Con la revolución de abril terminó una etapa histórica y se inició otra. Pero, ¿cuáles fueron los antecedentes inmediatos que originaron esa insurrección? Los testimonios hablan: de respetarse los resultados de las urnas, habría sido posible evitar el luctuoso conflicto. Pero vivimos en Bolivia, nuestra patria, no en otro país.
Si la historia es la memoria de los pueblos, somos un pueblo que parece ignorar su historia; padecemos, como nos dijo un presidente de la república, una amnesia crónica. En algún caso ésta puede ser hasta una ventaja para olvidar los malos ratos del pasado; pero también un defecto que impide aprovechar las lecciones de la experiencia. Se suele decir que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en una misma piedra. Hoy estamos ante una de esas "piedras".
El 6 de junio de 1951, a causa del desmoronamiento de la clase social que detentaba el poder, se convocó a elecciones generales, y salió victorioso el MNR, partido opositor, cuyo candidato en el exilio era Víctor Paz Estenssoro. El "mamertazo", de Mamerto Urriolagoitia, que gobernaba el país, no quiso ni considerar la entrega del mando al ganador; y por la reacción percibida, prefirió hacerlo ante una junta militar presidida por el Gral. Hugo Ballivián.
El 6 de junio de 1951, a causa del desmoronamiento de la clase social que detentaba el poder, se convocó a elecciones generales, y salió victorioso el MNR, partido opositor, cuyo candidato en el exilio era Víctor Paz Estenssoro. El "mamertazo", de Mamerto Urriolagoitia, que gobernaba el país, no quiso ni considerar la entrega del mando al ganador; y por la reacción percibida, prefirió hacerlo ante una junta militar presidida por el Gral. Hugo Ballivián.
Esa suerte de transacción política se hizo al margen de la ley. En realidad, fue un golpe de Estado contra la democracia. Se desconoció de forma flagrante dos cosas: el resultado de las urnas y la CPE. Parece que no estaba en sus planes de la oligarquía el deshacerse del poder. Esa nube gris hoy ronda otra vez en los cielos de Bolivia.
Pero no queremos comulgar de nuevo con las ruedas de ese molino; nos damos cuenta. ¡Cómo nos han engañado! Creíamos de buena fe que ciertamente eran la reserva moral del país, y se ha visto caer del rostro las caretas de la democracia. Con motivo de las elecciones de octubre se habla "sin medida ni clemencia", pero los discursos electorales son sólo posturas retóricas. Los hechos cuentan y no las palabras.
La lección no aprendida es que el soberano, al verse burlado en su voluntad, está emplazado a actuar. Sabe que sus votos no valen para los dictadores. La actitud de deslealtad con la democracia provoca la rebelión en las calles. En aquel abril de 1952, el pueblo exigió que se cumpla su decisión; ni los regimientos de soldados y policías pudieron contenerlo; sabe ser como un ancho río de aguas tranquilas; pero cuando cae la tormenta se convierte en un turbión que arrasa todo.
Esta es sin duda, en la mayoría de los casos, la causa que provoca las guerras. Cuando la razón no convence o se agota sin convencer, lo que queda es la acción de la lucha. Claro que no siempre gana el que tiene razón; sucede más bien que se impone - tenga o no razón - el más fuerte. Entre los políticos, el factor emocional del fanatismo acrecienta la rivalidad, lo cual puede propagar con rapidez el fuego. El torbellino desbordado sería entonces incontenible. ¿Quién desea llegar a eso?
*Es ciudadano de la república
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