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Domingo 05 de mayo de 2019

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Cultural El Duende

Herencias de la literatura boliviana

Las Bodas de Oro de Don Casto Rojas

05 may 2019

Discurso pronunciado por el Académico de la Lengua y la Historia, don Casto Rojas Quesada (Cochabamba, 1879-1973) con oportunidad de celebrar sus Bodas de Oro Matrimoniales don doña Carmen Velasco de Rojas, en la ciudad de La Paz, el 17 de abril de 1960

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Excelentísimo Señor Arzobispo,

Reverendos Padres Rosso y Quirós,

Señoras, Señores:

Hace cincuenta años que Carmencita y yo nacimos a la vida de la dicha conyugal en un 15 de abril. Nuestra unión bendijo con palabras delicadas un sacerdote francés, el padre Devisse, todo dulzura y bondad. Con él viajamos a Lima al día siguiente de la boda.

La ceremonia se hizo en privado; y privado también de bienes de fortuna vino al mundo nuestro modesto hogar. Pero tuvo los tesoros invalorables de la belleza, la virtud y la inteligencia de la joven damita que asumió con resignación cristiana sus arduos deberes conyugales.

Por su natural simpatía y las virtudes heredadas de sus antepasados, entre los que cabe recordar a los Arce y Sánchez de Velasco y al gran Obispo Monseñor Bosque y los Villavicencio, la flamante esposa del Secretario de la Legación de Bolivia en el Perú, tuvo la suerte de adquirir bien pronto valiosas relaciones sociales que hicieron muy grata nuestra vida en la culta y señorial Lima.

Si a esto se agrega que el ex Presidente de Bolivia, Dr. Severo Fernández Alonso, era nuestro Ministro Plenipotenciario y este servidor su Secretario, se comprenderá cuán afortunados fuimos en la formación de nuestro hogar y en la iniciación de nuestras ocasionales funciones diplomáticas.

Si a esto se agrega que el ex Presidente de Bolivia, Dr. Severo Fernández Alonso, era nuestro Ministro Plenipotenciario y este servidor su Secretario, se comprenderá cuán afortunados fuimos en la formación de nuestro hogar y en la iniciación de nuestras ocasionales funciones diplomáticas.

Pasados los días ingratos del incidente del Manuripe que con sus algaradas callejeras turbaron nuestra vida sosegada, un nuevo ambiente cordial entre los dos países hizo más agradable nuestra luna de miel.

En paráfrasis imitativa del delicado verso de Edmundo Rostand sobre el beso y la "i" del verbo "aimer", podemos decir que Lima fue para nosotros el botón de rosa de la "o" de la palabra "amor". Por eso amamos a Lima y recordamos hoy con fruición a las familias amigas y a los brillantes jóvenes intelectuales de esa época que nos favorecieron con su amistad.

De aquel delicioso capullo brotaron dos vástagos, los que unidos a dos lindas esposas, nos han dado tres bellas nietecitas y dos apuestos inteligentes muchachos.

Nos alienta la esperanza de que los nuevos brotes del vetusto tronco, serán más afortunados y servirán mejor a su familia y a su patria, que este viejo pariente lejano que no tuvo la suerte de hacerlo.

Damos gracias a Dios que ha sido muy generoso en su infinita bondad al haber compensado los naturales y pasajeros sinsabores de la vida con los dones de hijos y nietos que son una grata realidad en marcha y una feliz esperanza en capullo.

Las bodas de oro representan medio siglo de vida, y requieren un examen de conciencia y una confesión general. Mi señora y yo hemos cumplido religiosamente ambos preceptos.

Pero hay otro examen de conciencia que en la vida profana se denomina balance general y en cuyo activo figuran varios millones de palabras echadas a todo viento en la prensa y en algunos libros y que no representan valor apreciable.

En cambio, hay una cifra de oro en nuestra cuenta de Ganancias y Pérdidas. Es el aprecio de los amigos y amigas, que en todas las circunstancias de la vida, prósperas o adversas, se hallan junto a nosotros. Hoy mismo los vemos aquí presentes, y les rendimos de todo corazón nuestra gratitud.

Gracias a esa cifra de oro invalorable nuestra balanza moral de pagos arroja un saldo activo con que nos sentimos multimillonarios y orgullosos.

Para concluir estas reminiscencias ocasionales, recordamos que en el "hall" del capitolio de la Habana se halla incrustado un magnífico diamante que marca el kilómetro cero de la red de caminos de Cuba.

Toda pareja humana al comenzar su existencia conyugal, tiene también el cero inicial del kilometraje de sus destinos marcado con una piedrecita blanca incrustada por la mano de Dios.

Vemos hoy nuestra piedrecita blanca como un puntito luminoso que ha alumbrado el sendero, a veces escabroso, de nuestra peregrinación al través de la vida, y al llegar medio siglo después a este dulce oasis perfumado por el cariño de los hijos y nietos y, por el afecto de parientes de nuestra familia espiritual, bendecimos de todo corazón aquel comienzo feliz y esta dichosa llegada.

En estos momentos de alegría vemos las sombras luminosas de nuestros viejos amados: Don Moisés Velasco Arce y doña Benita Villavicencio Bosque, juntamente con Don Manuel Carmelo Rojas Ramírez y doña Juana Bautista Quezada Camacho.

Les rendimos nuestro homenaje de gratitud filial y recibimos con honda emoción las bendiciones que nos imparten desde su morada celestial.

Tributamos también nuestra gratitud al Excelentísimo señor Arzobispo de La Paz, Monseñor Antezana y Rojas, a Monseñor Juan Quirós, al Reverendo Padre Reinaldo Rosso y a las dignísimas señoras de la Archicofradía de María Auxiliadora que nos han dedicado una misa solemne que ha elevado nuestros corazones al Altísimo.

Para tus amigos: