Jueves 11 de julio de 2019
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Por sus peleas, argumentos y eventuales frases desafortunadas, los políticos son los payasos de nuestra sociedad. Gracias a ellos existe el humor político que hizo grandes a muchos escritores, incluido nuestro Paulovich, que en las últimas horas partió al más allá luego de años de habernos alegrado la vida en el más acá.
Y las payasadas arrecian en tiempos electorales como los que los bolivianos vivimos desde hace ya bastante tiempo, tanto que ni siquiera nos dimos cuenta cuándo fue que comenzaron.
Dos de ellas fueron particularmente llamativas y ocurrieron en las ciudades patrimoniales de Sucre y Potosí.
En la capital del Estado, el oficialismo montó una tragicomedia con motivo de la visita del candidato de Comunidad Ciudadana, Carlos Mesa. Un grupo se fue hasta el lugar donde el aludido estaba firmando un acuerdo político y exigió justicia para las víctimas de octubre negro. Unos cargaban un ataúd de cartón mientras un trío de mujeres, vestidas de luto, intentaba representar a las viudas de aquellas luctuosas jornadas.
En la Villa Imperial, un opositor, dizque representante de una plataforma ciudadana, logró colarse no solo al escenario sino a la testera donde estaba el expresidente de gobierno de España, José Luis Rodríguez Zapatero. Le entregó una bandera del 21F y ahí estalló el drama.
