Narcotráfico banalidad del mal

Desde el secuestro de 759 kilos de cocaína en menos de un mes en la república del Paraguay, como la sospecha de que utilizan urea de la planta de Bulo Bulo para refinar la pasta base de cocaína y el reporte que revela que 30 avionetas cargadas cada una con hasta 500 kilos de cocaína salen por día del Beni, nosotros como hijos de la democracia y defensores de la legalidad condenamos toda forma de ilicitud, provenga de donde provenga,

A estos hechos más que vergonzosos de los días anteriores en relación al escándalo del narcotráfico, no podemos menos que plantear una pregunta fundamental

¿Nos estamos convirtiendo en un narcoestado?

La percepción fuera de las fronteras de nuestro país es lamentablemente afirmativa, en ese sentido, desde publicaciones de revistas extranjeras (revista Veja) hasta la opinión especializada de actores de opinión de alcance global e incluso dignatarios extranjeros, periodistas, etc., en una notable cantidad opinan, señalan y hasta denuncian un extremo tan horroroso como probable.

En una acción autocrítica, efectivamente podemos intentar tapar el sol con un dedo al mejor estilo de los diferentes gobernantes y decir "no estamos como Colombia", "no somos el mayor productor de drogas" y otras simplezas que siempre terminan en el clásico discurso de "el imperio", "la derecha" o podemos reconocer que existe un problema y eso sólo para empezar, puesto que el accionar ilícito es ilícito en la medida que sea, no existe eso de comparar, puesto que esa es la realidad de otros países, mas no la del nuestro, que es lo que debería importar con mucha preferencia a la "comparación".

Existe entonces un problema con el narcotráfico, un problema que, sin importar su magnitud en escala comparativa con el resto del mundo civilizado e incivilizado, debe de ser resuelto de la manera más eficaz y precisa posible, de no resolverlo decididamente nos convertiremos en un narco estado tal cual lo vienen anunciando desde el extranjero.

Un negocio multimillonario como lo es el de las drogas, necesariamente tiene unos orígenes bastante oscuros y hasta anecdóticos, desde la proliferación del puritanismo racista norteamericano, hasta la revolución del "amor y paz", pasando por las drogas sintéticas a las guerras abiertas, millones de vidas han sido y son sacrificadas por la absurda banalidad del mal.

En el caso de Bolivia, este lucrativo negocio marcó la sombra de los gobiernos nacionales desde los tiempos finales de las dictaduras, cobrándose entre otros la vida del diputado Edmundo Salazar (1986), quien había conseguido importante información sobre el caso Huanchaca y la fábrica de droga que allí funcionaba. O del ilustre científico Kempff Mercado, quien descubrió esta megafábrica de cocaína, la mayor de la historia de Bolivia hasta ese momento, ambos permitieron certificar la vinculación entre el narcotráfico y el Estado.

Sea oficialista o no, el narcotráfico tiene mayoritariamente una materia prima en común la hoja de coca del Chapare, llama poderosamente la atención de que los bolivianos, no, reconocen el consumo tradicional de hoja de coca proveniente del Chapare, más al contrario se presume el uso de esta producción para otros fines.

No podemos permitir ser una nueva Colombia con unas tristemente célebres FARC, ELN y grupos paramilitares de "autodefensa" operando con total impunidad en nuestro territorio, no podemos ser un México, con desapariciones forzadas, con cárteles y con un interminable río de compatriotas que emigran o más bien se refugian en mejores horizontes.

Si no queremos ser un narcoestado, señores del gobierno; gobiernen y luchen contra este flagelo que es el narcotráfico.

De lo contrario, harán que toda la mala propaganda y las suposiciones más nefastas no sólo sean ciertas sino se conviertan en la más negra de las realidades.

(*) Es Asambleísta Orureño