Domingo 05 de mayo de 2019
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A la concha le corresponde un concepto tan rotundo, tan seguro, tan duro que, no pudiendo simplemente dibujarla, el poeta se ve reducido a hablar de ella y se encuentra al principio falto de imágenes. Queda detenido, en su evasión hacia los valores soñados, por la realidad geométrica de las formas. Y las formas son tantas, frecuentemente tan nuevas, que la imaginación es vencida por la realidad. AquÃ, la naturaleza imagina y la naturaleza es sabia. Bastará contemplar un álbum de amonitas para reconocer que, desde el periodo secundario, los moluscos construÃan su concha siguiendo las lecciones de la geometrÃa trascendente. Las amonitas hacÃan su morada sobre el eje de una espiral logarÃtmica. En el hermoso libro de Monod-Herzen se encontrará una exposición muy clara de esa construcción de las formas geométricas por la vida.
Claro que el poeta puede entender esta categorÃa estética de la vida. El bello texto que ha escrito Paul Valéry está todo iluminado de espÃritu geométrico. Para el poeta "un cristal, una flor, una concha se desprenden del desorden ordinario del conjunto de las cosas sensibles. Son para nosotros objetos privilegiados, más inteligibles a la vista, aunque más misteriosos a la reflexión que todos los otros que vemos indistintamente". Parece que para el poeta, gran cartesiano, la concha es una verdad de geometrÃa animal bien solidificada, por lo tanto "clara y distinta". El objeto realizado es de una gran inteligibilidad. Es la formación y no la forma lo que es misterioso. Pero en el momento de tomar forma ¡qué decisión de por vida en la elección inicial, que consiste en saber si la concha se enrollará hacia la derecha o hacia la izquierda!