Sin eufemismos sobre sacerdotes pederastas y abusadores sexuales en chile

Intentaré elaborar una breve recensión sobre el libro "El Rebaño" de Oscar Contardo, publicado por la editorial Planeta. Escribí intentaré, pues el tema central no es expresamente edificante.

El autor centra su investigación en la sucesión de casos de pedofilia y abusos sexuales en Chile que vivía una época de dictadura donde aquéllos no eran denunciados pues no era el tema ni era la mentalidad del momento sino tenían prioridad los atropellos a los derechos humanos.

Por esa realidad se desvió la retahíla de abusos ignorados cuando no se entiende que una institución como la iglesia católica que imparte certezas sobre los límites de la sexualidad de las personas actuara de esa manera errática e irrazonable en Chile, al mismo tiempo que se violaban los derechos humanos, con tan impávida negligencia sobre ataques sexuales perpetrados a niños, adolescentes y monjas por diferentes jerarquías de prelados.

El autor desvela con exacerbado detalle y concisión la forma en que los prelados construían su impenetrable urdimbre de poder y lo describe como una telaraña que no está arrinconada sino crece constantemente.

Describe a curas con jerarquía eclesiástica que solo confraternizaban con la clase social y económica más alta y pudiente de Chile, conduciendo una vida de boato y dominación a esas familias que, por el temor reverencial, aceptaban esa incómoda influencia.

Los sacerdotes con mando, como narra el autor, elegían a miembros jóvenes de la aristocracia chilena para que tengan vocación de sacerdotes, como si fuese cuestión de imponer algo que es intuito persona; los recomendaban a Roma y no se afrontaba problema alguno en ordenarlos.

De esa forma, estos sacerdotes ordenados arbitrariamente y sin comprobación de su vocación, se sentían obligados a la retribución y ésta se resumía en la total obediencia y sigilo, además de encubrir, lo que acontecía internamente en sus curias, específicamente sobre miembros pederastas y reincidentes en abusos sexuales.

Entonces surge la pregunta: ¿En qué situación quedaban los jóvenes que efectivamente sentían en sus espíritus la vocación sacerdotal?, relegados sin solución de continuidad hasta que su vocación se diluía. Esta era la forma de incrementar la telaraña de poder de la iglesia en los diferentes estratos, sobre todo en los más elevados e influyentes de esa República.

Se debe significar que el autor hace una notoria diferencia entre el actuar de los jesuitas y los salesianos, para que la persona que lea este libro recensionado brevemente pueda extraer conclusiones.

El autor además de relatar la actitud de la iglesia frente a la dictadura, desvela la posición de esta institución abiertamente dual pues una era mostrar hostilidad a la dictadura y la otra asumir la posición dócil.

Una conclusión que espigo del relato crudo del autor es que la mayoría de los sacerdotes que desplegaban su influencia y decisión en los casos de pedofilia y abusos sexuales a niños, adolescentes y monjas, trasuntaban su poder en la posición monolítica de encubrimiento a los denunciados y no denunciados, eran extranjeros.

El autor continúa con sus relatos obtenidos por investigaciones, expedientes judiciales, de los pocos que existían y entrevistas que realizó, infiere el recensionista, y esta vez son casi 30 páginas o más de incidentes sexuales entre curas y niños, adolescentes y monjas, no privándose el autor de los detalles más íntimos y execrables que seguramente los consideró necesarios.

En una entrevista que realiza con un prominente prelado y cuando pregunta sobre los escándalos de los abusos sexuales contestó: "los curas no somos ángeles tampoco, porque todo ser humano tiene sexo, para ser sacerdote hay ser muy hombre, un sacerdote poco hombre no sirve pues no tiene autoridad ni prestigio; y si uno es muy hombre en un mundo erotizado se supone que el sacerdote podrá alguna vez ceder a alguna tentación porque es un ser humano normal".

Esta liberada y eximente posición es una antinomia pues el sacerdote ignora que todos los seres humanos estamos sujetos a la intensa acción del instinto y si no edificamos en nuestro espíritu, como simples ciudadanos, recato, templanza y superioridad intelectual para hacer prevalecer la sensatez ante la lascivia, estaríamos violándonos los unos a los otros.

El autor ratifica en su obra la invariable posición de la iglesia ante estos casos de a pedofilia y abusos sexuales, su reincidencia y los muchos otros que aflorarán progresivamente al conocimiento público, y ante la muerte de un sacerdote pederasta la asistencia al funeral fue masiva, entre sacerdotes salesianos, diocesanos y de otras congregaciones, excepto de los alumnos predilectos del cura y despidieron al sacerdote como solo se hace con los hombres excepcionales y los pastores de virtudes sublimes.

*es abogado, posgrados en Filosofía y Ciencia Política (Maestn), Alta Gerencia para abogados, Interculturalidad y Educación Superior, Arbitraje y Conciliación, Docencia en Educación Superior, Derecho Aeronáutico, Oratoria Jurídica, doctor honoris causa, IWA, Cambridge University con tesis aprobada.