Miercoles 10 de julio de 2019
ver hoy
Mientras tu partida deja una estela de desconsuelo, dolor y llanto en esta tu tierra, en el cielo los querubines y serafines se regocijan por el retorno del ángel enviado por nuestro Señor, para alegrar la vida de sus prójimos, a través del humor y la fantasía que llevas en tu bagaje.
Paulovich, Maestro, compañero y amigo, fuiste el sabio que con tanta habilidad supo administrar esa exuberante obra periodística y literaria, consagrada en su mayor parte al difícil género del humor. Ese portento, al igual que el amor, se constituye en uno de los valores humanos más preciados de la vida, pues hace de la risa un remedio verdaderamente infalible contra los males que aquejan a este siglo XXI, actuando como pócima, filtro o bebedizo, que, si bien no los cura del todo, los mitiga, especialmente en una sociedad adusta y hasta solemne como la nuestra.
Una sociedad de "malhumorados, caras largas y getas caídas", como tú la calificabas, donde una crisis interminable entronizó su reino desde tiempos inmemoriales, y que no supo descubrir -o quizás sí lo hizo- ese misterio que la hizo reír y la llenó de alegría. Aquel que atesoró tu alma y que te granjeó la simpatía, el afecto, el respeto y el orgullo de haberte conocido.