constitucionalistas paceños, las aspiraciones polÃticas de los jefes liberales y los intereses sociales y económicos de las improvisadas milicias indÃgenas.
El antagonismo entre las dos primeras no era aún fuente de manifestaciones de importancia. Empero, la oposición entre los propósitos especÃficos perseguidos por los revolucionarios y las ambiciones de emancipación social de los indÃgenas, comenzó a revelar ya las primeras pruebas de su existencia con los sucesos ocurridos en Corocoro en las postrimerÃas de enero y principios de febrero.
¿Cuál es la posición que originalmente tuvo la presencia de Zárate Willka en este conflicto?
Ya tenemos dicho, en otro parágrafo del presente trabajo, que nada se puede afirmar, con seguridad, acerca de si la autoridad de Zárate fue o no el resultado de una iniciativa puesta en ejecución por los revolucionarios paceños a instancias de sus inmediatas exigencias.
Pueda ser -dijimos en 1964- que del encuentro de los distintos propósitos de insurgentes y aborÃgenes haya provenido el caudillaje de Zárate Willka como un medio de transacción entre dos corrientes en pugna cuya desinteligencia era, para los revolucionarios, necesario conjurar momentáneamente mediante ese expediente y sin abrigar, de antemano, propósitos de sujetarse, llegado el momento, a los compromisos contraÃdos. Esta presunción fue persistente creencia popular una vez pasada la contienda.
Pueda ser -dijimos en 1964- que del encuentro de los distintos propósitos de insurgentes y aborÃgenes haya provenido el caudillaje de Zárate Willka como un medio de transacción entre dos corrientes en pugna cuya desinteligencia era, para los revolucionarios, necesario conjurar momentáneamente mediante ese expediente y sin abrigar, de antemano, propósitos de sujetarse, llegado el momento, a los compromisos contraÃdos. Esta presunción fue persistente creencia popular una vez pasada la contienda.
Una suposición de mayor probabilidad -añadimos en el referido año- es que los jefes revolucionarios, dispuestos a servirse de Zárate Willka, sin antecedente contractuales previos de ninguna naturaleza, como factor de obediencia para obtener la incondicional colaboración de los indÃgenas, se hayan propuesto utilizarlo solo con el propósito de conseguir el triunfo de la revolución con exclusión de todo otro ideal de importancia para sus aliados.
En cualquiera de los tres anteriores casos -aseveramos en el citado año de 1964-, la localización de área de conflicto asà como la del centro de irradiación y agitación revolucionaria contribuyeron, sin lugar a dudas, enormemente a la consagración definitiva del caudillaje de Pablo Zárate Willka.
Ahora, tenemos razones para suponer, más fundado que la autoridad de Zárate Willka resultó de un antiguo y recÃproco acercamiento entre este y Pando.
En la segunda fase de la campaña, Sicasica quedó fuera de la zona de choque, a retaguardia de la lÃnea constitucionalista, y, por consiguiente, no le cupo desempeñar, en el curso de esta, ninguna misión de excepcional importancia. El núcleo del levantamiento se trasladó, en esta segunda etapa, de Sicasica a las inmediaciones de La Paz y Viacha.
Es en la tercera etapa de la guerra civil que Sicasica, a más de recobrar la importancia que tuvo en los primeros momentos de la rebelión, adquiere definitivo puesto de privilegio en la dirección del movimiento indÃgena como consecuencia del desplazamiento del frente de batalla de la región comprendida entre Viacha y La Paz a la que se extiende entre Sicasica y Oruro.
No serÃa nada extraño que el jefe indÃgena, a despecho de la referida conjetura, haya hecho su ingreso al escenario de la campaña solo a partir de los primeros momentos de la tercera fase de la guerra civil, pero es incuestionable que únicamente en el curso de esta etapa se afirma definitivamente el rango de suprema autoridad que llegó a tener en el posterior curso del alzamiento indÃgena.
Cuando el Capitán General y las fuerzas constitucionalistas se trasladaron de Viacha a la ciudad de Oruro, dice Rodolfo Soria Galvarro, cundió el levantamiento indÃgena en toda la altiplanicie. La propagación del alzamiento campesino no debió comprometer a la totalidad de la altiplanicie boliviana, como con frase hiperbólica, asegura Soria Galvarro, pero no es inadmisible que esa sublevación adquirió proporciones superiores a las que ella misma tuvo antes de la retirada de Fernández Alonso.
Desde entonces, mientras la ciudad insurgente se esforzaba por pacificar y alejar la amenaza indÃgena en la vasta región que la circunda, la sublevación campesina, se retiraba hacia el mediodÃa, y, según clara expresión de Rodolfo Soria Galvarro, tenÃa por centro, "con su famoso jefe Villca" a la cabeza, la población de Villa Aroma donde el coronel Pando instaló su cuartel general.
La centralización y establecimiento de la principal zona de conflicto entre Sicasica y Oruro, en momentos de producirse la acentuación del levantamiento indÃgena, acabaron por dar a Pablo Zárate Willka las más favorables condiciones para el definitivo asentamiento de su consagración y fama como supremo caudillo de las multitudes autóctonas.
De: Zárate, el "temible" Willka
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