Las relaciones entre las naciones de Latinoamérica, pero principalmente las que tienen sus vínculos directos en el continente sudamericano, están nuevamente en peligro ante la amenaza surgida en las pasadas horas por la crisis desatada entre Venezuela y Colombia.
Es preocupante lo que ocurre entre esos países donde además se alientan ciertas presiones exógenas a las políticas estrictamente nacionales en cada caso, aunque prevalecen algunas desavenencias que se profundizan de tiempo en tiempo, cuando se efectúan operaciones militares en las proximidades limítrofes de ambas naciones y cuando además persisten los reclamos mutuos por injerencia en “asuntos internos” así sean los que se relacionan con actividades de guerrilleros u otras fuerzas ligadas al narcotráfico.
No se sale del asombro que causa la actitud del mandatario venezolano que muy presuroso respondió a una denuncia de Colombia sobre presencia de guerrilleros en su país cuando, con la extrema medida del rompimiento de relaciones diplomáticas, un antecedente que puede marcar el agravamiento de una crisis que no es nueva pero que altera la unidad que debería reinar entre los países que son parte del gran proyecto del Libertador Simón Bolívar.
El próximo mes de agosto se producirá el cambio de gobierno en Colombia y se trata de la posesión de un electo mandatario con amplio respaldo ciudadano y que como lo señalan los analistas políticos internacionales, puede ser parte del cambio que se observa en otras naciones, como Chile, lo que se afirmará en Colombia y lo que puede producirse paulatinamente en el resto del área sudamericana.
En realidad este cambio de línea política de algunos gobiernos parece constituirse en la verdadera preocupación de otros que siguen alentando una serie de cambios ideológicos y la misión de querer “entronizar” en nuestro continente, formas de gobierno más próximas al autoritarismo que a la democracia anhelada y poco respetada.
No hay que olvidar que los impasses entre Venezuela y Colombia datan del comienzo de la década presente y tuvieron una serie de alternativas que estuvieron en más de una vez al borde del enfrentamiento entre esos gobiernos, menos mal sin llegar al enfrentamiento armado que podría configurar un desastre en la hermandad de nuestro continente.
Ya sabemos cuál es la posición política de nuestro Gobierno sobre el tema, pero al mismo tiempo hay opiniones democráticas de otras fuerzas políticas nacionales que deberían ser tomadas en cuenta a la hora de expresar los sentimientos de Bolivia frente a un caso que no debe complicarse, que no puede enfrentar a latinos entre sí y que tampoco puede ser el “caldo de cultivo” para encender la mecha de una confrontación bélica.
Bolivia siempre ha sido un país pacifista y lo menos que se espera es un llamado de paz y concordia, a los hermanos de Venezuela y Colombia para que no avancen en un proceso que al salir del marco de la racionalidad puede arrastrar no sólo a las dos naciones en conflicto sino a otras que de uno u otro modo tienen sus mayores o menores simpatías con aquellos o con los otros, lo que definitivamente abriría una brecha en las relaciones del continente.
La paz debe ser el factor imperioso para unir el continente frente a cualquier amenaza externa, venga de donde provenga. Lo importante es que se imponga el respeto a la democracia y a los derechos de los pueblos libres, pero sin armas, más bien con diálogo y con justicia.
Fuente: LA PATRIA
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