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Domingo 28 de abril de 2019

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Revista Dominical

ECONOMÃA DE BOLSILLO

Empresa, coyuntura actual y miedo a la crisis

28 abr 2019

Joshua Bellott Sáenz - M. Sc.

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El modelo económico implantado por el Movimiento Al Socialismo en estos trece años, priorizó la creación de empresas públicas, seguramente con el objetivo de crear excedentes en la economía y quizás para crear empleo. En estos días también nos enteramos que la economía creció el 2018 en un 4,22 %, impulsado principalmente por los sectores agropecuario (6,91 %), servicios de la administración pública (6,78 %), industria manufacturera (5,52 %) y establecimientos financieros (5,30 %), argumentando que somos uno de los países con más altos niveles de crecimiento. Por supuesto, muchos dudan de las cifras reportadas por el Gobierno, en vista de la incertidumbre que provoca el no ver los "grandes logros" de la economía en los bolsillos de los ciudadanos.

Sin embargo, debemos preguntarnos cuán importante es el crecimiento del PIB respecto al desarrollo, por lo menos desde la creación de excedentes y empleo. Creemos que esta es sólo una hipótesis que no tuvo éxito alguno.

Respecto a la generación de empleo, si comparamos la capacidad que tiene el estamento público y privado, tenemos que hasta el 2018 en el país existían un poco más de 315 mil empresas privadas (Fundempresa). Suponiendo que cada una de estas empresas cuenta con 4 empleados, tendríamos más de 1 millón 200 mil empleos. Por el otro lado, sabiendo que existen más de 60 empresas estatales y suponiendo que cada una cuenta con 200 empleados, el Estado podría estar generando 12 mil empleos. En consecuencia, queda claro que la capacidad del Estado para generar empleo desde el sector productivo es nula.

Respecto a la generación de empleo, si comparamos la capacidad que tiene el estamento público y privado, tenemos que hasta el 2018 en el país existían un poco más de 315 mil empresas privadas (Fundempresa). Suponiendo que cada una de estas empresas cuenta con 4 empleados, tendríamos más de 1 millón 200 mil empleos. Por el otro lado, sabiendo que existen más de 60 empresas estatales y suponiendo que cada una cuenta con 200 empleados, el Estado podría estar generando 12 mil empleos. En consecuencia, queda claro que la capacidad del Estado para generar empleo desde el sector productivo es nula.

Por otro lado, sabemos que la capacidad de generación de empleo del Estado se ve incrementada por los ciudadanos empleados en la administración pública y los servicios que presta el Gobierno en todos sus niveles. Según El Deber en una publicación de enero de 2019, las empresas estatales generan un poco más de 14 mil empleos, la administración pública central llega casi a 20 mil empleados, y sumando los gobiernos subnacionales y otras instancias estatales como maestros, militares, policías y otros, dependerían del Estado un poco más de 400 mil empleados (este es un dato para el 2017). Si suponemos que las personas en edad de trabajar son por lo menos 6 millones de habitantes y el Estado logra crear empleo para 600 mil personas, tenemos que la capacidad del Estado para crear empleo constituye el 10 % de la población en edad de trabajar, contra un 20 % de capacidad privada mencionada líneas arriba. Si sólo tomamos la parte productiva en la que interviene el Estado, la generación de empleo estaría aproximadamente en un 1 %.

En otra arista de esta problemática, sabemos que las empresas públicas tienden a fracasar por la baja eficiencia administrativa y productiva, y la corrupción. En un reporte del 2017 se daba a conocer que el déficit acumulado (pérdida) de las empresas públicas en los últimos años alcanza a más de 8 mil millones de dólares. Si utilizábamos ese dinero, regalando a los ciudadanos 20 mil dólares para que creen su empresa, se podía constituir más de 400 mil empresas; y suponiendo que cada una podía crear empleo de manera sostenible para 5 personas, se podían crear por lo menos 2 millones de empleos, que, sumados a los 1,2 millones ya existentes, representan más del 50 % de la población económicamente activa. Esto hubiera sido un verdadero cambio para la economía del país.

Dos consideraciones son importantes por los datos presentados. Primero que, sería una locura que el Gobierno piense en seguir haciendo crecer el Estado ya que el costo es muy elevado; y segundo, que si se quiere una política de empleo seria, que además esté ligada a la generación de producción, se debe pensar en incentivar los emprendimientos privados, como único camino factible.

Precisamente, una de las principales críticas al Gobierno actual es que, en vez de crear las condiciones para el desarrollo y creación de emprendimientos privados, hizo todo lo contrario. Según la Cámara de Comercio, Bolivia ocupa el quinto lugar entre los países con mayor Salario Mínimo Nacional y el último lugar en cuanto a la productividad laboral, entre 10 países de Sudamérica. Pese a esta realidad, el Gobierno insiste en incrementar los costos de operación de las empresas, con medidas como el segundo aguinaldo; quita competitividad a las empresas exportadoras manteniendo por tantos años un tipo de cambio fijo, incentivando las importaciones; y, por último, promueve la competencia desleal de empresas públicas subsidiadas contra empresas privadas acosadas por el primer infierno fiscal del mundo: Bolivia.

En esta lógica, a continuación, presentamos algunos datos extractados de Fundempresa, con la idea de conocer cómo se encuentra el tejido empresarial del país.

En el siguiente gráfico se muestra el porcentaje de empresas inscritas en Fundempresa, para los años 2010 y 2018, por departamento. Los departamentos con mayor porcentaje de empresas inscritas son La Paz, Santa Cruz y Cochabamba; participación que alcanza al 80 % del total país. Sin embargo, en estos ocho años, La Paz y Cochabamba disminuyeron sus porcentajes, Santa Cruz creció, y los demás departamentos se mantuvieron sin cambios. Por último, es importante mencionar que el número total de empresas entre este intervalo de tiempo casi se triplicó. El 2010 existían 116 mil empresas y el 2018 alcanzaron a 315 mil.

Continuando con el análisis, en el siguiente gráfico referido al porcentaje de las empresas inscritas según actividad económica, se presentan las ocho principales actividades económicas de 20 reportadas, entre los mismos dos años, que representan más del 85 % del total.

De las ocho actividades económicas que representan el tejido empresarial de Bolivia, verificamos que nuestra principal vocación es la comercial (venta al por mayor y menor), con un porcentaje de 35 % para el 2018, y un aumento de 1 % en nueve años. Las actividades económicas que disminuyeron su participación, son las empresas de servicios profesionales y técnicos; información y comunicaciones; y manufactura. Las actividades que aumentaron su participación; además de las empresas de ventas al por mayor y menor, fueron las de transporte y almacenamiento, y alojamiento y comidas.

Es interesante analizar, por un lado que el comercio y el transporte crecieron de manera conjunta al ser actividades complementarias, y por el otro, que las actividades productivas decrecieron. Resaltamos además, la disminución de las empresas de servicios profesionales, que van de la mano con una política estatal de desprestigio a la clase profesional del país.

Por otro lado; y aunque no se presentan los datos detallados por departamento, se tiene que la actividad comercial creció de manera más importante en departamentos del occidente como La Paz, Potosí y Oruro -en cuanto a su participación por departamento-, y que en regiones como Santa Cruz y Cochabamba disminuyó. Asimismo, se tiene que en todas las regiones disminuyeron las empresas de servicios profesionales y las de manufactura.

Asimismo, mencionar que por lo menos en términos porcentuales, el tejido empresarial en Bolivia no ha tenido casi ninguna variación.

Si bien, tomando en cuenta estos datos, podemos afirmar que en estos ocho años se incrementaron de manera importante las empresas, presentamos a continuación un gráfico que nos permitirá verificar, la calidad de ese crecimiento.

En el siguiente gráfico se muestran las empresas inscritas en Bolivia, según el tipo de sociedad. En el mismo, podemos ver una supremacía de las empresas unipersonales en los dos años de referencia. De hecho, las unipersonales aumentaron en un 10 % respecto al total y las sociedades de responsabilidad limitada disminuyeron en un porcentaje parecido. De la misma forma, las sociedades anónimas disminuyeron en 1 %.

Es claro entonces, que las empresas grandes y medianas disminuyeron su participación y las muy pequeñas aumentaron drásticamente.

Un dato sumamente importante, es que, de las 200 mil empresas nuevas creadas en estos ocho años, 170 mil fueron unipersonales.

Nuevamente siguiendo con esta estadística que no está detallada a nivel departamental, las empresas unipersonales que crecieron en cuatro veces estos nueve años, se encuentran en Santa Cruz, Potosí y Pando, y en los demás departamentos sólo crecieron tres veces.

Con esta caracterización podemos concluir lo siguiente:

� La política de crecimiento económico del Gobierno respecto a la estatización de la producción fue un fracaso, primero porque las empresas estatales no generan empleo significativo ni excedentes económicos, y segundo, porque desincentivó el emprendimiento privado.

� El crecimiento reportado por el Gobierno para el 2018, parece no tener relación con los datos presentados en el presente artículo. Si estos datos son reales, es claro que el crecimiento económico o del PIB está basado en el crecimiento de menos de 10 empresas, de las más de 300 mil existentes en el país. En otras palabras, crecimiento de unos pocos que no llega a la gran mayoría de los bolivianos.

� El aparato productivo privado se encogió, y ahora se entiende porque las exportaciones están cayendo ya por varios años. Esto porque las empresas medianas y grandes disminuyeron su participación sobre el total.

� Es claro también que el Gobierno no prioriza al sector profesional de la población

� En todos estos años de bonanza económica, debido a los altos precios de las materias primas, el tejido empresarial no ha sufrido ningún cambio importante para la economía del país.

Con estas consideraciones en mente, podemos estar seguros que el modelo basado en el extractivismo y en la estatización de la economía, nuevamente nos tienen al borde del fracaso, con la diferencia de que después de muchos años de altos ingresos para el Estado y de la bonanza vivida, perdimos la oportunidad de transformar el aparato productivo del país. Apostar por la iniciativa privada, con seguridad hubiera repercutido positivamente en la generación de mayor empleo y por supuesto, de mayores excedentes que apalanquen la sostenibilidad de nuestra economía.

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