Ingresando propiamente al segundo semestre del presente año y considerando que el último trimestre de la gestión tendrá un movimiento especial post electoral, hay que convenir en que los meses que vienen serán prácticamente de expectativas, pero también de incertidumbres para el enorme conglomerado nacional, esperando cambios en la última fase de un proceso que avanzó de salto en salto, dejando algunos vacios, que seguramente ya no podrán ser cubiertos debido al corto periodo de campaña electoral que no es propicia para los ajustes mayores, porque pueden complicarse situaciones que deben estar en sosiego para no crear anticuerpos que tengan efecto efervescente en las bases partidarias.
En realidad se trata de una compleja situación económica nacional, que pese al bajón de cifras y la comprobada estrechez en el manejo de recursos financieros, resulta que para algunas de las autoridades del área económica, el problema es coyuntural y no tendrá efecto prolongado lo que permitirá en tiempo relativamente corto recuperar montos que han debido destinarse para cubrir obligaciones de orden emergente. Claro que ha habido muchas, pero no más de las cuentas que han sido parte de gastos insulsos y cuya recuperación es de larguísimo plazo o simplemente entrarán en la cuenta roja con destino a "fondo perdido".
Bajo esas circunstancias en las que el país se desenvuelve en el tiempo presente, que además será ampliado por el tiempo venidero hasta después de las elecciones, es natural que de manera especial, los sectores productores muestren preocupación, sabiendo que la atención gubernamental está en otra cosa, que no es precisamente la de cuidar la economía del país.
Si bien los especialistas están pendientes del movimiento financiero externo y de manera especial el que tiene que ver con nuestra región y todavía con mayor proximidad si la referencia es parte de la vecindad, identifíquese como la Argentina, Brasil, Perú y Chile.
Es cuando se necesita un excelente comportamiento de los sectores productivos, y con mayor disposición de los que dependen del empresariado privado que al no estar inmerso de manera directa en la contienda electoral, está más preocupado de salvar las condiciones actuales que limitan algunos segmentos de crecimiento y postergan las opciones de alcanzar objetivos de desarrollo sostenible, con proyectos de igual trascendencia que están durmiendo "el sueño de los justos" en algunas gavetas o en canastillos de los escritorios de la alta burocracia oficialista.
En busca de soluciones a la crisis se pueden ensayar posibilidades de lograr alianzas público privadas que puedan ayudar a mover la economía nacional para contrarrestar la presión internacional que se mueve en un escenario adverso en el que varían las reglas de juego, mientras en el caso boliviano, por lo menos en lo que corresponde a la paridad del dólar y nuestra moneda, no se producirá ningún cambio, así sea que las variables económicas de la vecindad, ocasionen problemas en el sistema industrial y comercial nacional.
Hay un aspecto lamentable sin visos de cambio, y es que el Gobierno (no el Estado) sigue frenando el desarrollo del sector privado con una serie de normas y regulaciones desde el sistema impositivo que sin cumplir objetivos de ampliar el régimen tributario nacional, "ajusta las clavijas" a los contribuyentes legalmente establecidos y deja fuera de control una masa millonaria de recursos que son la gran evasión de la informalidad. Hay una marcada preocupación, por la falta de coordinación en la aplicación de urgentes ajustes económicos que armonicen producción y generación de recursos.
Fuente: LA PATRIA
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