Miercoles 15 de mayo de 2019

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Dos candidatos a la presidencia están lanzados en una campaña que consiste en acusaciones mutuas nada atractivas para el electorado y que sólo podrían interesar a la justicia y a la Policía, cuando casualmente el país se ha quedado sin justicia ni policía.
El candidato vetado por un referéndum, de profesión cocalero, acusa al otro, de profesión historiador y periodista, de haber evadido el pago de impuestos por la venta de un inmueble, y lo hace justamente cuando la oficina de Derechos Reales acaba de ser cerrada, también por delito de corrupción.
El candidato opositor, historiador y periodista, acusa al cocalero de estar a la cabeza del gobierno más corrupto de la historia, con innumerables nexos o pecados directos de narcotráfico, y lo hace cuando todos los sistemas de control de esa actividad ilegal han sido engullidos por ella.
Hay que esperar que más adelante, preferiblemente antes de las elecciones, estos candidatos y los otros comiencen a producir ideas. Nunca hay que descartar esa posibilidad.
Personalmente me interesa saber lo que proponen los candidatos sobre las opciones que tiene el país de afiliarse a uno de los dos bandos que se han definido en el mundo treinta años después de finalizada la guerra fría.