Disminuye potencial agropecuario

El asunto es preocupante, pues se trata de la situación de un numeroso conglomerado social que hasta hace algunos años y pese a duras contingencias de orden natural, no abandonaba su tierra, trabajaba en ella, producía variedad de productos y surtía la necesidad ciudadana en los centros de abasto citadinos, volviendo siempre al lugar de sus ancestros en cumplimiento de las obligaciones propias de agricultores y ganaderos que luchando contra la adversidad tenían prioridad por desarrollar sus faenas tradicionales, aunque no siempre podían vanagloriarse de haber recibido apoyo eventualmente extraordinario por parte del Estado.

En esas condiciones mantenían la vigencia agro-ganadera de sus regiones, favorecidos en algunos casos con cultivos especiales como la quinua o el ajo, y en menor escala pero con ventajosa demanda en mercados, no fallaba la provisión de alimentos necesarios para la mesa diaria, comenzando por la papa, oca, algunos cereales, pero también hortalizas y el complemento procesado de chuño y tunta de alta demanda en la mesa altiplánica.

Los ganaderos por su parte mantenían una oferta variada de carnes, las propias del ganado altiplánico, camélidos y ovinos, carne vacuna y porcina, en ciertas temporadas se incluye el pescado favorito del lugar, como la trucha y algunas otras especies, es decir un servicio de amplia variedad para atender la exigencia de las familias citadinas, acostumbradas a una provisión más o menos regular, en tanto no se complique el clima, produciendo desastres naturales, los que en su caso también eran atendidos con la urgencia de la situación.

Pero de ese tiempo al presente, las cosas han cambiado mucho, disminuyó ostensiblemente la cantidad de tierras cultivadas y es que también se produjo el abandono masivo de agricultores que migraron a las ciudades, empezando por los más jóvenes en busca de mejores perspectivas, seguidos por los padres decepcionados de su situación al no recibir la ayuda necesaria para mejorar su tradicional ocupación agropecuaria. Se observa que en algunas comunidades del altiplano, todavía se mantiene el arado tradicional, tirado por el buey y dirigido por el campesino, la esposa más atrás derramando las semillas, es la forma ancestral que en algún momento cansa, toca su fin y expulsa sin contemplación de sus tierras al cansado productor que se suma a la corriente migratoria aumentando la población de los barrios marginales de las ciudades y dejando en abandono y sin producción miles de hectáreas de tierras labrantías.

Dadas estas condiciones, es indudable la existencia de un problema de gran magnitud y la perentoria solución que debe implementarse en el Ejecutivo para evitar que las tierras de cultivo se deterioren, buscando condiciones favorables para el retorno de agricultores y dotándoles de maquinaria e insumos para recuperar las áreas de cultivo pero en condiciones favorables y no meramente teóricas como parte de eventuales campañas políticas.

Falta un trabajo eminentemente técnico, partiendo de la condición social del gran contingente indígena - campesino que sufre abandono, es parte del porcentaje de gente empobrecida y que reclama con derecho una adecuada atención a sus necesidades reales, muy diferentes a las que se promueven forzadamente con "presentes" de orden prebendalista.

Los campesinos, especialmente de la región altiplánica, precisan maquinaria agrícola, semillas, herramientas y sobre todo el financiamiento para establecer sistemas de regadío, abrevaderos y caminos estables, como lo manifiestan los pocos agricultores que todavía creen que sus derechos serán respetados y su condición social debidamente respaldada. Hay que evitar que disminuya el potencial agro ganadero.

Fuente: LA PATRIA