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Sábado 24 de julio de 2010

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Revista Tu Espacio

PORTAL DE LA SABIDURÍA

El Padre Nuestro

24 jul 2010

Fuente: LA PATRIA

Por: El Alquimista

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“Orad, por tanto, de esta manera: “Padre nuestro que estás en el cielo,…”. Así enseña Jesús, esta oración y desde entonces ha sido la alegría y el consuelo de sucesivas generaciones, como también piedra angular del culto y la enseñanza crística. Compuesta y transmitida por el Maestro a sus hermanos en su hogar de Nazareth y luego compartida con sus apóstoles y discípulos, es la oración más poderosa del universo. Ninguna otra es tan hermosa, ni abarca tanto, ya que nos une tan íntimamente a Dios y activa en nosotros todos los centros energético-espirituales que poseemos, llenándolos de luz y sabiduría.

El Evangelio de Mateo nos ofrece el texto, que comprende siete peticiones separadas, cada una relacionada con cada uno de los siete centros energético-espirituales que poseemos. Esta oración tan admirablemente compuesta y sutilmente equilibrada, adquiere mayor poder y significación cuando la realizamos en profunda meditación.

“Padre Nuestro que estás en los cielos,” Estas primeras palabras crean un estado de conciencia, abren una egrégora de comunicación hacia lo alto. Nos acercamos a Dios con serenidad, apartados de las diarias preocupaciones, y le llamamos Abba, palabra que en arameo, lengua materna de Jesús, más que padre significa “papá”, y era el término que Él mismo utilizaba. No se advierten indicios de temor con que un pueblo receloso se dirigía a su Creador. Damos por sentada la benevolencia divina y nos sentimos verdaderos hijos de Dios. Se establece una relación de confianza, llegamos como niños a tratar con Él asuntos de familia. Reconocemos que Él es el Padre de todas las criaturas y que está en lo más alto de nuestro propio ser, iluminando nuestro centro coronario.

“Santificado sea tu nombre”, Santificamos su nombre y al mismo tiempo sentimos su luz y sabiduría iluminando nuestra visión espiritual, activando nuestro centro frontal, abriendo nuestra comprensión del verdadero sentido de nuestras vidas, viendo con claridad el camino que debemos seguir.

“Venga a nosotros tu reino”. Toda la esperanza humana está concentrada aquí. El reino de Dios debe expresarse en nosotros y para ello nuestro verbo debe purificarse y convertirse en un verbo creador. Deseamos fervientemente que ese estado de bienaventuranza pura de su reino, reine en nuestro interior, iluminando nuestra laringe creadora para expresarlo a través de nosotros y las fuerzas redentoras comienzan a obrar, plantando en nosotros una pequeña semilla de su reino aquí y ahora, nos identificamos conscientemente con esa fuerza primigenia y oculta que se convertirá en el todo. “En verdad os digo que el reino de Dios está dentro de vosotros y a vuestro alrededor, no en edificios de piedra y madera. Corta un trozo de madera y allí estaré, levanta una piedra y allí me encontrareis”.

“Hágase tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra”. Esta cuarta súplica completa nuestro anhelo de exaltar el alma. Implica una promesa de mansedumbre y de amorosa sumisión a la voluntad amorosa de Dios, para acatarla tal como se manifieste. No oramos tanto para obtener determinados favores (“pues vuestro Padre sabe las cosas que necesitáis antes que se las pidáis”), sino para integrar nuestros deseos humanos y nuestra vida entera en los inescrutables designios del Creador, que se sintetizan en desarrollar amor conciente, por lo que nuestro corazón se convierte en un altar del templo interior del alma, transformándose en el sol central que irradia amor y luz a todo nuestro universo interior.

“Dadnos hoy nuestro pan de cada día”. Ahora pedimos cosas relacionadas con nuestro bienestar material y espiritual. Nada más que pedir a Dios, que nos concedió la vida, que nos ayude a conservarla proporcionándonos el pan diario y el agua de vida, que son más de índole espiritual que material. El estado de paz, armonía, felicidad y plenitud interior es el verdadero alimento que debemos conseguir cuidando que en nuestro interior se manifiesten las virtudes en vez de la inconsciencia, cuidando que nuestro plexo solar este siempre vibrando con las emociones más elevadas.

“Perdona nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Aquí hacemos un examen de conciencia y pedimos perdón por todas las transgresiones a la ley que hemos cometido y al mismo tiempo, lo que es más importante, realizamos el acto sincero y altruista de perdonar totalmente a todas las personas que nos ofendieron o dañaron, o que tienen alguna deuda de cualquier tipo con nosotros, purificándose nuestro centro sexual interno.

“No nos dejes caer en tentación y líbranos de todo mal”. “El espíritu está pronto, mas la carne es débil”. Al pedir a Dios que no nos deje caer en tentación, confesamos que nuestra carne es débil y se inclina hacia el mal. Colocados entre el bien y el mal pedimos al Padre que nos auxilie y nos dé fortaleza espiritual para trascender ambos extremos y pasar las pruebas, sin caer en la tentación de identificarnos con el ego, más bien experimentando a nuestro ser. Proferimos esta ferviente súplica en busca de protección para toda manifestación del mal, sea ésta dentro de nosotros o fuera de nosotros, sellando así nuestro centro coxígeo, manteniéndonos totalmente protegidos.”

“Amen”, que Así Sea. Nos hemos dirigido al creador como hijos de la hermandad humana; lo que pedimos para nosotros, lo pedimos también para el prójimo.

Fuente: LA PATRIA
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