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Domingo 21 de abril de 2019

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Cultural El Duende

Herencias de la literatura boliviana

"Nostalgia del camino que no se ha seguido"

21 abr 2019

Ricardo Jaimes Freyre. Escritor, poeta, historiador y diplomático. Nació en el Consulado de Bolivia en Tacna, Perú, en mayo de 1866 y falleció en Buenos Aires, Argentina en noviembre de 1933

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En 1919, cuando el poeta, novelista y pintor potosino Raúl Jaimes Freyre (1887-1970) fungía como Presidente del Círculo de Bellas Artes de Sucre, desde Buenos Aires recibió una sentida nota de parte de su hermano, el vate Ricardo Jaimes Freyre, en la que le manifestaba la necesidad de contribuir al despertamiento del amor a las cosas del espíritu y el ansia por encontrar un pedazo de su tierra para dormir eternamente.

Fragmento

Hay que formar un ambiente intelectual; despertar o contribuir al despertamiento del amor a las cosas del espíritu; provocar entusiasmo; empujar a la juventud y sobre todo realizar una buena labor propia: escribir libros -prosa y verso-; dar conferencias que serán después capítulos de una obra; dibujar, pintar; ponerse a la cabeza del movimiento literario y artístico y aun científico, si se puede. Hacer la obra de mañana, si no se puede la de hoy, que sí, se podrá�

Tienes en tu favor la circunstancia de vivir en nuestra verdadera tierra, donde creo habértelo dicho otra vez han vivido veinte generaciones de Jaimes, grandes y chicos escritores, soldados, políticos, obreros, qoyarunas, todo desde los terribles aventureros de la conquista...

¡No puedes imaginar cómo me llama Potosí, desde las tapias de su cementerio! ¡Me parece que ya declinando mi vida, los gérmenes ancestrales se agitan dentro de mí y me hablan sordamente de caminos equivocados y de vidas truncadas! �stas no son retóricas ni fantasmas. Es una inquietud permanente. Una especie de bovarismo, como empezaban a llamar los franceses a la idea de haber errado la senda, y a la nostalgia del camino que no se ha seguido; de la vida que no se ha vivido, por seguir otra vida.

De todo lo pasado lo que más me agita, desconcierta y aflige, es tener que decir: Lima, Potosí, Buenos Aires, Ríos de Janeiro, Tucumán, La Paz� en vez de decir una sola, ahora y siempre:

Feliz el que nunca ha visto / más río que el de su patria, / y duerme, anciano, a la sombra / do pequeñuelo jugaba.

En estas civilizaciones angustiosas y apresuradas, nada hay que sea consolador ni cordial. Buenas para las que en ellas nacieron, como es bueno el fuego para la salamandra y el charco para la rana.

En estas civilizaciones angustiosas y apresuradas, nada hay que sea consolador ni cordial. Buenas para las que en ellas nacieron, como es bueno el fuego para la salamandra y el charco para la rana.

Filosofía, mi querido Raúl. Compra serenidad a cualquier precio. Compra también toda la cantidad que puedas de alegría. Si no se vende en Potosí, fabrícala. Te aseguro que sale tan buena como la legítima.

Hablando de mi adolescencia concluía yo ciertos versos de la siguiente manera:

Después, la nueva aurora. La dicha o la amargura / pero la fe en sí mismo; y el vigor y el aliento / el ademán altivo; la voz firme y segura / la risa abierta y franca; la cabellera al viento.

Fragmento

¿Dónde está la gratitud de Bolivia para el ilustre Quijarro? Preguntad a todos los que han estudiado la historia de ese pueblo, durante las últimas tres generaciones, si no encontraron al paso su nombre, la huella de su acción, las líneas firmes y nobles de su figura. Preguntadles si no han visto en todas partes la influencia de su pensamiento. Aun los que no examinan los detalles de las cosas para explicar su conjunto; los que prescinden de buscar las causas y los orígenes de las evoluciones del sentido político; para limitarse a seguirlas o a contrariarlas; ni aun los indiferentes a los cambios más radicales en la orientación de la vida pública, ignoran que es necesario recordar la obra de don Antonio Quijarro; así, la labor del constitucionalista de 1880, como la obra del hombre del gobierno, del diplomático, del director de partido, del ciudadano integérrimo.

Todos los que lo conocieron saben que era un hombre superior. Yo, que muchas veces estuve cerca de él, que departí con él, en mi adolescencia y en mi juventud; que seguí con interés profundo los vuelos de sus ideas y recibí las lecciones de su saber y de su experiencia, puedo afirmar que era, en efecto, un hombre verdaderamente superior.

No olvidaré cuántas veces, poco antes de su muerte, en esta gran ciudad, que es hoy la babélica Buenos Aires, me refería episodios ignorados de la vida de nuestro pueblo; precisaba su propia actuación en ellos; levantaba el extremo de pesados velos que ocultan, tal vez para siempre, sucesos que no ha recogido la Historia; y, lo que era sobre todo precioso para mí, glosaba la Constitución de que fue autor, que Bolivia ha respetado durante sus continuas turbulencias y que aún hoy, después de medio siglo, sigue siendo la piedra angular de nuestro edificio político. "Nada me preocupó más al iniciar o al adaptar los preceptos de nuestra Carta Magna -me decía el pensador- que las relaciones entre los poderes Ejecutivo y Legislativo. ¿Cómo impedir el predominio de uno de ellos en nuestra balbuciente democracia? ¿Cómo cerrar el paso al absolutismo o a la demagogia? Bolivia tenía condiciones especiales, las tiene aún, no las perderá durante mucho tiempo".

Bolivia no ha perdido aún esas condiciones. He recordado las palabras del Dr. Quijarro cuando los acontecimientos políticos me llevaron a uno y otro de los Poderes del gobierno del país, y, cuando hace diez años se me llamó para colaborar en el nuevo examen de esa Constitución, examen que no se llevó a cabo, yo contaba con un caudal mayor que cualquier otro: las propias, íntimas manifestaciones de su autor.

Pero no iré más lejos. He querido que mi palabra y mi nombre no estén ausentes en la conmemoración del centenario del eminente hombre público; he querido recordar una vez más su figura prócer y preguntar a mis compatriotas: ¿Dónde está la gratitud de Bolivia para el ilustre Quijarro?

Buenos Aires, mayo de 1931.

En mayo de 1931, con motivo de la repatriación de los restos mortales del Dr. Antonio Quijarro Quevedo desde Argentina a Bolivia, don Ricardo Jaimes Freyre dedicó al periodista, estadista historiador y patricio potosino (1831-1903) una sentida prosa en la que, cual grito de su propia soledad, clamaba contra la ingratitud hacia una de las más notables mentalidades indoamericanas.

Para tus amigos: