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Domingo 16 de junio de 2019

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Cultural El Duende

"¿Quiere Ud. ser candidato?" de Sancho Pérez del Camino

16 jun 2019

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Entre los ensayos que se tiene sobre el quehacer político nacional a mediados del siglo XX, destaca el libro intitulado "¿Quiere Ud. ser Candidato? Curso rápido para aficionados en 10 lecciones" de Sancho Pérez del Camino, seudónimo del escritor paceño Antonio Díaz Villamil (La Paz, 1897-1948), publicado en su primera edición en 1942 por la Imprenta "Atenea" y reeditado por la Editorial "Juventud" en 1989.

En ¿Quiere Ud. Ser Candidato? predomina el tono irónico y jocoso, pero ello no le quita seriedad a las apreciaciones sobre los tejemanejes del futuro candidato a la diputación por una provincia. De otra parte, el accionar del postulante político se basa en conductas que devienen de la prebenda, la hipocresía, la mentira, el cinismo y el clientelismo, tan recurrentes en todos los tiempos de nuestra historia política, donde lo único que ha cambiado son los aspirantes al poder.

Todo el que ansía ser diputado debe, según la obra, cumplir con dos condiciones: constitucionales y personales. La primera relacionada con el cumplimiento de los requisitos que manda la Ley; la segunda vinculada a las cualidades personales del candidato. No obstante, ambas pueden ser pasadas por alto en la medida en que el candidato sea capaz de sortear su postulación con algunas artimañas. Además, tener algún antecedente negativo no obsta para proseguir en su propósito debido a la ausencia de memoria colectiva. Al respecto expresa el autor: "Hombres que en cierto tiempo no lejano fueron sorprendidos en peculados, affaires y otros inocentes pecadillos, siguen al presente desempeñando honrosísimos y delicados cargos públicos".

Todo el que ansía ser diputado debe, según la obra, cumplir con dos condiciones: constitucionales y personales. La primera relacionada con el cumplimiento de los requisitos que manda la Ley; la segunda vinculada a las cualidades personales del candidato. No obstante, ambas pueden ser pasadas por alto en la medida en que el candidato sea capaz de sortear su postulación con algunas artimañas. Además, tener algún antecedente negativo no obsta para proseguir en su propósito debido a la ausencia de memoria colectiva. Al respecto expresa el autor: "Hombres que en cierto tiempo no lejano fueron sorprendidos en peculados, affaires y otros inocentes pecadillos, siguen al presente desempeñando honrosísimos y delicados cargos públicos".

Por otra parte, el candidato capaz de triunfar no es aquel que cuenta con todos los atributos, sino el que carece de los mismos, porque "a mayor ausencia de condiciones mayor optimismo y anhelo de triunfo, o sea que un candidato cuantas más condiciones le falten sentirá menor escrúpulo en aspirar y exigir una candidatura". En otras palabras, el que carece de virtudes es el que más recurre a las artimañas para lograr la victoria electoral. El dechado de virtudes "jamás de los jamases ha de pretender, por las mismas condiciones que tiene, no digamos pedir, ni siquiera aceptar ni por un solo instante una candidatura". De lo expuesto, se deduce que el campo político no es para las personas honradas, menos para los apegados a la moral.

Una campaña no solo depende del candidato sino de otras personas; en esa medida, el aspirante a la diputación debe cautivar a todos con ofrecimientos posibles e imposibles mientras dure la campaña electoral. Pasada la misma, mucho de lo que se ha prometido solo quedará en palabras; además, muchos electores ni se acordarán de lo dicho, "como dicen que las palabras se las lleva el viento, sobre todo en estos casos en que muchos electores carecen de suficiente retentiva y a quienes lo que les entra por un oído les sale por el otro (�)". Esa actitud del electorado no es más que el "dejar hacer y pasar". No sólo en los políticos hay crisis de valores, sino también en la sociedad.

Por otra parte, para aglutinar a las personas allegadas al candidato con el fin de que puedan coadyuvar en la campaña, se debe recurrir a dádivas y libaciones organizadas y pagadas por el candidato. Al respecto, el autor es contundente cuando señala: "Logrando la amistad de estos mediante obsequios, fiestas y democráticas farras pagadas con filantrópico desprendimiento, podréis contar con preciosos elementos de propaganda y de influencia en el distrito".

De las actitudes "dadivosas" del candidato durante la campaña, también deben beneficiarse los electores, ya que a "barriga llena, elector contento" y a "cerveza abundante, elección triunfante".

El candidato no solo se identificará con un solo sector, sino con todos, es decir con el patrón y con el obrero, con el rico y con el pobre. Sus promesas alcanzarán a todos; en tal sentido, a los dueños de las fuentes de trabajo se aconseja ofrecer por ejemplo lo siguiente: "(�) presentar en la primera sesión de la cámara un medular proyecto para suprimir todo impuesto a la exportación minera y todas las obligaciones de protección y seguro social vigente". Con relación a los trabajadores se recomienda declarar: "(�) con la mano empuñada y puesta en alto, que sois un elemento de extrema izquierda y que estáis resuelto a ir a luchar al parlamento por la sagrada causa del proletariado y sus justas reivindicaciones sociales y económicas, para lo que demandáis el voto de vuestros ´camaradas´ en la elección que se avecina". A nadie se debe menospreciar con las promesas. El candidato tendrá que ser de izquierda o derecha de acuerdo a las circunstancias.

El oponente del candidato no está exento de las lecciones que brinda Díaz Villamil, quien sugiere distraer o sacar de la contienda política al contrario con una injuria o con un pleito judicial tramado: "Un recurso muy eficaz es suscitarle en la ciudad un pleito sobre linderos o cualesquiera derechos referentes a sus propiedades (�). Si esto no funciona, no quedaría sino acusarlo de totalitario, de azuzador de levantamientos indígenas o algo por el estilo".

En otro acápite, también sugiere excluir al contendiente recurriendo a la agresión física de la siguiente manera: "Hay, pues, que eliminarlo. Bastará para ello una senda paliza por ´encargo´, suficientemente contundente para inhabilitar su locomoción por todo el periodo eleccionario (�)". El obrar con mala fe, el recurrir a la violencia física y sicológica para eliminar o neutralizar al adversario, son parte de las estrategias del candidato que pretende asegurar la victoria electoral. En la disputa por el poder todo es válido, no hay moral ni ética que valga.

La obra de Antonio Díaz Villamil es contundente al destacar que en el quehacer político prevalece el "maquiavelismo a lo criollo". El interés dinamiza la política. La ambición por el poder hace que los candidatos pierdan respeto a las leyes, a las autoridades y a la sociedad, donde la manera óptima de encumbrarse en el poder es mediante artilugios. La ideología sólo encubre el interés personal y grupal del político. En la campaña electoral no es suficiente tener los recursos económicos, ni un buen padrinazgo, también se requiere habilidad, capacidad y destreza para simular y engañar a los electores.

Felipe Cori Tambo. Educador y egresado en Sociología.

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