La tenacidad

En una anterior columna escribí sobre la debacle deportiva de los jóvenes atletas futbolistas bolivianos que participaron en la Copa América, que son objeto de manipulaciones de los dirigentes y sus equipos, sin embargo, cometen el gravísimo error de vivir espléndidamente sin formar su carácter, menos su determinación para elegir lo correcto.

Los humanos debemos tomar de antemano nuestro partido, a sabiendas que hemos de fracasar repetidas veces, antes de tener éxito cuando continuo, pero si tenemos corazón esas contrariedades sólo servirán para estimular el valor y excitarnos a renovar nuestros esfuerzos.

Existen ejemplos en la historia que por su crueldad nos enseñan con profunda intelección: Talma, el más grande de los actores fue silbado cuando salió a escena, la primera vez que lo hizo; uno de los más elocuentes predicadores Lacondaire no adquirió celebridad sino después de haber fracasado varias veces, Disraeli y James Graham fracasaron de la misma forma en sus inicios y fueron puestos al escarnio del ridículo y no lograron su propósito sino a fuerza de trabajo y voluntad. Montesquieu y Jeremías Bentham abandonaron el foro en el que el éxito fue reticente y siguieron carreras conforme a sus proclividades; hoy conocemos la magnífica herencia de Montesquieu y Bentham dejó preciosos y paradigmáticos autos legislativos que sirven en toda necesidad de consulta.

Un gran tormento físico, tal como la privación del sentido del oído nunca fue considerado como una razón suficiente para impedir seguir con el celo de la lucha y hacer brotar exquisitas y eternas obras musicales: Ludwig van Beethoven.

La vida de muchas mujeres y hombres de gran valía no ha sido más que una lucha continua contra las dificultades y las derrotas aparentes. Dante escribió su más bella obra hallándose en la miseria y en el destierro. El mismo Miguel Ángel estuvo expuesto, durante la mayor parte de su vida, a persecuciones envidiosas de los nobles y sacerdotes comunes, y de hombres que no podían simpatizar con él, ni comprender su genio.

Lavoisier, el famoso químico, fue guillotinado durante la primera revolución en Francia. Este eximio químico pidió a la Comuna que lo había condenado a muerte unos días de prórroga para poder comprobar el resultado de ciertos experimentos que había hecho en prisión, pero la estulticia del Tribunal rechazó esa súplica porque uno de los jueces dijo "la República no necesita filósofos".

Todos estos relatos pueden servir para reflexionar y obtener provecho de una soledad forzada que es la condición exigente para meditar y luego conseguir obras de trascendencia y rendimientos físicos extraordinarios.

Es en la soledad donde el deseo de perfección se desarrolla mejor. Nuestro espíritu comunica para sí en el asilamiento hasta dar por resultado una energía indomable y, todo depende, para aprovechar esa energía o no de nuestra índole, educación y carácter.

*Es abogado, posgrados en Interculturalidad y Educación Superior, Docencia en Educación Superior, Alta Gerencia para abogados, Arbitraje y Conciliación, Derecho Aeronáutico, Filosofía y Ciencia Política (maestn), doctor honoris causa IWA Cambridge University, con tesis aprobada